La crítica que revolucionó la historia del arte
Un día como hoy pero de 1931 nacía Linda Weinberg, historiadora del arte, escritora, profesora y feminista estadounidense que fue pionera en el estudio de la historia de las mujeres en el arte y una referente insoslayable en estudios respecto al impresionismo, el postimpresionismo y el realismo.
Nació en el barrio de Brooklyn, ciudad de Nueva York. Cursó sus estudios primarios y secundarios en la Ethical Culture School y el Midwood High School de Brooklyn. Desde purreta le gustó la pintura. Con 12 años, impulsada por su madre y sus profesores se presentó con sus dibujos en el Broklyn Museum y fue aceptada en la clase para niños/as con talento.
En 1951 se licenció en Filosofía en el Vassar College, al año siguiente cursó un máster en Literatura Inglesa del siglo XXVII en la Universidad de Columbia y en 1963 se doctoró en Historia del Arte en el Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York. Su tesis se refirió a la obra de Gustave Bourdet, fundador del realismo francés.
Trabajó en los departamentos de Arte del Vassar College, de las universidades de Yale, Columbia, Stanford, Williams y en el Hunter College de la universidad de Nueva York. Posteriormente, fue profesora distinguida de Historia del Arte en el Centro de Estudios de Posgrado de la City University de Nueva York, profesora titular de la Cátedra “Lila Acheson Wallace de Arte Moderno” en el Instituto de Bellas Artes de dicha universidad y formó parte del Consejo Asesor de Arte de la Fundación Internacional para la Investigación Artística (IFAR).
En 1971 escribió un ensayo emblemático que es considerado el manifiesto inicial de la mirada feminista en la historia del arte. Fue publicado en la revista “ArtNews” (en el marco de la discusión sobre La mujer en la sociedad sexista: estudios sobre poder e impotencia) y se tituló: ¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?.
Sacudió el tablero y cambió el paradigma en el estudio de la historia del arte.
Su enunciado era muy simple: no se trataba de la existencia innata de los “genios” masculinos sino de entender que, independientemente de su capacidad, las mujeres se vieron imposibilitadas de acceder a las mínimas condiciones para desarrollar sus habilidades artísticas. “Las estructuras institucionales y sociales han hecho imposible para las mujeres lograr la misma excelencia artística o el éxito que los hombres, sin importar su potencial o su talento”, escribió.
Era una realidad reconocible pero silenciada. Nochlin fue la primera académica en Occidente que lo expresó por escrito con absoluta claridad y que tuvo una repercusión inesperada. A partir de su artículo comenzó el “redescubrimiento” de numerosas artistas ignoradas.
Durante siglos las mujeres fueron excluidas de la enseñanza y existían grandes desigualdades, por ejemplo, en el campo de la pintura. Hasta el siglo XIX las mujeres tenían prohibida su concurrencia a las clases de modelo vivo que fue una base importante de aprendizaje para los pintores. Eso las condenaba a trabajar sobre géneros menores.
“Precisamente era la insistencia en que tener un nivel de amateurismo modesto, competente y humilde era un “logro adecuado” para la joven bien educada, que naturalmente debía dedicar su atención principalmente al bienestar de los demás –la familia y el marido–, lo que impedía, y aún impide, que las mujeres consiguieran un auténtico éxito”, escribió en su ensayo.
Por otra parte, los hombres eran los jefes de los talleres de arte, los que mayormente participaban de los círculos intelectuales y accedían a los más diversos contactos sociales. Según Nochlin, se presumía en los hombres “…un sentido natural de su merecida capacidad para dominar y ejercer el poder, tanto en la dirección de la producción de la pintura, como en el control y formación de los numerosos estudiantes y asistentes”.
Por otro lado cuestionó el concepto de genio y la definió como una creación cultural. Cuestionó la idea de que el genio provenía de la naturaleza o de una cuestión celestial y no, por los diferentes roles sociales que tenía. Lo extendió a la discriminación racial existente cuando preguntó por qué no había grandes artistas negros. Hacha y tiza para la academia.
En 1976 el Museo de Arte del condado de Los Ángeles le encomendó comisariar junto a Anna Sutherland la muestra “Mujeres artistas 1550-1950”, la primera en la historia en la que solo se incluyeron obras de creadoras. Fueron ochenta y tres de doce países, entre las que se encontraron Rosa Bonheur, Vanessa Bell, Frida Kahlo, Georgia O’Keeffe, Artemisia Gentileschi, Franciska Clausen, Hannah Höch, Emily Mary Osborn, Olga Rózanova, Clara Peeters, Marie Laurencin. Louise Modillón, Alice Neer, Elisabeth Vigée-Lebrun, Berthe Morisot, Florine Stteheimer, Dorothea Tanning.
Fue un hito en la historia de la mujer en el arte que luego se replicó en la Universidad de Austin, Texas, el Museo de Arte Carnegie en Pittsburgh y el Museo de Brooklyn, Nueva York.
En 2007 dirigió la exposición “Feminismos globales: Nuevas direcciones en el arte contemporáneo”, con la que se inauguró el salón Elizabeth A. Sackler del Centro de Arte Feminista del Museo de Arte de Brooklyn, el único centro de arte feminista que existía en ese momento.
Junto a su actividad docente y de crítica del arte mantuvo una prolífica trayectoria literaria. Algunas de sus obras fueron: Mujeres como objetos sexuales: Estudios del arte erótico, 1730-1970, Mujeres, arte, y poder y otros ensayos, La política de la Visión: Ensayos sobre el arte y Sociedad del Siglo XIX, Mujeres en el Siglo XIX: Categorías y contradicciones, Mujeres que representan.
En octubre 2017 la muerte la alcanzó cuando estaba por publicar Misère, una investigación sobre las representaciones de la pobreza en el arte del siglo XIX de Francia e Inglaterra.
Polémica, provocadora, perspicaz, persistente, pionera.
Sus obras son fundamentales para la teoría feminista en el arte y produjeron grandes cambios en el análisis y enseñanza de la historia del arte y en las prácticas de la curaduría.
Salú Linda Nochlin!!
Ruben Ruiz
Secretario General