Criollismo, crónica policial, humor político y personajes emblemáticos
Un día como hoy pero de 1858 nacía José S. Álvarez Escalada, escritor y periodista argentino que describió con maestría costumbres urbanas y rurales, iconografías cotidianas y moldeó el uso de expresiones populares que se convirtieron en parte del habla común.
Nació en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. Hijo de la pareja uruguaya formada por Dorina Escalada Baldez y Desiderio Álvarez Gadea. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay. Sus amigos lo conocían como “Mocho” al que luego le agregó el título de “Fray”.
En 1876 viajó por primera vez a la ciudad de Buenos Aires pero se estableció en esta ciudad en 1879. Tenía 21 años y trajo consigo esa costumbre campera de criticar usando la broma como recurso. Filoso pero simpático. Trabajó de periodista en diferentes periódicos: El Nacional, La Pampa, La Patria Argentina, La Razón y en revistas como El Ateneo o La colmena artística. Fue cronista policial en La Nación en la época donde las notas sobre delitos se escribían con cuidado formato literario.
En 1885 publicó su primera obra Esmeraldas, cuentos mundanos, narraciones breves y del entorno cercano. En 1886 ingresó a la Policía Federal y fue comisario de pesquisas. Conoció los bajos fondos, a sus personajes, las estrategias de los hampones y las costumbres para eludir la ley que se difuminaban entre la gente común.
En una ocasión encontró a un amigo suyo jugando a la taba por dinero, acto que estaba prohibido por ley. Le explicó que lo apreciaba pero estaba obligado a encarcelarlo por dos días. Meses después su amigo lo encontró jugando en forma ilegal a Fray Mocho. Ante la evidencia le dijo a su amigo: “Olvidate que soy comisario y llevame a la comisaría”. Al verlo el subcomisario se sorprendió. Fray Mocho le exigió que lo encarcelara por dos horas. Su amigo lo increpó: “¿Por qué dos horas si a mí me tuviste dos días?”. “Es que vos no sos comisario», le retrucó. Con códigos pero sin exagerar…
En 1887 publicó Galería de ladrones de la Capital, álbum de fotografías con impresiones fotomecánicas de los principales malhechores de la ciudad y Vida de los ladrones célebres y sus maneras de robar.
Diez años después publicó Memorias de un vigilante que originalmente firmó bajo el seudónimo Fabio Carrizo. Obra autobiográfica en forma ficcional que utiliza a su personaje para describir su trayecto a la gran ciudad, el impacto que le causó, su ingreso a la policía y su encuentro con la heterogeneidad citadina. El registro del lunfardo y su mundo circundante, análisis y relatos pícaros sobre el delito a la propiedad, descripciones precisas sobre el malevo y su vestimenta, sobre criollos y extranjeros, el vigilante enamoradizo, la jerarquía en el hampa, los delatores.
Ese mismo año escribió Viaje al país de los matreros, una obra que clasifica en forma ágil recuerdos de sus viajes por las costas del río Paraná. Escenas, costumbres, personajes. La carnada, la caza del peludo, la doma, el fogón, la siesta, las tierras bajas donde se refugiaban los matreros solitarios y de pocas palabras.
En 1898 fue director y primer editor de la revista Caras y Caretas. Ilustraciones de calidad, caleidoscopio de retratos de habitantes, diferentes maneras de uso del idioma, notas de intriga y crítica política, relatos detallados e irónicos de acontecimientos sociales y culturales que daban cuenta del cambio de costumbres, identificación de oficios y nuevos hábitos. Viñetas populares que invitaban al asombro y producían empatía masiva, y secciones como “Portfolio de Curiosidades” y “Sinfonía”.
En 1898 publicó En el mar Austral, croquis fueguino, una historia de aventuras en un barco ballenero que recorre el extremo sur de Argentina y Chile, una ficción en la que describe el paisaje desolado de la isla del fin del mundo y las condiciones de vida de sus pobladores. Una obra enfocada a que los habitantes de la gran ciudad apreciaran la diversidad y lo inmenso del territorio nacional.
La precisión en el relato de los paisajes, la descripción de los habitantes originarios de la zona (yaganes, alacalufes y onas), la fuerza expresiva que imprime a la figura de los loberos, mineros, buscadores de oro, contrabandistas, los datos sobre lobos marinos, tiburones, delfines, ballenas, albatros, avutardas, alciones, petreles, pingüinos o la aparición de las leyendas del huemul, del avestruz o del guanaco hacen de este libro una guía imprescindible sobre la región más austral de nuestro país.
Lo curioso es que Fray Mocho nunca viajó a esa zona y compuso su obra en base a numerosos datos, historias y anécdotas que le aportaron marineros y exploradores y le permitieron un acercamiento que su pluma describió con notable verosimilitud.
Sus obras póstumas como Cuentos de Fray Mocho, Cuadros de la ciudad o Salero criollo sumaron aristas, situaciones y relatos que describieron con humor ácido una época de cambios en la vida cotidiana y mostraron las actitudes de las clases sociales ante esas transformaciones.
Detallista, provocador, retratista de lo evidente que vivía en las sombras, cultor de la filigrana literaria para comunicar. Bien ganado el título de primer periodista profesional en Argentina.
Salú Fray Mocho!
Ruben Ruiz
Secretario General