La monja que describió el orgasmo femenino y habló de liberación sexual en el siglo XII
Un día como hoy pero de 1179 se despedía Hildegard von Bigen, abadesa benedictina, compositora, filósofa, escritora de cartas, lingüista, naturalista, médica, arquitecta, fundadora de conventos, teóloga, mística y profetisa alemana que vivió durante la Edad Media y realizó cosas impensadas para una mujer de la época: predicó en los mercados y plazas ante muchedumbres entusiasmadas, se enfrentó al oscurantismo visceral y a las arbitrariedades de la jerarquía eclesiástica, mantuvo correspondencia con papas, obispos y jefes de gobierno y aconsejó por escrito a cientos de mujeres que se lo solicitaron.
Nació en 1098 en Bermersheim vor der Höhe, territorio del Sacro Imperio Romano Germánico. Hija de Matilde de Merxheim-Nahet y de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio del conde de Spanheim. Fue la menor de los diez hijos/as que tuvo la pareja y, en cumplimiento de las costumbres de la época, fue considerada un diezmo para Dios, entregada como oblata (confinada en un monasterio) y consagrada a la vida religiosa.
Su educación estuvo a cargo de la condesa Judith de Spanheim (Jutta) quien le enseñó el rezo de los salmos, leer en latín, interpretar la Sagrada Escritura y el canto gregoriano. A los catorce años ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg, autorizado solo para hombres pero en el que se acondicionó una celda anexa para un pequeño grupo de féminas dirigidas por Judith. En el año 1114 la celda se convirtió en monasterio dado al ingreso de más mujeres con vocación religiosa. Ese mismo año Hildegarda ingresó a la orden benedictina.
En 1136, tras la muerte de Judith, fue elegida abadesa por el resto de la congregación.
Desde pequeña contó que experimentaba visiones y que vivía esos momentos con total conciencia, sin perder los sentidos ni entrar en éxtasis. En 1141 tuvo una visión más fuerte y, según su versión, recibió una orden sobrenatural de escribir las experiencias que viviera en adelante. Comenzó, entonces, a escribir su primer libro titulado Scivias (Conoce los caminos), que concluyó diez años después.
La reticencia a hacer pública sus visiones la impulsó a pedir consejo al abad francés Bernardo de Claraval, experto en estas cuestiones, quien la animó a reconocer el don y ejercerlo. El arzobispo de Maguncia fue anoticiado de estos hechos y pidió la intervención del papa Eugenio III. En 1148 un comité de teólogos aprobó el libro escrito por Hildegarda. A su vez, el papa declaró que sus visiones eran fruto de la intervención divina y le solicitó que escribiera sobre ellas. Esta legitimación canónica le permitió continuar su actividad literaria y comenzar una relación epistolar con varias personalidades políticas y eclesiásticas. Fue una notable excepción porque, en el mundo eclesiástico, escribir visiones estaba permitido solo a los hombres.
Nacía la Sibila (profeta) del Rin. Creció su influencia moral, social y política; desarrolló una inteligencia y una astucia admirables y una capacidad de manipulación que ayudó a mitigar los riesgos por ser una mujer consultada en un mundo de hombres sabiondos y todopoderosos.
Ese año, según su relato, una visión la impulsó a pensar en la fundación de un monasterio en una zona más agreste para emancipar a su comunidad de la tutela de los monjes de Disibodenberg. El abad se opuso. La marquesa Ricardis de Stade, madre de la secretaria de Hildegarda, intervino ante el arzobispo de Maguncia para conseguir la autorización que llegó en 1150. Las veinte monjas pudieron partir, eligieron un terreno, consiguieron el permiso del propietario y obtuvieron recursos para construir el monasterio en la colina de San Ruperto (Rupertsberg), cerca de Bingen, al oeste del río Rin, en la desembocadura del Nahe. Nuevamente, Hildegarda fue elegida abadesa por la congregación.
De esa época data su obra Propiedades naturales en la naturaleza que en el siglo XIII se dividió en dos libros. En ellos desparramó principios científicos precisos y disruptivos y difundió conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo humano, de herbología y de tratamientos médicos basados en las propiedades de piedras y animales. Uno fue Physica sobre las ciencias naturales y el otro fue Cause et cure sobre medicina.
Describió el orgasmo sin filtro y con argumentos: “…cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano”.
Es más, expuso: “…Eva no era culpable de que Adán mordiese la manzana. Todo había sido premeditado por Satanás que, producto de sus celos, quería torturar a Eva dado que solo la mujer tenía el poder de dar la vida. Así, el Diablo envenenó de tentación el fruto y Adán, que finalmente era un ser humano, no pudo abstenerse”.
Dijo más: “La mujer podrá estar hecha del hombre, pero el hombre no se puede hacer sin una mujer” y abogó en sus escritos por esclarecer que el sexo no era fruto del pecado y que el placer sexual no era solo masculino. Estas ideas que hoy pueden parecer básicas no lo eran en el siglo XII y el abordaje de estos temas estaba prohibido para todas las mujeres. Hildegarda los fundamentó y difundió con coraje y astucia, con la paciente construcción de una red en los estamentos del poder político y eclesiástico y con una respuesta popular imbatible.
Su conexión con la ciencia la comunicó sin tapujos. Enunció principios necesarios y prácticos para aplicar: una alimentación balanceada, uso de hierbas y minerales como medios curativos, ayunos y sangrías para desintoxicar el cuerpo y meditación, oración y música para desintoxicar el espíritu, establecimiento de horarios para trabajar y descansar para regenerar el organismo.
Escribió otras obras sobre dilemas religiosos: Respuestas a 38 preguntas, Explicación del Evangelio, Regla de San Benito, Símbolo Atanasiano, entre otros. Compuso partituras litúrgicas para misa. Más de 70 obras con letra y música, himnos, antífonas y responsorios fueron recopiladas en Sinfonía de la Armonía de Revelaciones Divinas y también escribió un auto sacramental cantado, titulado Ordo Virtutum.
Escribió otros dos libros religiosos importantes: Libro de los méritos de la vida, obra de carácter moral sobre vicios y virtudes y Libro de las obras divinas sobre el paralelismo de los actos humanos y de Dios y su cooperación en la construcción y orden del cosmos. Por último, creó la primera lengua artificial en Occidente: Lingua Ignota, un glosario de 109 palabras con su significado en alemán que incluyó una obra pequeña llamada Littere ignote con un alfabeto de 23 nuevas palabras hasta ese entonces desconocido.
Esa producción literaria y musical se interrumpió en varias ocasiones. Fueron célebres sus viajes de predicación donde hablaba de la corrupción del clero, el avance de la herejía de los Cátaros, la vida licenciosa que llevaban canónigos y los clérigos y la falta de piedad del clero y el pueblo cristiano. Fueron cuatro viajes: entre 1158 y 1159 de Maguncia a Wurzburgo; en 1160 de Tréveris a Metz; entre 1161 y 1163 se trasladó por el Rin hasta Colonia y entre 1170 y 1171, predicó en la región de Suabia. Plazas, abadías e iglesias fueron estadios colmados.
En 1163 fundó otro monasterio situado en Eibingen que había sido abandonado en las entreguerras e Hildegarda reacondicionó para una congregación de 30 nuevas monjas.
Incansable, sagaz, polémica, de vocabulario erudito, entendible y directo, práctica, mística.
Salú Hildegarda! Por hablar donde había silencio, por mixturar religión, ciencia y poder en pociones adecuadas, por develar hechos que los poderosos mantenían como “misterios” y las mayorías asumían como naturales para sojuzgar a las mujeres en su condición humana.
Ruben Ruiz
Secretario General