Día Nacional del agua
Un día como hoy pero de 1963 un grupo de profesionales se reunía en la ciudad de Córdoba para realizar el Primer Congreso Nacional del Agua en Argentina. El objetivo fue conmemorar el 25º aniversario de la creación de la Dirección General de Hidráulica provincial y se resolvió promover el establecimiento del 31 de marzo como Día Nacional del Agua.
Recién en 1970, el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Nación resolvió adherir a esa propuesta mediante la Resolución 1630 con el objetivo de despertar una conciencia colectiva sobre la importancia, el uso y aprovechamiento de los recursos hídricos del país. Finalmente, el 30 de marzo de 1973 el Poder Ejecutivo le confirió carácter nacional, a través del Decreto Nº 2481, por pedido del Comité Permanente de los Congresos Nacionales del Agua.
El agua es un recurso renovable, limitado, frágil y vulnerable. Solo un 3% del agua del mundo es dulce, apta para el consumo humano. Dato que nos da una dimensión certera de su importancia. En ese sentido, la República Argentina es un territorio privilegiado y su hidrografía es variada, extensa y está formada por ríos, lagos, humedales, campos de hielo y aguas subterráneas, y subsidiariamente, por cuerpos de agua creados en forma artificial, como embalses y canales.
Los ríos Paraná y Uruguay y sus afluentes Paraguay, Pilcomayo, Bermejo e Iguazú que desaguan en el estuario del Rio de la Plata; el río Grande y el Salado del Norte (o Pasaje o Juramento), el sistema del río Desaguadero y sus afluentes San Juan, Jáchal, Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel; el sistema de la laguna salada de Mar Chiquita donde confluyen los ríos Dulce (o Salí), Primero y Segundo; el sistema del río Quinto; la cuenca patagónica con los ríos Colorado, Negro, Chubut, Santa Cruz, Deseado, Chico, Coig y Gallegos; los de la pendiente del Pacífico como el Manso, Futaleufú, Hua Hum, Mayel y Fagnano (en Tierra del Fuego).
Los más de 500 lagos y lagunas esparcidos por casi todo nuestro territorio, los 23 humedales que cubren una superficie de 600.000 kilómetros cuadrados y ese mundo de aguas subterráneas que son los tres enormes acuíferos que compartimos con Brasil; Paraguay y Uruguay. El Guaraní, que en Argentina ocupa 225.000 kilómetros cuadrados, el Toba (del sistema Toba-Yrendá-Tarijeño) que ocupa 210.000 kilómetros cuadrados y el Puelche que ocupa 70.000 kilómetros cuadrados y abastece de agua a 11 millones de personas.
Los 17.000 glaciares que se extienden por 4000 kilómetros en la Cordillera de los Andes, en 12 provincias y están presentes en 39 cuencas hídricas. Son fundamentales para la formación del caudal de los ríos, forman parte del ciclo hidrológico y actúan como reservas de agua al retener una parte de las precipitaciones.
Por último, la acción humana que posibilitó la construcción de 30 embalses y 70 centrales hidroeléctricas que importa el 25% de la potencia instalada en nuestro país y el 5% de la matriz energética argentina.
Estas estadísticas son de gran envergadura por lo que el cuidado que deberíamos tener de nuestras fuentes acuíferas también debería tener una envergadura proporcional. No es así. Nuestros acuíferos son de los más contaminados del planeta (especialmente en los centros urbanos) y el calentamiento global y la actividad humana sin controles efectivos están actuando sobre las cumbres nevadas y glaciares de modo intenso y acelerado.
Por otra parte, el 15% de la población en la República Argentina no tiene acceso al agua potable por red pública, el 40% no tiene cloacas y solo el 20% de las aguas residuales tiene tratamiento. Los niveles de contaminación del Río de la Plata y el Paraná son alarmantes y la cuenca Reconquista-Matanza-Riachuelo tiene una degradación histórica, solo para nombrar algunos casos emblemáticos.
Otro ámbito importante es el riego dado que agricultura explica el 70% del agua consumida en Argentina. Los sistemas de riego más utilizados en Argentina son por aspersión, por goteo o por inundación (hay muy pocos complementarios). Y el grave problema es la eficiencia en el uso de agua (la diferencia entre los milímetros aplicados y los evapotranspirados). Es un problema planetario pero aquí estamos un 10% por debajo del promedio de eficiencia mundial.
En un país tan extenso y desigual parece difícil encarar una política pública homogénea, que evite la contaminación y que promueva un uso racional del agua. Sin embargo, es una necesidad.
El uso de fertilizantes y pesticidas, los patógenos del ganado, los derrames de petróleo, residuos de aceites, compuestos ácidos, metales pesados, restos de materiales en descomposición, liberación de agua fría sobre los cursos de agua en la generación eléctrica y los desechos industriales son los contaminantes más importantes del agua. Hay una cancha en la cual jugar. No se desconoce el terreno en el que actuar. La decisión política de prevenir y castigar, el respeto a las normas ambientales, el cambio de cultura como usuarios, son elementos indispensables.
Podemos recordar una recomendación de la OMS. Considera que tener un acceso básico requiere las siguientes condiciones: obtener 20 litros de agua por día, de una fuente que no debe estar a más de 1.000 m del hogar y que el tiempo necesario para ir a buscar agua no exceda los 30 minutos. No sería deseable llegar a ese extremo cuando las fuentes de agua en nuestro país son suficientes para abastecer a todos sus habitantes.
El cuidado de las fuentes acuíferas, su aprovechamiento razonable en la actividad económica y el uso racional del agua son una llave decisiva hacia un futuro donde el líquido no abundará…
Ruben Ruiz
Secretario General