La voz de los que no tenían voz
A las 20,25 horas de un día como hoy de 1952, Evita nos dejó pero nunca más se fue.
Fue un torbellino. Carismática, intuitiva, trabajadora, solidaria, práctica, polémica, pasional, fanática de Perón, sin concesiones con los poderosos, portadora de una honestidad brutal, con política en la cabeza y el corazón. Porque no fue solo sentimiento.
Eva María Duarte nació en 1919 en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. Fue la menor de cinco hijas/os que tuvieron el estanciero Juan Duarte y Juana Ibarguren. Todos fueron registrados como hijos naturales debido a que Duarte tenía otra familia legalizada en Chivilcoy. Evita vivió sus primeros años en una de las estancias de los Duarte y luego su familia se mudó a Los Toldos, donde su madre trabajaba como costurera. En 1926 la tragedia hizo su aparición. Su padre falleció en un accidente automovilístico y la realidad cambió abruptamente. La pobreza se instaló en forma constante y feroz.
En 1930 se mudaron a Junín y la situación mejoró un poco. Blanca, la hermana mayor, se recibió y trabajó de maestra, Elisa ingresó en la oficina de Correos y Juan era cadete de una farmacia y vendedor de la empresa de artículos de tocador Guereño. Mientras tanto, Evita, junto a Erminda, cursaba sus estudios primarios en la Escuela N.º 1 “Catalina Larralt de Estrugamou”, de donde egresó en 1934.
A los quince años decidió probar suerte en Buenos Aires. Viajó con su madre para realizar una prueba en Radio Nacional y a los pocos días retornaron a Junín. Al no recibir respuesta tomó una decisión audaz. Volvió a Buenos Aires, donde su hermano estaba haciendo el servicio militar, y se instaló. Con la ayuda del cantor Agustín Magaldi y el periodista Edmundo Guibourg consiguió un papel en la obra teatral “La señora Pérez”. Fue el inicio de una carrera artística esforzada y ascendente que incluyó incursiones en el cine y en la radio. Finalmente, en 1942 fue contratada por la Compañía Candilejas, para trabajar en un radioteatro auspiciado por la empresa Jabones Radical en Radio El Mundo y al año siguiente realizó el radioteatro nocturno “Grandes mujeres de todos los tiempos” en Radio Belgrano.
El 14 de enero de 1944 se produjo el terremoto en San Juan. La solidaridad no tardó en desplegarse. Muchos artistas populares colaboraron. Evita fue una de las más activas. El 22 de enero se llevó a cabo un festival multitudinario en el Luna Park en beneficio de las víctimas. Evita fue ubicada en la butaca contigua a la del secretario de Trabajo y Previsión, coronel Juan Domingo Perón. Esa noche cambió su vida y, en parte, la de nuestra Nación. Se estableció un vínculo indestructible que marcó la historia.
Creció aceleradamente La abanderada de los humildes y Evita Capitana. Se instaló una relación directa entre ella y el pueblo que asombró y descolocó a propios y extraños. Su matrimonio con Perón fue un acto de plenitud, su lealtad política una constante inmutable, su eficacia ejecutiva un hecho indiscutible.
Fue parte de la organización del 17 de octubre de 1945, discutiendo con dirigentes que no veían posible la rebelión y con la gente en la calle, polemizando y convenciendo. Fue firme portavoz de la campaña electoral que llevó a Perón a la presidencia en 1946. Fue férrea defensora de los actos del gobierno peronista e impulsora decidida de sus medidas sociales más audaces.
Su ritmo de trabajo era demoledor. Se construyó como un nexo idóneo entre los sindicatos y el presidente Perón desde su puesto en la secretaría de Trabajo y Previsión. Gestionó todo tipo de reclamos de los/as trabajadores, apoyó la creación de organizaciones sindicales, influyó en las negociaciones colectivas, participó de asambleas y congresos, impulsó todo tipo de movilizaciones.
No quiso hacer beneficencia. Ayudó a los más pobres sin intermediarios. Por eso creó la Fundación. Y cuando Perón le preguntó: Y el dinero…? Muy simple -le respondió- comenzará con el tuyo. Tu sueldo de presidente será el primer aporte. Perón mismo reconocería que el primer decreto ley de protección a la Fundación fue creado por su esposa. No estaba lleno de artículos pero fue más drástico que cualquier ley escrita, comentaba.
Así comenzó una ayuda monumental transformada en escuelas, hogares de tránsito y de ancianos, viviendas populares, clínicas, ambulancias, preventivos, becas para estudiantes, proveedurías, alimentos, máquinas de coser, cocinas, colonias de vacaciones, pelotas de fútbol, juguetes.
Solo cuando no tenés nada o muy poco sabes cuánto vale la eficacia en política.
Fue feminista en la práctica. Logró legalizar el voto femenino en una campaña relámpago. Sentenció: “La mujer argentina ha superado el periodo de tutorías civiles. La mujer debe afirmar su acción, la mujer debe votar”. Esa largada veloz obligó a acelerar la Constitución del ’49 y permitió efectivizar el voto femenino en el ’52. Impulsó la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida que garantizó en esa Constitución, así como los derechos del niño y de la ancianidad.
Los más pobres y los desposeídos tuvieron voz y futuro con la acción concreta de Eva Perón. Las niñas y niños, los ancianos y las mujeres fueron reconocidos por las políticas pública. Las y los trabajadores tuvieron acceso directo a las decisiones estratégicas.
Quizás, por esa vehemencia política y su autonomía de movimiento no la dejaron ser vicepresidenta.
Rompió los moldes y se lo cobraron.
Pero quedó en la memoria de millones, generación tras generación.
Y ese sentimiento no se borra. Es indeleble.
Perdura en sus descamisados/as.
Es de las cosas que no merecen discusión.
Ruben Ruiz
Secretario General