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Efemérides 16 de Febrero – Martín Castro

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El payador rojo

Un día como hoy pero de 1882 nacía Julián Martín Castro, poeta, cantor y compositor anarco-comunista argentino que se apropió de la figura del gaucho, lo presentó como un símbolo emancipatorio y lo utilizó para contraponerlo al discurso oficial de la época que propugnaba la exclusividad europea de la nación argentina. Fue un estandarte del criollismo que difundió mediante las payadas y la literatura, otra de sus inclinaciones.
Nació en Merlo, provincia de Buenos Aires. En ese momento un pequeño asentamiento rural. Hijo de Martín Castro y Doña María Lecumberry Ypar, pareja entrerriana que había emigrado a los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. Diría de su lugar de nacimiento:
“Nací en el pueblo de Merlo,
provincia de Buenos Aires,
disfruté de los donaires
y su belleza rural;
aspiré el perfume agreste
de las pampas exquisitas,
de tréboles, margaritas
el encrespado cardal”
No tuvo educación formal. Fue autodidacta y fue su madre quien le enseñó a tocar en la guitarra el ritmo de milonga que lo acompañaría el resto de su vida. A los ocho años quedó huérfano de padre y desde chico comenzó a trabajar como peón de patio en la estancia “La choza”, perteneciente a Bernardo de Irigoyen, situada en General Rodríguez.
Las guitarreadas de los arrieros lo acompañaron esos años y le moldearon el gusto musical y poético. A los 13 años logró enhebrar sus primeros versos. Simultáneamente aprendió el oficio de albañil. El mito cuenta que en algún momento de su vida se encontró con Rafael Ruiz Cruces, un maestro itinerante que enseñaba las primeras letras a trabajadores rurales y obreros. Congeniaron y aprendió un vocabulario mayor.
Su biblioteca se iba engrosando. José Ingenieros, Tolstoi, Kropotkin, Emile Zola, Anatole France, Errico Malatesta, Alejandro Dumas, Julio Verne. Sus referentes morales se hacían más nítidos: Florencio Sánchez, Rodolfo González Pacheco, Alejandro Berruti.
En su juventud su centro de operaciones fue el barrio de Boedo. En glorietas, bodegones, salones, pulperías, sindicatos, asociaciones fraternales, los trabajadores escuchaban su canto. «La Aulita» en San Juan y Boedo, «La Tradición» de Colombres y Carlos Calvo, el parque Goal (donde termina hoy la Avenida de Mayo), centro mayor de los payadores de la época. Extendió su arte a Parque Patricios, Mataderos, actuó en el “Select” de Avellaneda, muchas veces a beneficio del Comité Pro Presos Políticos o del semanario anarquista “La Antorcha”.
Alguna vez el periodista Américo Barrios dijo: “…su verso se adornaba de música pero contenía la pólvora de la rebelión social”. Esa dialéctica encendida determinó que conociera varias comisarías en donde hasta los policías lo respetaban por haber escuchado sus versos. Sostenía:
“Y como los versos míos
son de sabor popular,
entre los con pan no gustan,
gustan entre los sin pan”
En la década del ’20 su fama había crecido. Pegó un éxito: “El huérfano”. Compartió escenario mucho tiempo con su amigo José Mata, boxeador de la zona de Ciudadela y anarquista de acción, con Federico González, carnicero de Mataderos, con Juan Leído.
Como buen anarquista profesaba la templanza y se enfrentaba a la adicción al alcohol y al tabaco. No obstante, algunas veces su arenga era festejada pero no tenía éxito. En cierta ocasión, cantó en un boliche:
“Hombre que te degeneras
Al pie de los mostradores
Y gastándote en licores
El fruto de tu sudor…”
Los parroquianos aplaudían sus versos pero a continuación pedían “otra vuelta de tinto…”
Sus cantares eran ideas. Conjugó el padecimiento de los obreros/as y los pobres con un rescate de la figura del gaucho que trascendiera el legado espiritual y reivindicara su costado más disruptivo, más rebelde, más enfrentado a la autoridad, más pegado a su tierra indómita.
“Mi patria es la libertad/que me concede la tierra/
cuando me oculta la sierra/y bebo en el arroyuelo/
y me recoge en el suelo/cuando el mundo me destierra”
También reivindicó la hermandad del gaucho con los pueblos originarios de la pampa y comunicó con nitidez una idea de futuro ligado a un profundo cambio social y económico, “…sin tranquera y alambrado”.
“Cuando la patria deje de ser/la patria del poderoso/
Que el pión gaucho y laborioso/rompa el freno del Estao/
Que haga patria el arao/y el trabajo generoso”
Fue codirector del diario anarquista “La voz de los tiempos” en yunta con Fernando Gualtieri. También fue albañil, encargado de un corralón de Boedo y luego, trabajador estatal del Ministerio de Salud Pública. Se animó a la literatura con cierto éxito. Guitarra Roja (1928), Los gringos del país (1937), Marlo y Chala (1939), El contrapunto argentino (1946), Camino del payador (1949), _Chispazos del fogón (1950), _El huérfano (1952), Hachando los alambrados (escrito junto a Carlos Molina y editado en Uruguay en 1959), entre otros.
Sus versos fueron interpretados por varias voces populares: Ignacio Corsini, Hugo del Carril, Alberto Castillo, Oscar del Cerro, Edmundo Rivero, Horacio Guarany, Antonio Tormo, el dúo Curbelo-Ayrala, Héctor del Valle, Marcelo Miraglia, el “Pampa” Oberá.
Compartió impronta con payadores como Sócrates Fígoli, Evaristo Barrios, Juan Bautista Fulginitti o la señora “Tula” García. Fue contrincante conspicuo (y amigo de alguno de ellos) de payadores radicales como Gabino Ezeiza, Manuel Cientofante, Ambrosio del Río, Guillermo Silva, fue compinche temprano de José Betinotti y enemigo de los aduladores “del régimen”.
En abril de 1971 se despidió en su rancho de Ciudadela. Su epitafio rezonga orgulloso:
“Con la sencillez de un nardo murió la carne del hombre
pero no murió su nombre, ni la obra moral del bardo.
Sus ejemplos como un dardo, perduran en nuestro ideal;
la parca, ley natural, nos arrebató su vida
pero la obra concebida es un símbolo inmortal.»
Salú Martín Castro! Payador rebelde, decidor de verdades, cantor de dolores y esperanzas, precursor de nuestra canción de protesta.
Un integrante “Deluxe” de nuestra popular imaginaria.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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