Anthony Quinn, El mexicano que conquistó Hollywood.
Un día como hoy pero de 1915 nacía Manuel Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, el actor hispanohablante más importante de la época clásica de Hollywood. En la pantalla grande fue pirata, gánster, panadero, criminal, artista ambulante, soldado, pintor, torero, bailarín, campesino, maestro, guerrillero, papa, fugitivo, jorobado, viudo, padre violento y, con el tiempo, intérprete magistral de varios grupos étnicos: indio, mestizo, mongol, esquimal, singapurense, árabe, filipino o eslavo.
Nació en Chihuahua, México. Hijo del irlandés Francisco Quinn que peleó junto a Pancho Villa en la Revolución mexicana y de Manuela Oaxaca, de descendencia azteca y lavandera (el mito cuenta que fue soldadera revolucionaria también). Se mudó con su familia a la frontera estadounidense-mexicana (El Paso y Ciudad Juárez) dado que su padre continuaba en las huestes de Pancho Villa pero a causa de la violencia imperante, su madre y él se trasladaron a al estado de California. Vivió en varios pueblos rurales en un ambiente de mucha pobreza y a los cinco años comenzó a trabajar de recolector de frutillas.
A finales de 1920 la familia se reencontró y se mudó a Los Ángeles. Vivieron en los barrios de Boyle Heights y en Echo Park; su padre se empleó como camarógrafo en los Estudios Selznick, Anthony ingresó a la escuela Belvedere Junior Hight y, simultáneamente, trabajó de lustrabotas y vendedor de diarios. Era su manera de ayudar a la economía familiar.
En 1926 un automovilista mató a su padre, hecho que lo marcó definitivamente, y se puso al hombro el bienestar familiar. Trabajó de camarero, camionero, lavaplatos, peón de hacienda, cartero, boxeador profesional (ganó 15 peleas y perdió una por KO), obrero de la construcción, carnicero. Le gustaba la arquitectura y solicitó su ingreso al famoso estudio de Frank Lloyd Whrigt que lo contrató y -a pesar de ganar un primer premio de diseñó- lo echó porque “dibujaba bien pero era tartamudo y para un arquitecto es fundamental comunicar sus ideas…”.
No obstante, siempre estuvo atraído por el arte; realizaba retratos de las estrellas de cine y les enviaba sus trabajos e ingresó a la Polytechnic High School para estudiar interpretación a instancias de su primera esposa Silvia. Él tenía 17 años, la mujer 34. Ella lo convenció de que tomara clases de dicción en la academia de la actriz Katherine Hamil para superar la tartamudez y lo inició en la filosofía y en la historia del arte. Estuvieron casados cuatro años.
En 1936 debutó como extra en The Milky Way y en un papel secundario en Parole. Al estreno de esta película llevó a su abuela enferma de cáncer, quien al finalizar le dijo «Ahora puedo morir en paz». En 1937 se casó con Katherine DeMille, hija del famoso director, con quien tuvo cuatro hijas y dos hijos: Christopher (fallecido a los dos años), Christina, Catalina, Duncan y Valentina. Su relación fue tempestuosa y se divorciaron en 1965.
Conseguía siempre pequeños papeles encasillados por su estética exótica. En 1940 firmó contrato con la Warner y tuvo personajes más interesantes y con más texto. Ciudad de conquista, Sangre y arena, Murieron con las botas puestas y El cisne negro fueron sus primeras incursiones con mayor relieve artístico. Se retiró tres años a hacer teatro en Broadway; en 1947 triunfó con Un tranvía llamado deseo en sustitución de Marlon Brando y consiguió la nacionalidad estadounidense. Pero el cine lo rodeaba y lo contrataron para su primer protagónico: Oro Negro donde interpretó a un campesino pobre que descubría petróleo en su rancho.
En 1952 descolló en la película Viva Zapata en el papel de Eufemio, el hermano del líder revolucionario y consiguió su primer Oscar como actor de reparto. En 1954 viajó a Italia y filmó La strada dirigida por Federico Fellini donde interpretó magistralmente al forzudo Zampanó, artista callejero belicoso, primitivo, sentimental, ingenuo, sobreviviente de la miseria y la sordidez. En 1956 consiguió su segundo Oscar al mejor actor de reparto por su papel en El loco de pelo rojo donde interpretó a Paul Gaugin, pintor y mejor amigo de Vincent van Gogh. Luego sorprendió con dos dramas: Viento salvaje con Anna Magnani y Orquídea negra con Sophia Loren y una tragedia costumbrista donde interpretó al esquimal Inuk en Los dientes del diablo. La década del ’60 nos brindó sus personajes más icónicos.
Arrancó con Barrabás en la que interpretó al ladrón de caminos, su inefable vida de superviviente y su transformación interior y compartió cartel con Silvana Mangano y Vittorio Gassman y continuó con la épica Los cañones de Navarone, junto a Gregory Peck y David Niven. En 1962 participó en _Lawrence de Arabia en el papel del jerife Auda ibu Tayi y acompañó a Peter O’Toole y Omar Sharif. En 1964 nos deleitó con su personaje inolvidable en Zorba el griego. Campesino vital, músico incidental, con supuestos conocimientos sobre minería, sanguíneo, disparatado, trágico, orgulloso, enamoradizo, contradictorio y profundamente humano. Una pintura cinematográfica.
Luego, su interpretación del papa Cirilo I en Las sandalias del pescador; el drama que produce la guerra en los seres indefensos y sus consecuencias nefastas representadas en La hora 25 y la desopilante El secreto de Santa Vittoria en el papel del borracho intendente Bombolini al final del fascismo y la estrategia del pueblo por salvar un millón de botellas de vino vermut de las garras de los alemanes en retirada en un original escondrijo que encuentran en una caverna romana subterránea.
En la década siguiente siguió en su raid cinematográfico con la interpretación de un policía corrupto y racista a punto de jubilarse en Pánico en la calle 110, un padre misógino y violento en Los hijos de Sánchez, un panadero devastado por el drama familiar en La herencia Ferramonti y otra interpretación excepcional en el papel del maestro y líder de los beduinos de Libia en armas contra la ocupación italiana, Omar Al-Mukhtar. Un relato enorme de anticolonialismo, salpicado de sabiduría popular, firmeza intergeneracional y humanismo real ante un enemigo muy superior pero sin posibilidades de victoria final.
Además, incursionó en una temática riesgosa por las interpretaciones posibles: los inicios del islam. En 1977 filmó El mensaje dirigida por el sirio Moustapha Akkad en la que interpretó a Hamza Ibn ‘Abd al-Muttalib, el tío de Mahoma. Simultáneamente, se filmó una versión en árabe. Se convirtió en una película muy valorada por el mundo musulmán debido al apego y la veracidad de los hechos relatados y es considerada, aún hoy, la única película de Hollywood que relata la verdadera historia del islam.
Anthony Quinn no solo fue un fabuloso actor. Fue director, productor, pintor, escultor y un reconocido diseñador de joyas. Su vida amorosa fue tumultuosa. Su tercer matrimonio se consumó en 1966 con la diseñadora y vestuarista italiana Yolanda Addolori con quien tuvo tres hijos: Francesco (fallecido de un ataque al corazón), Danny y Lorenzo. La relación se acabó cuando su esposa descubrió que Quinn era padre de un hijo extramatrimonial. Además reconoció la paternidad de Sean y Alexander, dos hijos que tuvo con Friedel Dunbar. En 1997 se casó con su secretaria, Katherine Benvin con quien tuvo una hija y un hijo: Antonia y Ryan Nicholas. Final de estas historias.
Multifacético, primitivo, pasional, impulsivo, duro, vulnerable. Otro integrante de nuestra popular.
Salú Anthony! Por tus personajes imborrables, por tu vitalidad, por tu desparpajo, por haberle ganado a la pobreza extrema con arte.
Ruben Ruiz
Secretario General