Primer izamiento de nuestro pabellón nacional
Un día como hoy pero de 1812 se produjo el primer izamiento de nuestra bandera en las barrancas del río Paraná ante los soldados formados de la batería “Libertad”, los que conformarían la batería “Independencia” en una de las islas y los vecinos de la Villa de la Virgen del Rosario de los Arroyos (actualmente Rosario) y alrededores que se habían congregado por orden del comandante militar. Eran las seis y media de la tarde y ante la emoción contenida nació uno de nuestros cuatro símbolos nacionales junto a la escarapela, el escudo de la República Argentina y el Himno Nacional.
Debido a los ataques españoles que recrudecían en las costas del Paraná a finales de 1811, el Primer Triunvirato ordenó a Manuel Belgrano comandar un cuerpo de ejército, dirigirse al lugar y defender ese territorio. El mandamiento se firmó el 24 de enero de 1812.
Constituido con sus tropas en la villa de Rosario, el general Belgrano instaló la batería “Libertad” y controló los ataques enemigos. En ese contexto bélico, sostuvo la idea de que sus soldados no podían seguir utilizando la cucarda roja, símbolo de las tropas españolas y el 13 de febrero pidió autorización al Primer Triunvirato para que sus soldados usaran una escarapela distintiva. Diseñó el nuevo símbolo con los colores azul celeste en su contorno y blanco en su centro. El 18 de febrero, el gobierno creó oficialmente la escarapela y autorizó su uso.
El 23 de febrero las tropas lucieron su símbolo distintivo, “…para que acaben de confirmar a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de la América”, según la comunicación de Belgrano al Primer Triunvirato.
Entusiasmado con ese acto de soberanía, Belgrano pergeñó otra idea más disruptiva para el momento. Crear una bandera que nos representara. Diseñó un modelo, se contactó con vecinos de la villa de Rosario para solicitarles el material para confeccionarla y disposición para coserla. El almacén de Pedro Tuella proporcionó el raso de seda celeste y blanco y su hija adoptiva, María Catalina Echevarría, unió dos trozos con un flequillo de oro en su extremo.
Todo indica que la primera enseña tuvo dos paños: el superior de color blanco y el inferior de color celeste, tal como aparece de fondo en la pintura más famosa de Belgrano o como fungió la bandera confeccionada para el Ejército de los Andes en 1816 por las mujeres mendocinas.
El 27 de febrero de 1812 Belgrano comunicó formalmente su decisión al Primer Triunvirato mediante un oficio y convocó a Cosme Maciel, máxima autoridad civil presente en su carácter de Regidor de Santa Fe, armador de barcos de cabotaje y conocido del general desde su expedición al Paraguay, para tener el honor de ser el primero en izar el pabellón nacional. Lo saludó y le dijo: “Vea si está corriente la cuerda y ate bien la bandera para llevarla bien alto, como debemos mantenerla siempre…”. Acto seguido se dirigió a su tropa con estas palabras:
“Soldados de la Patria, en este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro excelentísimo Gobierno. En aquel (señalando la batería “Independencia”), nuestras armas aumentarán las suyas. Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad.
En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!”
Luego se dirigió al oficial encargado y le ordenó: “Señor capitán y tropa destinada por primera vez a la batería “Independencia”: id, posesionaos de ella, y cumplid el juramento que acabáis de hacer.”
Ese gesto de soberanía no estuvo exento de riesgos.
El 3 de marzo el Primer Triunvirato contestó el oficio, desautorizó el acto, le ordenó a Belgrano que guardara la bandera confeccionada y que la reemplazara por la oficial que se usaba hasta esos momentos. Belgrano no se enteró oficialmente de esa resolución porque había partido para comandar el Ejército del Norte, el primer cuerpo militar desplegado por las Provincias Unidas del Río de la Plata en la guerra de la Independencia, con el fin de enfrentar a los españoles en esas tierras y consolidar la presencia del gobierno revolucionario.
El 25 de mayo, en su camino hacia Humahuaca, Belgrano hizo un alto en San Salvador de Jujuy, organizó los festejos conmemorativos de la sublevación de 1810, enarboló la bandera en el balcón del Ayuntamiento y la hizo bendecir por el sacerdote Juan Ignacio Gorriti. Sin ocultar sus actos, comunicó mediante un nuevo oficio todos los hechos celebratorios al Triunvirato.
El 18 de julio Belgrano contestó al gobierno central señalando su desconocimiento de la existencia de un oficio anterior por el cual el gobierno central lo apercibía por el uso de la bandera celeste y blanca y se comprometía a deshacerse de ella.
El 24 de septiembre, en abierta desobediencia a las órdenes del gobierno de Buenos Aires de refugiarse en Córdoba, el Ejército del Norte se enfrentó a las tropas realistas en la Batalla de Tucumán. Fue una victoria contundente que afirmó la presencia de las Provincias Unidas y consolidó esos límites territoriales bajo su control. En el enfrentamiento, los patriotas lucharon sin bandera alguna que los identificara.
En octubre de 1812 los vientos cambiaron. El Primer Triunvirato cayó, por la acción conjunta de la Logia Lautaro, el Regimiento de Granaderos a Caballo y la Sociedad Patriótica comandada por Bernardo de Monteagudo y asumió el Segundo Triunvirato. Belgrano tuvo un respiro.
Consciente del significado político, moral y anímico que representaba la presencia de un símbolo identificatorio para sus soldados victoriosos, el general Belgrano hizo jurar el pabellón nacional celeste y blanco el 13 de febrero de 1813 en las márgenes del rio Juramento (o Salado) como gesto de lealtad a la Soberana Asamblea General Constituyente del Año XIIl.
En su marcha hacia el norte volvió a enfrentar a los españoles en la Batalla de Salta. La victoria fue arrasadora y el control de la zona se consolidó. Esta vez, la bandera insurrecta flameó en el campo de batalla. La lucha por los símbolos patrios estaba desatada y Belgrano no aflojó.
El 26 de julio de 1816 el Congreso Nacional oficializó el diseño de la bandera nacional con sus tres paños: celeste, blanco y celeste y desagravió a Manuel Belgrano por el injusto reto sufrido. Luego hubo un largo proceso de tensiones políticas por la imagen del pabellón patrio.
Durante el gobierno del brigadier general Juan Manuel de Rosas sus colores fueron: azul, blanco y azul para diferenciarse de los unitarios que usaban el celeste como distintivo. Tras la caída del gobierno rosista se retomó la trilogía celeste-blanca-celeste y en 1869 el presidente Domingo Faustino Sarmiento autorizó su uso en casas y edificios en las fechas patrias. En 1884 el presidente Julio Argentino Roca volvió a limitar su uso a escuelas, cuarteles y barcos.
En 1943 el gobierno nacional estableció por decreto que la bandera oficial con el sol podía ser utilizada por el gobierno federal, los gobiernos provinciales y de territorios y los particulares podían usar el pabellón nacional sin sol. En 1944 se oficializaron los patrones para el sol central: de color amarillo oro con 16 rayos flamígeros y 16 rectos en forma alternada. Durante muchos años convivieron las banderas sin sol y con sol, denominada “de guerra”.
Finalmente, el 16 de agosto de 1985 se aprobó la ley 23.208 por la cual se estableció que la bandera oficial argentina es la que tiene el Sol de Mayo o Sol Inca en su centro.
Historias que también definen algunos de nuestros rasgos como Pueblo y Nación.
La bandera. Símbolo nacional que nos cobija y nos une cuando la mano viene cambiada y nos alienta y da fuerzas cuando somos capaces de ir para adelante.
No pretende nacionalismos vacíos y de conveniencia o adoraciones exageradas. Solo nos exige honrarla. Y para eso pide: coraje, honestidad y coherencia.
Salú Celeste y Blanca!!
Ruben Ruiz
Secretario General