La paisa que dirigió la primera huelga de mujeres en Colombia
Un día como hoy pero de 1932 se despedía María Betsabé Espinal, obrera hilandera, campesina y activista sindical de las trabajadoras textiles del departamento de Antioquía, una de las regiones económicamente más activas de Colombia.
Nació en 1896 en la localidad de Bello, una población de 10.000 habitantes. Hija natural de Celsa Julia Espinal, una campesina muy pobre. Se incorporó muy joven a la industria textil, más precisamente, en la Compañía Antioqueña de Tejidos, conocida popularmente como la Fábrica de Tejidos de Bello que fue la primera textil de gran escala en territorio colombiano.
Allí trabajaban 400 mujeres, la mayoría de entre 13 y 25 años, y 110 hombres. Las condiciones laborales de las trabajadoras eran paupérrimas. Su salario era 250% menor al de los hombres, trabajaban descalzas, las jornadas eran de 12 horas, existía un sistema de multas arbitrario e ilegal y no tenían un descanso para comer.
Entre 1919 y 1920 había habido 33 paros en Colombia protagonizadas por los artesanos de Bogotá, los mineros de Segovia, los ferroviarios del Magdalena, y los sastres y zapateros de Medellín, Caldas, Manizales y Bucaramanga. Es decir, todos hombres. Fueron paros desorganizados e inconexos que expresaban el profundo malestar por las condiciones laborales.
Pero en Antioquía fue diferente. Allí coexistían las hilanderas, las trilladoras de café y las obreras de las fábricas de cigarrillos que tenían un origen común: el campo, y una existencia plagada de maltratos y abusos. El 73% de la fuerza laboral del valle de Aburrá y su zona metropolitana que incluía a las ciudades de Medellín, Caldas, Envigado, Bello e Itagüí, entre otras, eran mujeres y el 85% de ellas eran solteras porque la iglesia católica presionaba para que las mujeres casadas no trabajaran fuera de su casa.
Ya habían existido escaramuzas en la Fábrica de Tejidos de Bello por cantidad de injusticias que se vivían pero todas habían fracasado por el débil nivel de organización. El 12 de febrero de 1920 cambió la historia. Un grupo de obreras se paró de manos y declaró la huelga. El comité de huelga estaba integrado por Teresa Tamayo, Adelina González, Carmen Agudelo, Rosalina Araque, Teresa Piedrahíta y Matilde Montoya y lo dirigía Betsabé Espinal.
Ese día, antes de las seis de la mañana, instalaron un taburete en la entrada, Betsabé leyó la proclama y convenció a sus compañeras de iniciar el paro de actividades. Los hombres entraron a trabajar sin detenerse a escuchar los reclamos. El grito de las obreras fue unánime: “pollerones pendejos” y “cobardes”.
Exigían el despido de dos administradores por su trato despótico y de los capataces acusados de abuso sexual, el cese del acoso sexual ejercido por los jefes y del sistema de multas, un aumento de salarios, el acortamiento de la jornada laboral, una hora de descanso para alimentarse, trabajar calzadas con alpargatas, mejorar las condiciones higiénicas de los talleres y que se acabaran las requisas a la salida de la fábrica.
Las primeras horas de la huelga fueron tensas. Los capataces amenazaban, los curas bajaban de la ciudad a rogar que finalizaran el paro y volvieran a sus labores, los hombres que habían traicionado la medida de fuerza expresaban su vergüenza con ira hacia sus compañeras, el alcalde intentó convencerlas de que estaban cometiendo una “locura”. Nada quebrantó la voluntad de las hilanderas.
Betsabé ayudó a organizar comisiones, especialmente la de Solidaridad para sostener la huelga, y el tercer día encabezó una comitiva que se dirigió a Medellín a ampliar la solidaridad efectiva y dar publicidad al conflicto. “No tenemos ahorros para sostener esta huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad, y nuestra energía”, declaró ante la prensa y sus dichos se replicaron en El Espectador, Correo Liberal y El Luchador. Fue un acontecimiento inesperado. Mujeres huelguistas en una de las regiones más ricas de Colombia.
El conflicto duró 21 días y Betsabé descolló por sus habilidades organizativas, su palabra convocante y firme y su locuacidad para comunicarse con la prensa. Tuvo la ayuda impensada de un periodista de El espectador que firmaba “El curioso impertinente” y que cubrió todo el conflicto creando empatía de una parte de la población con las trabajadoras. Otros periodistas encabezaron una campaña de socorro con una colecta de víveres y dinero y los estudiantes de la facultad de medicina organizaron otra colecta similar.
Al finalizar la tercera semana de huelga la simpatía con las hilanderas crecía y la presión de los funcionarios, la iglesia y otros empresarios se dirigió a Emilio Restrepo Callejas, el latifundista y empresario que era dueño e la Fábrica de Tejidos de Bello. Luego de tensas negociaciones, el 4 de marzo empresario cedió a todas las peticiones.
Se acordó un 40% de aumento salarial, la regulación de las multas, jornada laboral de 10 horas y una hora para almorzar, permiso para trabajar calzadas y el despido de los dos administradores y de los capataces abusadores. El acuerdo se ratificó en la sede de la empresa en Medellín. Cuando la delegación encabezada por Betsabé llegó a la estación de tren para retornar a bello, había una manifestación de apoyo de 3.000 personas. Betsabé pronunció un discurso memorable y fue noticia por varios días. Insólito espectáculo para una ciudad no acostumbrada a presenciar mujeres en huelga.
“El curioso impertinente” finalizó la crónica con un párrafo de época; “El triunfo de esta causa ha sido, pues, completo. Por eso batimos nuestras palmas entusiastas a esas heroicas y viriles mujeres de Bello, que han dado un altísimo ejemplo de valor a Medellín, a Antioquia y a Colombia”.
El ejemplo de las hilanderas de Bello cundió. Las capacheras (obreras que armaban cestos de mimbre) y las telefonistas de Bogotá fueron a la huelga, las obreras de la fábrica Rosellón, de Envigado, lograron evitar la rebaja de salarios y forzaron el despido de administradores abusadores, la asamblea de Antioquía trató el proyecto sobre descanso dominical remunerado para los obreros/as del departamento. A partir de esta huelga, las mujeres se animaron a denunciar el acoso sexual en las fábricas y las prácticas de explotación laboral.
Tiempo después Betsabé se dirigió a Medellín en busca de un trabajo mejor. Vivió en una casa aledaña al cementerio de San Lorenzo junto a su amiga Paulina González. Fue vecina de María Cano, otra líder sindical y política colombiana. Falleció al intentar la reparación de un cable eléctrico que había caído por una tormenta la noche anterior frente a su casa.
Tenía solo 36 años.
Salú Betsabé! Por tu capacidad para defenderte y organizar a tus compañeras y por liderar la huelga que cambió al movimiento sindical en Colombia y la actitud de las trabajadoras para enfrentar la explotación y el abuso.
Ruben Ruiz
Secretario General