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Efemérides 28 de Mayo

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Leonardo Favio, el creador solitario que tenía un pueblo en la cabeza

Un día como hoy pero de 1938 nacía Fuad Jorge Jury Olivera, cantante, compositor, director de cine, actor, guionista y libretista argentino que hizo de la balada romántica latinoamericana un estandarte sostenido en la simpleza de sus letras, la efectividad y la cercanía emocional y de sus películas una policromía de arte histórico-político sin bajar línea ni aleccionar pero mostrando con realismo la infancia pobre, las facetas complejas del poder, las vicisitudes de los subalternos sociales, la marginalidad, la proximidad entre el juego, la sexualidad y la inocencia.
Peronista visceral. No necesitó de un carnet para explicar su sentimiento político apegado a su experiencia práctica que vivió desde la infancia. Obras y hechos que explicaban razones.
Nació en Las Catitas, departamento Santa Rosa, provincia de Mendoza. Hijo de la actriz y escritora Manuela Olivera Garcés (más conocida como Laura Favio) y del ciudadano de origen sirio-libanés Jorge Jury Atrach. A los pocos meses de su nacimiento su familia se mudó a un barrio muy pobre de Lujan de Cuyo. Poco tiempo después, su padre abandonó a la familia.
Su infancia fue dura, enmarcada en la pobreza, la vida callejera, los “reformatorios”, internados y comisarías. En su tiempo libre de escándalos aprendió a tocar la guitarra de la mano de un zapatero chileno con el que acordó un trueque tan antiguo como simple: clases por trabajo.
Su madre escribía guiones para productoras de Buenos Aires. Así, logró para su hijo un papel en un radioteatro de Radio “El Mundo”. Nacía Leonardo Favio (el nombre del alias por Da Vinci y el apellido en honor a su madre). Luego, gracias a su tía materna logró un papel en una pequeña escena de la película Cuando en el cielo pasen lista (1945).
A fines del ’50 se instaló en Buenos Aires. Nuevamente, su tía le consiguió un papel de extra en la película El ángel de España (sobre la vida de Pedrito Rico) y trabajó como actor en el programa televisivo “Todo el año es Navidad”, junto a Raúl Rossi, donde fue descubierto por el director Leopoldo Torre Nilsson que lo introdujo como actor en los filmes El secuestrador, Fin de fiesta y La mano en la trampa. También actuó en El jefe, dirigido por Fernando Ayala, Dar la cara, dirigida por José Martínez Suárez con música del “Gato” Barbieri, _La terraza, dirigida por Torre Nilsson con música de Jorge López Ruiz, entre otras.
Su carrera actoral ya se había asentado y su estadía en Buenos Aires fue permanente. En esa época conoció a María Vaner con quien se casó y tuvo dos hijos.
Siempre se sintió atraído por la dirección. En las películas en que actuaba fue conociendo los secretos del metier y se animaba a insinuar indicaciones respecto al modo de ubicar la cámara.
En 1964 dirigió su ópera prima: Crónica de un niño solo, un fresco reflexivo sobre el abandono, la pobreza y la incomprensión social. La historia de Piolín, su vida en el orfanato, su rebelión a los excesos del personal carcelario, su fuga, su llegada al barrio pobre que no puede consigo mismo y que no reparará en su indefensión, desenfreno tribal ante un amigo indefenso, ternura infantil ante la puerta de un prostíbulo. Sensaciones de libertad mixturado con un viaje a la nada y el recuerdo de que la pérdida de la inocencia es un salto demoledor.
Una obra maestra (considerada por sus pares una de las mejores películas argentinas) realizada con recursos mínimos, con la intuición inefable de un observador agudo de la realidad, planos de profundo realismo, formidable fotografía en blanco y negro, ternura sin paternalismo, lenguaje dramático apropiado, diálogos parcos, imágenes icónicas (las escenas iniciales del correccional y el movimiento de los pibes por las escaleras en esa arquitectura aplastante, la corrida de Piolín en la calle después de escaparse del encierro).
En 1967 estrenó El romance del Aniceto y la Francisca… (el título es más largo), historia filmada íntegramente en Mendoza sobre el amor y el desamor, las consecuencias de amores cruzados, con una narración reconocible, salpicada de imágenes y símbolos populares, con inclusión de obras de teatro o funciones de circo dentro del film. Un hallazgo.
La trilogía se completó con El dependiente (1969), realizada en Derqui, provincia de Buenos Aires. Una historia de personajes con aspiraciones mínimas, subordinados por la mediocridad, con miedos a romper, rutinas de peso demoledor, secretos familiares y final que acompaña el drama de los personajes y sus circunstancias con perpleja levedad.
Al mismo tiempo, Leonardo Favio se iba transformando en ídolo popular de la canción. Se había iniciado en “La botica del ángel” que dirigía Eduardo Bergara Neumann. Un espacio cultural alternativo donde Favio debutó junto a otras figuras emergentes (Nacha Guevara, Susana Rinaldi, Marikena Monti, Horacio Molina, Marilina Ross, Valeria Lynch, el Cuarteto Zupay) y que también incursionó con notable repercusión en la televisión.
Su primer éxito fue “Fuiste mía un verano”. Un golazo que encadenó una serie interminable de temas muy populares en todo el continente: “Ella…Ella ya me olvidó. Yo la recuerdo ahora”, “Quiero aprender de memoria”, “Ding Dong, Dong Dong, estas cosas del amor”, “Chiquillada”, “Con el Tilín Tilón”, “Para saber como es la soledad”, “O quizás simplemente le regale una rosa”, “No juegues más”, “La Bohemia”, “No me importa lo que diga la gente”, “Me siento libre”.
Voz de barítono, pinta de hombre sufrido pero no sufriente, entrador, empático; composiciones simples, poesía llana, descripción de situaciones cotidianas, manejo del vocabulario popular (uso del “vos” en lugar del “tu”, común en las canciones de la época o de la palabra “piba”), utilización de diminutivos. Nacía el ídolo popular, cercano, reconocible.
De pronto, dejó la canción y enfiló hacia el cine y la participación política. Era una época prolífica y de posicionamientos. Adoptó un estilo más radicalizado y estrenó Juan Moreira (1973). No era un film histórico ni político tradicional. Era cultural. Utilizó un símbolo de la mitología popular. Injusticia, proscripción, bandidaje, violencia, historia vívida difundida entre los paisanos y trabajadores. Ficción con herramientas de la realidad. Incorporó una conexión disruptiva: conectó el film con la historieta, los relatos orales, el circo criollo. Otro gol.
La historia argentina dejó su huella en su vida. Persecución política de la Triple AAA, divorcio de María Vaner, uso de su figura para ser el presentador del trunco acto de recibimiento del pueblo peronista con su líder en Ezeiza que terminó en tragedia.
Su arte no se detuvo. Continuó con Nazareno Cruz y el lobo (1975), ficción de otro mito popular: el del Lobizón, monstruo legendario de la mitología guaraní. Fantasía, dramatismo y participación popular en un final de trágicas consecuencias. Aún hoy se mantiene como la película más vista de la historia del cine argentino: cuatro millones de espectadores/as.
La dictadura más sangrienta de nuestra historia le impuso un exilio obligado en 1976. Nueva apuesta por el amor con Carolina Leyton (Carola) con quien concibieron un hijo y una hija. Volvió por un rato en 1987 y realizó una extensa gira por Latinoamérica. Años después retornó definitivamente y se despachó con Gatica, el Mono (1993), pintura de un ídolo popular sin filtro, su exagerada vida dentro y fuera del ring, el ascenso y la caída, su entorno, su amor por Perón, sus fantasías cumplidas y sus sueños inalcanzables. Un fresco argentino.
Entre 1996 y 1999 realizó su gesto artístico póstumo: Perón, sinfonía de un sentimiento, film de casi seis horas de duración sobre la historia del peronismo, los antecedentes históricos que lo precedieron y la impronta popular permanente que irradió.
En la primavera de 2012 una hepatitis C y una inoportuna neumonía se combinaron para finalizar su vida cinematográfica. Uno de los creadores del alma popular se iba. Los mitos, personajes y paisajes amigos lo despidieron. Tarareos conocidos crecieron con la multitud.
Salú Leonardo Favio!! Por hacernos cantar canciones entradoras y pegadizas y emocionarnos con personajes duros, angustiados, soñadores, que no pedían ni ofrecían perdón.
Un personaje ineludible de nuestra popular imaginaria con su pañuelo atado a la cabeza.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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