Un mundo de bibliotecas, laberintos, espejos, filosofía, mitos, realidad y destino
Un día como hoy, pero de 1899 nacía en la ciudad de Buenos Aires el escritor Jorge Luis Borges. Por esa razón, se celebra en nuestro país el Día del Lector/a.
Estudioso, erudito, magistral escritor, ávido lector, renovador del lenguaje narrativo, misterioso, irónico, polémico. Tuvo una segunda “profesión”: la de “provocador profesional” que perfeccionó minuciosamente durante toda su vida. Amante consuetudinario de la cultura sajona, antiperonista consecuente, antifutbolero público. Ateo o agnóstico, según la ocasión. No se privó de ninguna controversia con inmensas mayorías argentinas, sus elecciones y sus gustos.
Nació en una casa de Tucumán al 800 pero su infancia transcurrió en el barrio de Palermo. En ese momento parte del suburbio de Buenos Aires. Marginal, habitado por inmigrantes, cuchilleros y compadritos que, años más tarde, serían descriptos con maestría en su obra. Su padre era un entrerriano, de profesión abogado que daba clases de psicología, leía con voracidad y hablaba correctamente inglés. Su madre era porteña (algunos, dicen uruguaya), aprendió inglés de su marido y tradujo varias obras al castellano. Borges se crio como un niño bilingüe.
A los cuatro años ya sabía leer y escribir. A los siete años escribió su primer relato, La visera fatal, inspirándose en unas páginas de El Quijote. A los nueve años tradujo del inglés El príncipe feliz e ingresó a la escuela directamente en cuarto grado; se llevaba mal con sus compañeros de clase, no le interesaban los deportes y tartamudeaba. Pero aprovechó para perfeccionar su lunfardo y desarrollar estrategias para pasar desapercibido. En 1914 viajó con su familia a Europa y se toparon con la Primera Guerra Mundial. Luego de transitar por París, Milán y Venecia se refugiaron en Ginebra donde comenzó el secundario junto a su hermana en un establecimiento de orientación protestante. Aprendió francés, descubrió a los escritores simbolistas y expresionistas y con la solitaria ayuda de un diccionario aprendió por sí mismo alemán. Finalizada la guerra, se instalaron en España donde Borges conocería a Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Ortega y Gasset y Ramón Gómez de la Serna.
En 1921 regresó a Buenos Aires. En el puerto lo recibió Macedonio Fernández, amistad heredada de su padre y comenzó una etapa de enamoramiento con su ciudad. De esa época es Fervor de Buenos Aires, 33 poemas de una gran diversidad que hablan sobre un juego de truco, un patio cualquiera de la ciudad, Juan Manuel de Rosas o la remota ciudad de Benarés. Y posteriormente, sobre los suburbios, el tango o las peleas cuchilleras como en Hombre de la esquina rosada y El puñal. O las reivindicaciones de sus raíces argentinas (básicamente porteñas) en Luna de enfrente, Cuaderno San Martín y El idioma de los argentinos. En 1935 publica Historia universal de la infamia que algunos analistas indican como un anticipo al realismo mágico que años después se desarrolló en plenitud.
Luego de la muerte de su padre, durante 1938, comenzó a trabajar para ayudar a su familia en la biblioteca municipal Miguel Cané del barrio de Boedo. Leyó y escribió con mayor intensidad y empezó a concretar la idea de escribir sobre el mundo de las ficciones. Simultáneamente, avanzó la ceguera que se profundizará en adelante sin solución de continuidad. Publica Antología de literatura fantástica, Ficciones, Nueva refutación del tiempo y, quizás su obra más elogiada, El Aleph. Una serie de 17 cuentos fantásticos en los que se sumerge en una infinidad de fuentes, a partir de las cuales, articula mitos y metáforas de la tradición literaria universal.
Su vida y sus opiniones políticas acompañaron a ese corsi e ricorsi permanente con los gobiernos. Así, durante el primer gobierno peronista fue removido de su puesto de bibliotecario y designado Inspector de mercados de aves de corral que produjo su renuncia y el comienzo de su vida de conferencista en Argentina y buena parte del mundo. Después del golpe del ’55 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, se lo confirmó en la cátedra de Literatura Inglesa y, luego, como director del Instituto de Literatura Inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En 1973 solicitó su jubilación en sus cargos, ante el advenimiento de un nuevo gobierno peronista. Simultáneamente, publicó sus Obras Completas, editada por Emecé.
Algunas coordenadas literarias lo acompañaron en diferentes momentos de su vida: el laberinto, las bibliotecas y la mitología. También los sueños, los espejos, la memoria, el destino, el infinito, fueron motivo de novedosos abordajes. Invitó al lector a jugar con sus textos, enredarse, mezclar la noción de realidad y fantasía, sentirse gaucho, soldado, héroe popular o detective.
Personaje insoslayable de nuestra literatura, estudioso de La Cábala y curioso del budismo, vecino regular de las matemáticas, amigo y socio de los mitos, creador de mundos alternativos construidos desde reflejos y paralelismos, prestidigitador de claves literarias. Una fiesta para el lector/a.
Nos despedimos con la hermosa frase que dejó para definir el inicio de su descubrimiento de la literatura y la lectura: “Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca. Es como si todavía la estuviera viendo…”
Salu Borges!! Feliz día lectores/as!!
Ruben Ruiz
Secretario General