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Shadow

Efemérides 18 de Agosto

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Final del festival de Woodstock a toda orquesta Paz, amor y rock and roll

Un día como hoy pero de 1969 finalizaba el Festival de música y arte de Woodstock, el mayor acontecimiento pacífico de la historia (hasta ese momento). Un hito de la música popular, un grito multitudinario por la paz, la consolidación de la generación de la contracultura.
Los organizadores fueron Michael Lang, Artie Kornfeld, Joel Rosenman y John P. Roberts, empresarios neoyorquinos que pretendían juntar fondos para crear un complejo de estudios de grabación. En enero de 1969 formaron Woodstock Ventures y se lanzaron. Tuvieron que superar diferentes puntos de vista sobre cómo realizar el evento y unificar sus enfoques sobre la estrategia financiera a seguir.
Los percances no fueron pocos. Casi no se hace porque los pobladores de la localidad donde originariamente se iba a realizar el evento, se negaron. Ante esa novedad los organizadores enfilaron por la ruta en busca de nuevos lugares hasta que se toparon con ese campo de alfalfa de 240 hectáreas en Bethel, estado de Nueva York, que les pareció ideal. Terreno despejado, con una pequeña loma donde ubicar el escenario y un lago de fondo.
El escritor Elliot Tiber ayudó en las negociaciones con el granjero Max Yagur. Pactaron un alquiler de 75.000 dólares, el festival se aseguró y Yagur quedó en las páginas de la historia del rock. Otro escollo fue convencer a artistas de renombre para que fueran parte del evento. El camino se abrió cuando, en abril de 1969, Creedence Clearwater Revival firmó su contrato y la noticia se esparció. Los grupos y solistas fueron arribando y firmando sus respectivos contratos. Jimi Hendrix cobró 18.000 dólares, Blood, Sweat & Tears recibió 15.000, Creedence otros 10.000, Janis Joplin y Jefferson Airplane cobraron 7500, Santana solo cobró 750 dólares.
Se lanzó el icónico afiche promocional con el pájaro en el mástil de la guitarra, obra del artista gráfico Arnold Skolnick, y la pelota empezó a rodar. Se vendieron 186.000 entradas anticipadas a un valor de 18 dólares pero la concurrencia superó las 400.000 personas. Todo se desbordó y muchos no pagaron su entrada. La fiesta no se iba a detener por ese detalle. Fueron tres días de paz y música. En contra de la guerra de Vietnam, por el amor libre y por otra relación con la naturaleza.
El festival comenzaba el viernes 15 de agosto. La gente comenzó a llegar un día antes. Las rutas se atestaron. Pocos se enojaron. La fiesta había comenzado. Llovió todos los días. Pero las ganas de pasarla bien, pudieron más. Se popularizó la frase «sexo, droga y rock’n roll» que, efectivamente, fue lo que gobernó el festival.
Un problema fue la comida. Nadie había previsto vituallas, solo bebidas. Algunos visionarios montaron sus puestos de hamburguesas y panchos. La organización contrató un equipo de cocineros para preparar platos en base a huevos para los músicos. El Centro de la comunidad Judía preparó miles de sándwiches que repartieron desde helicópteros. Pero el alimento estrella fue la granola. Era barata, energética y contundente. Se cocinaron y vendieron miles de raciones. Quizás, fue la primera vez que los hippies la comieron en masa.
Richie Havens abrió el primer día con “Freedom” que se convirtió en himno mundial. Luego actuaron, entre otros, Ravi Shankar, Joan Báez, Carlos Santana, Janis Joplin, Grateful Dead, Creedence, The Who, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Crosby, Stills, Nash &Young, Blood, Sweat & Tears, Ten Years After, Johnny Winter, Incredible String Band y un fabuloso Jimi Hendrix tocando el himno estadounidense solo con guitarra eléctrica como signo de protesta contra la guerra.
John Lennon no tocó porque el gobierno yanqui le prohibió la entrada, Bob Dylan porque tenía un hijo internado, The Doors porque Jim Morrison tenía una cita con la justicia y Led Zeppelin y The Byrds porque creyeron que iba a ser un recital de menor importancia.
La seguridad del festival se llamaba «Please Force» y tenía como armas, tortas de crema y botellas de champán. Paradójicamente, los Yippies, partido político antiautoritario y antimilitarista exigieron un pago de 10.000 dólares para no provocar disturbios.
En Argentina, muchos de nosotros/as lo vimos en el cine. Se estrenó en el América (Septiembre’70), luego pasó al Normandie hasta recalar en el cine Ritz (Cabildo y Olleros) donde pasaron la peli durante varios años, solo los sábados en el horario de trasnoche. Único caso en el mundo. Se convirtió en un rito. Casi todos/as los paganos que asistimos, la vimos más de una vez. La policía nos provocaba a la entrada y a la salida. No les gustaba el pelo largo, que saliéramos cantando y que no le diéramos bola. Hasta que un día un vecino amigo del dictador Jorge Rafael Videla, se quejó y prohibieron su exhibición.
Todavía veo y escucho a Jimi Hendrix en su actuación interminable, psicodélica, arrolladora y exquisita de ese lunes 18 de agosto cuando miles se empezaron a ir. El mensaje se había dado y su punto culminante fue esa mañana de despedida colectiva y música en manos de un negro que irradiaba libertad, energía y desparpajo.
Eran centenares de miles. Se los veía felices, plenos, con toda la música en el cuerpo…

Ruben Ruiz
Secretario General 


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