El charanguista global
Un día como hoy pero de 1938 nacía Jaime Torres, charanguista argentino que esparció musicalidad autóctona y causó una repercusión notable en varios países del mundo con el charango, un instrumento al que se consideraba marginal hasta su llegada a los escenarios.
Nació en San Miguel de Tucumán. Hijo de Pastora Moyano, colla cochabambina y de Pedro Torres, ebanista chuquisaqueño. Se mudó con su familia a Buenos Aires a los pocos meses de nacer. Un conventillo céntrico habitado mayoritariamente por calabreses que no entendían el quechua hablado por esa familia y que lo llamaban Raúl porque Jaime era un nombre judío.
A sus diez años hubo otra mudanza. Esta vez a Bolivia. Uno de los integrantes de su familia era el músico, pintor y escultor boliviano Mauro Núñez, quien le enseñó a tocar ese instrumento de diez cuerdas olvidado en las grandes ciudades pero apreciado entre los campesinos andinos. Entre Núñez y el padre de Jaime construyeron sus primeros charangos: especie de guitarra pequeña de unos 50 centímetros de largo por 20 centímetros de ancho con una caja que puede ser de madera o caparazón de armadillo (quirquincho) y que consta de cinco cuerdas dobles.
La simbiosis de Jaime con el charango fue inmediata. Su talento parecía innato. Fueron cinco años en los que se sentía parte inseparable de esa tierra, de su música, sus costumbres y en los que aprendió con entusiasmo y constancia los secretos del charango.
La vida familiar errante lo depositó nuevamente en Buenos Aires.
En 1958 se incorporó a la Compañía de Folclore Ariel Ramírez y recolocó al charango en un espacio musical de importancia en nuestro folclore. En 1964 participó de una obra icónica dirigida por el pianista santafecino: “La Misa Criolla”, que cantó el grupo “Los Fronterizos” y tuvo al “Chango” Farías Gómez en la percusión, Luis Amaya en guitarra, Raúl Barboza en acordeón y Jaime Torres en charango.
El impacto fue notable. El peso del charango en la obra fue imprevisto. Nacía el solista.
En 1967 realizó su primera gira europea. Tocó en Stuttgart, Düsseldorf, Braunschweig, Berlín, Hamburgo, (Róterdam, y Bruselas. A su vuelta editó tres discos: “Aplausos para un charango” (1967), “Taquirari” (1968) y “Norte arriba” (1969). Un enjambre de música andina caracterizada por el sonido de ese instrumento autóctono.
En 1970 fue invitado por la OEA y actuó en Washington. Al año siguiente regresó y tocó en Nueva York y Los Ángeles. El éxito determinó que la gira se extendiera a Canadá y México. Su regreso fue una fiesta continuada. Hizo actuaciones en Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Brasil y Uruguay. Nacía el charanguero global.
En 1972 intervino con su grupo en “Argentinísima I y II”, tocó en el Teatro Colón y realizó una extensa gira en España, Francia, Alemania, Suiza. En 1975 organizó en la Quebrada de Humahuaca, junto al poeta salteño Jaime Dávalos, el Tantanakuy (encuentro en idioma quechua): una reunión de músicos no profesionales (agricultores, mineros, pastores, alfareros) con músicos profesionales donde prima el anonimato y la música del Altiplano.
Una costumbre que se extendió con los años.
Fue el centro de operaciones móvil en su tierra que le permitió tocar en plazas, calles, al pie de monumentos o bajo la sombra de árboles añosos. Desde 1980 se realiza en octubre, por iniciativa de Jaime Torres, el Tantanakuy infantil donde concurren centenares de niños y niñas.
Ese año realizó una gira por Israel junto a Ariel Ramírez y el Cuarteto de Los Andes en la que realizó actuaciones en lugares santos como la Basílica de la Anunciación en Nazareth y el Monte Sion, en las afueras de Jerusalén.
En 1987 sufrió un serio accidente automovilístico cerca de Humahuaca y tras su recuperación retornó al Teatro Colón donde su obra “Caminos de la Puna” fue insertada en el «pas de deux» Fragmentos de una biografía, con coreografía de Vladimir Vassiliev. En 1988 compuso la música de la película “Deuda interna”, que obtuvo el “Oso de Plata” del Festival Internacional de Cine de Berlín y fue postulada como representante argentina para competir por el “Oscar”.
Su periplo internacional continuó por España y Portugal junto a Hernán Gamboa y Gerardo Núñez, en Francia con el “Tata” Cedrón y en Londres con Eduardo Falú. Años más tarde sus incursiones lo llevaron a Japón, Singapur, Indonesia, Kuala Lumpur y Australia. El charango y su sonido tan particular abría puertas inauditas y encandilaba públicos insospechados.
Su apertura mental y auditiva no tenía límites. Hizo adaptaciones de “El día que me quieras” o de “La zamba de La Candelaria”. Tocó con Paco de Lucía la pieza flamenca “Entre dos aguas”. Grabó con Gustavo Santaolalla el álbum “Ronroco”, se sumergió en el mundo electrónico junto al DJ Zuker y Diego Arnedo. También grabó “Preludio de luna” con el guitarrista Alex Seoan de cuya relación musical emergió “Electroplano”, música andina y deep house.
Se introdujo en el mundo del jazz en yunta con el flautista marfileño-francés Magic Malik y el percusionista argentino “Minino Garay”. Jazz andino o los Andes perfumados de jazz. Fue invitado regular del rock argento. Tocó y grabó con “Divididos”, la “Bersuit Vergarabat”, “Catupecu Machu”. Fue socio musical intermitente de Mercedes Sosa y la Camerata Bariloche.
Malabarista del microdiapasón, solitario, amante de la chicha y el pisco, embajador mundial del charango, ensamblador de músicas heterogéneas, amplificador de experiencias auditivas.
En la Nochebuena de 2018 se retiró en un viaje de reencuentro con sus ancestros. Se llevó músicas inconclusas, dejó perlas musicales para seguir escuchando.
Salú Jaime Torres! Charanguero inimitable, músico del mundo, cultor insigne del Altiplano.
Ruben Ruiz
Secretario General