La científica que develó las consecuencias de la radioactividad en el mar y la lluvia
Un día como hoy pero de 2007 se despedía Katsuko Saruhashi, geoquímica y feminista japonesa que puso en evidencia los efectos de la contaminación radiactiva en los océanos y en la atmósfera, logró poner un freno a las pruebas nucleares que se realizaban en el océano Pacífico y luchó en forma persistente por la incorporación y reconocimiento de las mujeres en la actividad científica.
Nació en 1920 en Tokio. Sus padres sostenían que las mujeres debían recibir la misma instrucción que los varones, hecho no tan común en ese Japón semirrural. Curiosa, intuitiva, interesada por la Naturaleza, amante de la física y las matemáticas. Su madre fue la gran impulsora para que fuera una estudiante regular. Quería que tuviera una profesión y que se pudiera autosustentar económicamente. Sabía lo que era ser una mujer sin recursos en una sociedad jerárquica, rígida y patriarcal.
Trabajó en una compañía de seguros pero renunció en 1941 para matricularse en la Escuela Imperial de Ciencia para Mujeres (antecesora de la Universidad de Tōhō), en la que se graduó con el título en Química dos años después. Rechazó varios ofrecimientos para trabajar para el ejército. Su gen pacifista no se lo permitió. No concebía que la ciencia se utilizara para matar.
Unos meses después se incorporó al Instituto de Investigación Meteorológica (perteneciente al Observatorio Meteorológico Central). Allí trabajó en su laboratorio geoquímico junto a quien sería su mentor, el químico Yasuo Miyake.
El Japón en el que vivía Saruhashi era dramático. La Segunda Guerra Mundial había devastado su economía y se produjeron situaciones demográficas insospechadas. Una de ellas fue que la muerte de millones de hombres dejó en evidencia que otras tantas mujeres que habían quedado huérfanas o viudas se encontraran indefensas ante la falta de recursos económicos o formación para trabajar.
La tradición centenaria de invisibilizar a las mujeres pasaba factura de una manera inaudita.
La madre de Katsuko intuyó que ese escenario era posible e hizo todo lo posible para que su hija estudiara y ambas convinieron en que las carreras técnicas o emparentadas con las ciencias duras eran las más adecuadas para insertarse en ese mundo difícil.
Su primera investigación fue la medición de la acidez (el pH) de cada lluvia que se produjo durante los siguientes cinco años. Tomó como parámetro una investigación similar que databa de diez años antes y descubrió que la mediana del pH estaba varios puntos por encima de aquella medición lo que demostraba científicamente las intensas variaciones atmosféricas y meteorológicas que se habían producido durante esos años.
En 1954 los EE UU comenzaron las pruebas nucleares en el atolón de Bikini, islas Marshall. Su nombre militar fue “Operación Castle” y estuvieron dirigidas en forma conjunta por el Departamento de Defensa y la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos. Algunas explosiones tuvieron una potencia de 15 megatones, provocaron contaminaciones radiactivas en otras islas de alrededor y la enfermedad y/o muerte de una parte de la tripulación del barco atunero japonés Daigo Fukuryu Maru.
En ese contexto, el gobierno japonés solicitó al Instituto de Investigación Meteorológica que investigara los niveles de radiactividad existentes en el océano y en las lluvias.
Saruhashi se sumergía en el atrapante mundo de los océanos. Estuvo un año y medio realizando un exhaustivo monitoreo en el mar de Japón. Sus antecedentes históricos habían sido las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki. Sabía de qué se trataba.
Descubrió que la radiación había llegado a las costas niponas en ese lapso de tiempo y que se habían originado en las pruebas nucleares estadounidenses en Micronesia. Demostró que el viento y las corrientes oceánicas transportaban las partículas radiactivas desde el Pacífico y contaminaban a muchos kilómetros de donde se realizaban las pruebas nucleares. Detectó señales de sustancias radiactivas a ocho mil metros de profundidad lo que también modificó la teoría sobre la rapidez en que se mezclan las aguas de superficie y las del fondo marino.
Como síntesis de sus observaciones e hipótesis en 1955 creó una metodología para medir la concentración de dióxido de carbono (CO2) en el agua del mar en función de la temperatura, el nivel de pH y la clorinidad. Ese método se denominó Tabla de Saruhashi, una eficaz herramienta que fue utilizada durante muchos años por los oceanógrafos para determinar el nivel de CO2 en los océanos y creó conciencia sobre la peligrosidad de la lluvia ácida y su poder contaminante en la atmósfera.
La contundencia de sus estudios y conclusiones respecto a los daños ambientales produjo una alerta mundial y llevó a que el 10 de octubre de 1963 ciento trece países firmaran el Tratado de prohibición parcial de los ensayos nucleares en la atmósfera, en el espacio exterior y bajo el agua, que se popularizó como Tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares (TPPEN).
Continuó sus investigaciones y hacia 1964 descubrió, gracias a sus mediciones de radiactividad, que las aguas orientales y occidentales de Pacífico norte se habían mezclado y hacia 1969 publicó un estudio con evidencias contundentes que demostraban que la contaminación radiactiva se encontraba en todo ese océano. Estos datos fueron esenciales para regular y limitar las pruebas nucleares en el mundo. Su trabajo posterior estuvo enfocado en la lluvia ácida y sus nefastas consecuencias para la vida en el planeta.
Contemporáneamente, Saruhashi continuó sus estudios y en 1957 se convirtió en la primera mujer japonesa en recibir el título de Doctora en Química. Su preocupación por los derechos de las mujeres también tuvo impacto práctico: en 1958 fundó la Sociedad Científica de Mujeres Japonesas que, aún hoy, lucha por la incorporación regular y con derechos de las científicas y por el reconocimiento de su tarea.
En 1980 fue la primera mujer elegida como integrante del Consejo Científico de Japón y, posteriormente, fue designada como miembro honorario de la Sociedad Geoquímica de Japón y de la Sociedad Oceanográfica de Japón.
A sus 87 años una neumonía truncó su salud. Pudo más que todos los vientos oceánicos que había atravesado en su vida.
Salú Katsuko Saruhashi! Por tu contribución a que los seres humanos prestemos atención a los peligros invisibles que nos rodean y exijamos a los gobiernos que los eviten, por tu humanismo, por tu pertinaz prédica por la paz, por tu paciencia oriental para mostrarnos evidencias.
Ruben Ruiz
Secretario General