Amor por las estrellas y lucha por los derechos de la mujer
Un día como hoy pero de 1889 se despedía María Mitchell, astrónoma, bibliotecaria, educadora estadounidense y feminista tenaz. Fue la primera astrónoma profesional en EE UU, primera mujer miembro de la Academia Estadounidense de Ciencias y Artes y de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia y una de las primeras integrantes de la Sociedad Americana de Filosofía.
Nació en 1818 en la isla de Nantucket, Massachusetts, una de las capitales de la industria ballenera. Hija de Lydia Coleman Mitchell, bibliotecaria, y de William Mitchell, maestro de escuela y astrónomo aficionado. Tuvo siete hermanos y hermanas. Fue criada bajo los principios de la comunidad cuáquera en la que se impartía la misma educación a niños y niñas, y se promovía la búsqueda de la independencia y la realización personal a través del trabajo y la dedicación.
A los cuatro años ingresó a la escuela Elizabeth Gardener, luego en la North Grammar School, donde su padre era profesor y a los once años fue alumna del establecimiento educativo que inauguró su padre. Al mismo tiempo su progenitor le enseñaba el uso de cronómetros, sextantes, telescopios refractores simples y telescopios Dollond y rudimentos de astronomía. Lo acompañaba al pequeño observatorio instalado en la terraza del Banco del Pacífico, a realizar observaciones nocturnas. A los trece años cronometró el momento preciso del eclipse anular de sol que pasó en su totalidad por Nantucket y meses después pronosticó un eclipse lunar. A los catorce, calibraba los instrumentos de navegación que ayudaba a orientarse a los barcos balleneros durante sus largas travesías. Los marinos confiaban en sus conocimientos técnicos incorporados durante esos años.
Cuando la escuela de su padre cerró, cursó estudios en el establecimiento para señoritas de Cyrus Peirce, de quien fue asistente de enseñanza. Por falta de recursos económicos debió abandonar. En ese trance, se encontró con nuevos profesores gracias a que su madre que trabajaba en dos bibliotecas: los autores de textos de investigación, tales como Secciones cónicas de Bridge_, Navegante práctico de Nathaniel Bowditch, Movimientos teóricos de cuerpos celestes de Gauss y obras de los franceses Lagrange, Laplace y Legendre.
A los 17 años abrió su propia escuela donde introdujo nuevas técnicas educativas y permitió la inscripción de alumnos/as blancos y negros. Una decisión arriesgada en un país racista que duró solo un año. A los 18, ingresó en la Biblioteca del Ateneo de Nantucket que tenía un horario acotado. Mientras cumplía sus tareas aprovechaba para aprender alemán, latín, matemática avanzada y mecánica celeste. Durante las noches ayudaba a su padre en observaciones astronómicas y en cálculos geográficos para el Servicio de la costa de EE UU.
En 1843 abandonó la iglesia cuáquera y adscribió a una rama del protestantismo, el cristianismo unitario. Se involucró en el movimiento antiesclavista (como protesta dejó de usar ropa de algodón, en cuyas plantaciones morían miles de esclavos), en la lucha por el voto femenino y se unió al movimiento nacional de mujeres por numerosas reformas sociales.
En el techo de su casa habían construido otro improvisado observatorio. El 1 de octubre de 1847, María descubrió una mancha blanca en un segmento de cielo que venía estudiando. Había descubierto un cometa. Inicialmente no quiso publicar su hallazgo por miedo a las críticas de otros científicos. En enero de 1848 publicó el descubrimiento en el “Diario de Silliman” bajo el nombre de su padre. Al mes siguiente, tomó coraje y presentó su cálculo de la órbita del cometa con su nombre y apellido. La prensa y la academia, lo bautizaron como el Cometa de Miss Mitchell (hoy, C/1847 T1). Recibió un premio en la Convención de Seneca Falls (primer encuentro feminista y antiesclavista en EE UU) y una medalla del rey Christian VIII de Dinamarca, cuyo antecesor impulsaba nuevos hallazgos astronómicos.
La ciencia también reconoció a la novel astrónoma y fue designada miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias. A su vez, fue contratada por la Oficina del Almanaque Náutico de los EE UU para que registrara los movimientos de los planetas, particularmente el de Venus, cuerpo celeste que los marinos tomaban como estrella guía en sus viajes en esa época.
Sus ahorros y su trabajo de acompañante de Nathaniel Hawthorne le permitió viajar por el sur de EE UU y Europa. Visitó los observatorios de John y Caroline Herschel y Mary Somerville, se entrevistó con filósofos naturalistas como Alexander von Humboldt, William Whewell y Adam Sedgewick, intercambió opiniones con George Ary -astrónomo real que había establecido el meridiano de Greenwich- y fue la primera mujer no religiosa que ingresó en el Observatorio Astronómico del Vaticano, gracias al jesuita Pietro Angelo Secchi, astrónomo del lugar.
En 1858 retomó su trabajo en el servicio naval hasta que en 1865 fue convocada por Mathew Vassar para trabajar como profesora de astronomía en el Vassar College, universidad de élite solo para mujeres ubicada en Pougkeepsie, estado de Nueva York. Allí esparció conocimientos, alentó vocaciones e inspiró un estilo de trabajo bajo tres premisas: la observación, la imaginación y el pensamiento crítico. Llevaba a sus alumnas a excursiones para divisar eclipses y otros fenómenos estelares y hacía escuela en la igualdad de trato. “Somos mujeres trabajando”, les repetía.
Además, trabajó sobre la autoestima de las mujeres que pretendían ser científicas y eran sistemáticamente subestimadas por los hombres de ciencia. Enseñó durante 23 años y fue también la directora del observatorio de la institución, donde investigó manchas solares y otros objetos del sistema solar.
Su lucha no fue solo académica. Los derechos de las mujeres eran otro vector de su vida diaria. Luchó y logró que igualaran el salario de los y las profesoras y equipararan la carga horaria en su universidad. En 1873 fue cofundadora de la Asociación Americana por el Avance de la Mujer desde donde promovió una profunda reforma educativa, normas para el acceso de la mujer a la educación superior y campañas para que las mujeres formaran parte de los consejos escolares locales. En 1875-1876 fue su presidenta, cargó que resignó para encabezar un Comité de ciencia especial para promover y analizar el progreso de las mujeres en matemáticas y otras disciplinas de investigación.
Unas frases propias que pintan su convencimiento sobre el protagonismo femenino en la ciencia: “En mis años jóvenes, solía decir: “¡Cuánto necesitan las mujeres las ciencias exactas! Pero desde que conocí a algunos científicos que no siempre atienden a las enseñanzas de la naturaleza y que se quieren a sí mismos más que a la ciencia, digo: “¡Cuánto necesita la ciencia a las mujeres!”.
Durante años sus trabajos de investigación se centraron en las manchas solares, Júpiter, Saturno, las estrellas binarias y las nebulosas. Publicó sus observaciones en el “Diario de Silliman” y “El investigador de Nantucket” y notas de divulgación en revistas masivas como “Horas en casa”, “Century” y “Atlantic”. Paralelamente, desarrolló la excelencia académica en el Vassar College que tuvo más estudiantes inscriptos en matemáticas y astronomía que la universidad de Harvard entre 1865 y 1888, año en que padeció una dolencia cardíaca, se jubiló y se retiró a vivir en su casa donde su sobrino arquitecto le construyó un pequeño observatorio.
Exploradora consecuente, ingeniosa, didáctica, disciplinada, innovadora, enamorada de los cuerpos celestes y de las explicaciones sencillas, terrenales.
Salú María Mitchell!! Por tu destreza para la observación, por tu imaginación para interpretar los datos, por tu espíritu crítico para establecer mejores métodos de estudio y cálculo y por tu perseverancia en la defensa de los derechos de la mujer.
Ruben Ruiz
Secretario General