El inventor que nunca se sintió grande
Un día como hoy pero de 1899 nacía en Budapest (Hungría) Ladislao José Biro, inventor de la birome, en cuyo honor se festeja el Día del Inventor.
Al nacer pesaba menos de dos kilos y los médicos le dijeron o la madre que lo dejara a un lado porque tenía pocas probabilidades de sobrevivir. Su madre hizo oídos sordos a esa orden; tomó una caja de zapatos, la forró con algodón, introdujo al bebé y la acomodó debajo de una lámpara para que le diera calor y mantuviera el cuerpo caliente. Así sobrevivió. Creció con rapidez y, por indicación del pediatra, sus padres ponían la comida fuera de su alcance para que Ladislao buscara una silla, subiera y comiera. Era para ejercitar la motricidad y los músculos. Parece que la tuvo difícil de entrada.
A los 16 años fue alistado como soldado, al final de la Primera Guerra Mundial. Se interesó por el hipnotismo y trabajó en una clínica en Budapest con técnicas para lograr efectos analgésicos. Fue despachante de aduanas, vendedor de autos, pintor, escultor y agente de bolsa.
Finalmente, se dedicó al periodismo, en el que saciaba su curiosidad pero también lidiaba diariamente con una lapicera fuente que manchaba, se corría antes de secarse o se atascaba cuando más la necesitaba. Cansado de esa situación, inventó, una variante de pluma estilográfica (instrumento que contenía un depósito con poca tinta y mucha agua que alimentaba un plumín). Fue una solución provisoria. Ya seguiría transitando ese camino más adelante.
Simultáneamente, existían otros problemas domésticos. Es así que en 1930 inventó un lavarropas automático para que esposa Elsa Schick, tuviera algún alivio con el lavado de prendas. En 1932 incursionó en la industria automovilística e inventó una caja de cambios automática mecánica, cuya patente compró General Motors. Nunca la utilizaron, pero desactivaron la posibilidad de que un competidor se la apropiara, mientras trabajaban en la confección de una caja hidráulica.
Sus problemas con las plumas para escribir subsistían y no podía resolverlos. Hasta que un día se detuvo a mirar unos niños que jugaban en la calle. Pateaban una pelota que atravesaba un charco de agua y en su trayecto distribuía una capa fina de agua de manera uniforme, sin solución de continuidad. En ese instante, se dio cuenta que las puntas de las plumas debían ser esféricas para que los trazos no se interrumpieran. La punta esférica se impregnaba de tinta de manera uniforme y se podía escribir aplicando la misma presión en diversas superficies. En 1938 la patentó en Hungría y en Francia, pero no la pudo comercializar por falta de recursos económicos.
Comenzada la Segunda Guerra Mundial, ante la posible invasión a su país por el ejército nazi decidió emigrar con su familia. El ex presidente argentino, Agustín Pedro Justo, lo había conocido circunstancialmente en Yugoslavia y, maravillado por su invento, lo había invitado a residir en nuestro país, pero Biro lo rechazó. Viajó a Francia en donde trabajó de periodista, pintor y en los laboratorios de los servicios secretos del ejército francés en el desarrollo de productos químicos e incendiarios.
Ante los peligros -cada vez más verosímiles- de una masacre nazi en Europa y la derrota de Francia ante los nazis, reconsideró el ofrecimiento de Justo, consiguió la doble nacionalidad, viajó en el barco “Sevilla” y se estableció en Argentina. Lo hizo con su hermano Gyorgy y su socio Juan Jorge Meyne, de origen judío; tiempo después emigraron su esposa y su hija y residieron en el barrio de Colegiales, de la ciudad de Buenos Aires.
En poco tiempo instaló la empresa Compañía Sudamericana Biro Meyne Biro en el garaje de su casa con 31 obreros y un modesto presupuesto. Mejoró detalles de diseño del primer prototipo e incorporó el sistema retráctil. Lo patentó el 10 de junio de 1943 y lo comercializó con el nombre de “Birome”. Además, diseñaron toda la maquinaria para fabricar el producto en escala al precio más bajo posible.
En la promoción inicial se la denominaba esferográfica y se anunciaba que siempre estaba cargada, que tenía una tinta indeleble y de secado instantáneo, que permitía hacer copias con papel carbónico y que no la afectaban las alteraciones de presión o temperatura, por lo que se podía utilizar en aviones. El mismo año, licenció su patente a la empresa estadounidense “Eversharp Faber” por la suma de U$S2.000.000 y en 1951 a Marcel Bich, creador de la marca “Bic” en Francia.
Prolífico inventor, se adentró en otras áreas. En 1943 inventó un termógrafo clínico para detectar cambios de temperatura, en 1944 diseñó un proceso continuo para resinas fenólicas que se utilizan en la producción de tableros de circuitos, otro proceso para mejorar la resistencia de varillas de acero y un dispositivo para degollar ampollas. Luego incursionó en el mundo de los perfumes y creó 21 fragancias que están registrados en la Enciclopedia de perfumes y un perfumero (con el mismo principio del bolígrafo) que fue el antecedente del desodorante a bolilla.
A finales de la década del ’50 creó un dispositivo para obtener energía de las olas marítimas, una boquilla con carbón activado para cigarrillos y la cerradura inviolable. Posteriormente creó un motor de combustión interna de un paso y un sistema molecular e isotópico para fraccionamiento de gases. Su última incursión fueron las investigaciones sobre nuevas tecnologías para el enriquecimiento del uranio que realizó en un laboratorio de su casa con dos técnicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica hasta que, lamentablemente, lo sorprendió la muerte en 1985.
Curioso precoz, práctico, audaz, explorador de lo desconocido, paciente, con voluntad de hierro.
Salú Biro!! Gracias por hacernos más fácil la vida cotidiana y por tu ingenio inconmensurable.
Ruben Ruiz
Secretario General