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Efemérides 24 de Noviembre – Baruch Spinoza

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El filósofo de la razón, la materia y el alma

Un día como hoy pero de 1632 nacía Baruch Spinoza, filósofo y óptico neerlandés que desafió el pensamiento de su época, que no estuvo de acuerdo con la tradición religiosa y la influencia que ejercía sobre los seres humanos, que emparentó el concepto de Naturaleza junto al de Dios; precursor de la Ilustración, defensor de la libertad de pensamiento, de la crítica bíblica moderna y del racionalismo del siglo XVII, impulsor de ideas contra el odio racial, religioso, la discriminación y a favor de la finalización de las guerras .
Hijo de Hanna Debora Marques y Miguel de Espinoza, Baruch provenía de una familia judía que sufrió la expulsión de Castilla, España, por los decretos de los Reyes Católicos de enero de 1492. Bajo la batuta de su abuelo Pedro Isaac Rodrigues d’Espinoza, decidieron emigrar a Portugal donde fueron obligados a convertirse al catolicismo aunque practicaban sus ritos religiosos en la clandestinidad.
En 1587 llegó la nefasta sombra de la Inquisición a Portugal y huyeron a Nantes. Los cobijó su tío Emmanuel Abraham. En esa región francesa el judaísmo estaba ilegalizado y la hostilidad hacia los conversos era creciente. En 1615 emigraron a Róterdam, Países Bajos, donde había mayor tolerancia y legalidad. A tal punto que pudieron reconvertirse a su religión original. Años después se aquerenciaron en Ámsterdam, donde nació el pequeño Baruch en 1632.
Su padre abrió un comercio de importación de productos secos, aceites y aceitunas. Su madre falleció en 1638. Su primera educación se basó en la ortodoxia judía bajo las lecciones recibidas del estudioso Saúl Levi Morteira y del rabino Menasseh Ben Israel. Baruch no simpatizaba con este tipo de enseñanza y se convirtió en autodidacta en matemáticas y filosofía cartesiana.
Con la ayuda del médico Franciscus van den Enden amplió sus conocimientos y abrevó en las obras de Copérnico, Galileo, Kepler y Descartes. También leyó a Thomas Hobbes y Giordano Bruno; recibió las influencias de los colegiantes cristianos liberales neerlandeses y de la heterodoxa cultura judía-hispano-portuguesa en cabeza de Juan de Prado y Uriel da Costa. Esta variada y sólida influencia lo alejó definitivamente de la ortodoxia judaica.
Desde los trece años ayudaba a su padre en el comercio. Dominó el hebreo, el arameo, el latín (su lengua de estudio), el castellano (su lengua literaria) y portugués (la lengua usada para el comercio y el derecho) y leía bien alemán, francés, italiano y griego antiguo.
En 1654 murió su padre y Baruch decidió explicitar públicamente sus opiniones, hasta ese momento limitadas en respeto a la figura paterna. Se distanciamiento de las prácticas religiosas y las posiciones tradicionales de las tres religiones monoteístas y su cartesianismo crítico fueron determinantes para que la comunidad judía de Ámsterdam lo expulsara, lo desterrara e impusiera que ningún miembro le dirigiera la palabra. Incluso hubo un intento de asesinato.
Baruch se trasladó a los suburbios de la ciudad. Como indica la costumbre judía, había adquirido un oficio para mantenerse: pulidor de lentes. Nacía el filósofo-artesano de fluido contacto con científicos que solicitaban lentes para microscopios y ópticas para telescopios. Esa labor también ayudó a modelar su pensamiento: ver mejor, más lejos y diferente.
En 1660 se trasladó al pueblo costero de Rijnsburg donde escribió y publicó Principios de filosofía de Descartes y un apéndice Pensamientos metafísicos. Obras que tuvieron gran repercusión y le confirieron una fama inesperada. Fueron los dos únicos libros que publicó en vida con su nombre.
Durante esos años también escribió Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, De la reforma del entendimiento y un polémico Tratado teológico-político, obra que produciría un revuelo de proporciones por sus críticas a la religión judeo-cristiana, su defensa al derecho de filosofar, el imperio de la democracia y la existencia del Estado, aunque se publicarían más tarde o en forma póstuma.
En 1665 se trasladó a Voorburg, suburbio de La Haya y cinco años más tarde a la propia ciudad donde tendría una vinculación más regular con intelectuales, científicos y gobernantes como su amigo, el matemático y funcionario Johan de Witt o el astrónomo Christiaan Huygens.
En 1677 (también en forma póstuma) se publicó su obra más conocida Ética demostrada según el orden geométrico, cuya escritura había comenzado catorce años antes. Otro varapalo para la doctrina oficial porque puso en tela de juicio las ideas tradicionales sobre la existencia de Dios, la religión, la teología, las creencias morales, el universo y la Naturaleza.
De hechos sus obras fueron incluidas en el “Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia católica” mediante el cual se prohibió la posesión, lectura, distribución, copia o reelaboración de algunas ideas de sus libros hasta 1690. Un candado al pensamiento crítico que impidió el conocimiento de su obra durante un lapso largo y recién fue redescubierta en la segunda mitad del siglo XIX.
Spinoza generó la filosofía del infinito. Pregonó que el mundo se origina en una sustancia única (Dios) que equiparó a la Naturaleza: aquello que no necesita de nada para vivir. Que no es antecedido por nada, por lo tanto, existe. Reconoció, en el caso de los seres humanos, dos atributos: el pensamiento y la extensión aunque advirtió que existían innumerables atributos, es decir, infinitos aspectos del todo.
Describió un camino para alcanzar la paz interior que nacía en la razón, con la cual alcanzar el conocimiento y luego la libertad. No concibió la separación entre el alma y el cuerpo ni tampoco la vida después de la muerte. Combatió las supersticiones y estudió profundamente las Escrituras para demostrar que sus autores eran simplemente humanos y que no eran los dictados de Dios. Sostuvo que las religiones crearon divinidades con atribuciones propias de los humanos, que las estructuras eclesiásticas habían inventados normas que imponían a sus fieles, muchas veces, de manera interesadas bajo supuestos mandatos divinos.
Explicó al Ser como el deseo innato por perdurar. Cuando anida en la mente se llama voluntad y cuando se transmite al cuerpo se llama apetito. Que existen otros dos afectos como la alegría y la tristeza de la cual derivan el amor, el odio, la euforia, la envidia, la frustración, entre otras.
Se opuso al concepto de moral porque explicó que imponía una desvalorización de la vida real en detrimento de una trascendencia idealizada. Su principio fue que los seres humanos se mueven por el principio de autoconservación y que habían alcanzado un consenso para limitar ese concepto primitivo a través del estado con sus normas de recompensas y castigos y con derecho a rebelarse si esa institución no cumplía con su función.
Suponía que esos límites hacían que la política se aquerenciara en pasiones tristes (temor, inhibiciones, seguridades necesarias). Y desenvainó una frase magistral ¿por qué los hombres combaten por su esclavitud como si se tratara de su libertad?. Describió a la democracia como el mejor régimen político porque permitía superar las pasiones tristes pero definió que se podía llegar al grado mayor de conocimiento, y por ende de felicidad, por la vía individual.
Fue acusado de ateo a pesar de lucha por demostrar la existencia de la deidad. Es cierto, se enfrentó a las estructuras instauradas para mediatizar el vínculo entre Dios y los creyentes, y esa confrontación supuso excomuniones, destierros, prohibiciones y ninguneos que la sabiduría colectiva supo rescatar siglos después y devolver su figura al centro de la cancha.
Salú Baruch Spinoza! Por tu coraje filosófico que sostuviste con el cuerpo, por tu análisis disruptivo para crear definiciones crudas en momentos peliagudos, por defender a rajatabla la libertad de pensamiento y expresión, por tu originalidad para expresar tu sabiduría.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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