El escultor del vacío, la energía del material, la figura humana y la familia
Un día como hoy pero de 1986 se despedía Henry Spencer Moore, escultor y dibujante británico de gran conocimiento sobre la historia del arte que le permitió ser un exponente de la mixtura entre la escultura clásica y moderna y ser un actor preponderante en las tendencias que se instalaron a principios del siglo XX.
Nació en Castleford, norte de Inglaterra en 1898. Hijo de Mary Baker y de Raymond Spencer Moore, ingeniero en minas. Cursó sus estudios primarios en su ciudad natal donde aprendió a moldear arcilla y tallar madera. Escuchó hablar de Miguel Ángel, conoció parte de su obra y quedó prendado. Su maestra descubrió su talento y su interés por la escultura medieval y tramitó una beca para Henry en la Castleford Secondary School en la que culminó sus estudios. Su vocación se definió: la escultura era la estación del arte donde quería aquerenciarse.
Sus padres se opusieron porque consideraban que era una actividad sin futuro. Trabajó como asistente de un profesor del secundario y luego como maestro en su antigua escuela primaria. En 1916 fue reclutado por el ejército para combatir en la Primera Guerra Mundial. Se convirtió en el miembro más joven del regimiento Prince of Wales’s Own Civil Service Rifles.
El 20 de noviembre de 1917 comenzó la batalla de Cambrai, primer gran enfrentamiento de tanques en la historia, donde 95000 hombres fueron muertos, heridos o capturados sin que se produjera ningún cambio significativo en la posición de los dos bandos. Henry Moore fue herido en un ataque alemán que utilizó gas venenoso. Fue retirado del campo de batalla e internado en un hospital, donde se recuperó y pasó los últimos meses de la guerra como entrenador físico.
Regresó a su país con algunas secuelas del episodio bélico y recibió un subsidio para continuar sus estudios lo que le permitió ser el primer alumno de escultura del Leeds College of Art and Design. La discusión con sus padres la había saldado la guerra y su decisión clara de ser escultor.
En 1921 ganó una beca para estudiar en el Royal College of Art en Londres. Allí se reencontró con su amiga Bárbara Hepworth, que a la postre se convertiría en una prolífica escultora. Esa estancia en Londres le permitió a Henry Moore profundizar sus conocimientos sobre el arte primitivo y la escultura. También acceder a las colecciones etnográficas del Victoria and Albert Museum y del Museo Británico y estudiarlas con mayor detenimiento. Quedó deslumbrado con el arte africano, el de Oceanía y el precolombino.
Sus primeras obras respetaron el estilo romántico de la era victoriana. Pero rápidamente se apartó de esa línea artística. Las influencias del rumano Constantin Brâncuşi, el estadounidense Jacob Epstein, el francés Henri Gaudier-Brzeska y el británico Frank Dobson lo introdujeron en el método del tallado directo en el que eran más evidentes las imperfecciones y las marcas de las herramientas utilizadas. Comenzaron los problemas con sus profesores que no estaban acostumbrados a esa técnica.
En 1924 Moore ganó una beca de seis meses que repartió entre el norte de Italia, donde estudió las obras de Miguel Ángel, Giotto, Giovanni Pisano, Massacio y Modigliani y París, donde tomó clases de bosquejos en la Académie Colarossi, se encontró con las obras de Cézanne, Picasso y Hans Arp y visitó profusamente el Museo del Louvre. Allí observó un molde de yeso de un tipo de escultura tolteca (y probablemente maya), el Chac Mool, de gran influencia en su obra futura.
A su regreso a Londres ganó un concurso para el cargo de profesor en el Royal College of Art por un período de siete años. Asistía dos días por semana lo que le permitía trabajar en sus proyectos. Su primer encargo lo recibió en 1928. Esculpió una obra gigantesca sobre la puerta de entrada de la estación St. James Park, del subterráneo de Londres. Una obra colectiva con otros escultores que se llamó “West Wind” y cuya realización demandó un año. En julio de 1929 Moore se casó con Irina Radetsky, una estudiante de pintura que había conocido en el Royal College, que posaría para algunos de sus trabajos y con quien tuvo una hija.
La pareja se mudó a un estudio en Hampstead, Londres interior. Un área en la que se fue instalando una pequeña colonia de artistas. Bárbara Hepworth, Ben Nicholson, Naum Gabo, Roland Penrose y el crítico de arte Herbert Read fueron parte de la tribu cultural. La instalación de un estudio le dio a Moore una gran autonomía y perspectiva personal. En 1932 fue designado jefe del Departamento de Cultura de la Escuela de Arte de Chelsea.
La influencia de su intercambio con artistas como Georges Braque, Jean Arp, Alberto Giacometti y Pablo Picasso, lo acercaron al surrealismo y el cubismo. Comenzaba su etapa abstracta. En 1933 se unió al «Unit One Group», movimiento artístico dirigido por el pintor de Paul Nash y luego participó del comité organizador de la Exhibición Surrealista Internacional de Londres. En 1937 presentó “Mother and Child”, una escultura en bronce que fue parte de pequeñas obras en las que prevaleció la temática de la unión entre madre e hijo y que retomó a partir de 1950. Se iniciaba su etapa con el bronce y el uso de maquetas de arcilla y yeso.
La irrupción de la Segunda Guerra Mundial fue un revulsivo. Renunció a su cargo docente, su casa fue destruida por los bombardeos y se volcó a reflejar la conflagración mediante el arte. Son famosos sus dibujos de personas durmiendo en el subterráneo de Londres mientras se protegían de los bombardeos alemanes. En 1940 el matrimonio se mudó a Perry Green, cerca de Much Hadham, al este de Inglaterra, donde vivirían durante el resto de su vida. En 1946 nació su hija y se profundizaría su obra sobre la maternidad y la relación con los hijos.
A partir de la década del ’50 incorporó la tridimensionalidad, la perforación del material de lado a lado con agujeros que permitieran tener una visión desde diferentes ángulos, la mixtura entre los materiales, las figuras reclinadas, las ondulaciones que recuerdan montes y cuevas. Masa y cavidad tienen el mismo peso. La búsqueda de la complementariedad entre forma y espacio será una marca registrada. “Figura reclinada, formas externas” es una muestra acabada de ello.
Su arte se diseminó. El espacio público fue su cancha. “Grupo familiar”, en la entrada del Barclay School de Stevenage; figuras reclinadas en la entrada de la Unesco, en el Lincoln Center de Nueva York y en el Fitzwilliam Museum de la universidad de Cambridge, “Virgen con el Niño” en la Iglesia de Claydon, “Filo de chuchillo, dos piezas” en Londres, “Energía nuclear” en la universidad de Chicago, “Figura grande en un refugio” en Gernika-Lumo,” Die Liegende” en la Galería Nacional de Stuttgart, “Relieve en la pared Nº1” en Róterdam, “Ciudad de los sueños” en el Parque de Esculturas de Yorkshire, “El arquero” en la plaza del Ayuntamiento de Toronto, “Hombre entrando al Cosmos” frente al lago Michigan en el Planetario Adler de Chicago…
El legado de la escultura antigua y precolombina, las huellas del Renacimiento, el impacto del modernismo, un vuelo rasante sobre el surrealismo fueron coordenadas de su arte mixturado. El manejo del bronce y el mármol, la técnica del moldeo a la cera perdida o en arena, el tallado directo, los dibujos y bocetos infaltables para cada escultura, la vitalidad de las líneas orgánicas fueron sus herramientas. La conexión entre la escultura, la sensualidad humana y el significado, la esencia común entre el impulso primitivo y el humanismo fueron los vectores de su búsqueda.
Salú Henry Moore! Por tu monumentalismo humano que irrumpe en el espacio urbano, por permitir el viaje sensorial hacia el vacío amable y escurridizo, por la emoción que produce esa energía de los materiales que invita a la contemplación activa ante la obra, por la creación de formas universales tomadas de la mano de deformaciones orgánicas fluidas que generan placer.
Ruben Ruiz
Secretario General