Creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica
Un día como hoy pero de 1950 se creaba la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) mediante el decreto Nº 10 936/50 con la misión de estudiar y desarrollar aplicaciones vinculadas con la utilización pacífica de la energía nuclear. En conmemoración de dicha creación se festeja el Día Nacional de la Energía Atómica. Este día tiene su historia.
Los alemanes habían descubierto en 1939 la fisión nuclear y se encaminaban a la producción de su bomba atómica. Los EE UU seguían sus pasos. En Argentina, el gobierno surgido del golpe de estado de 1943 incorporó una visión industrialista de la gestión y, un año después, creó el primer régimen de promoción de las industrias de interés nacional, que protegía las materias primas utilizables para la defensa. A pocos días de las explosiones en Hiroshima y Nagasaki, el general Manuel Savio presentó un borrador de decreto para preservar los depósitos de minerales estratégicos para el área atómica, con la expresa prohibición de su exportación.
En setiembre de 1945 la Dirección General de Fabricaciones Militares y la Universidad Nacional de Cuyo tomaron a su cargo la prospección de uranio y torio. Con anterioridad a este proceso, el director del Observatorio Astronómico de Córdoba, Enrique Gaviola, detectaba, reubicaba en nuestro país y protegía a científicos perseguidos por el nazismo, como por ejemplo el físico austríaco Guido Beck, impulsor clave de la física en Argentina. En 1946 se creó el Instituto Radiotécnico, mediante un acuerdo entre el Ministerio de Marina y la Universidad de Buenos Aires y Gaviola logró atraer el interés del general Savio para que Fabricaciones Militares jugara más fuerte en la problemática del área nuclear.
A mediados de 1948 ingresó a la Argentina en forma secreta el científico alemán Ronald Richter junto a un grupo de ingenieros, técnicos y pilotos de prueba alemanes, entre los que se encontraba el polémico diseñador aeronáutico Kurt Tank. En 1949 se decidió financiar una serie de instalaciones en la isla Huemul (Rio Negro) como parte de un proyecto que fracasará pero que posteriormente serán utilizadas para iniciar el Instituto Balseiro.
Esta dinámica incesante culminó con la creación de la CNEA, dependiente de la Presidencia de la Nación a través del Ministerio de Asuntos Técnicos y la posibilidad de ingresar al club de los países con desarrollo nuclear. La oposición de Gran bretaña y EE UU a que nuestro país tuviera capacidad atómica fue feroz. Pero se bancó la parada y el plan no se detuvo.
En 1952 se declaró una pequeña crisis en el área. Renunció el coronel Enrique González en protesta por la falta de resultados visibles, ante lo cual el presidente Perón nombró a su antiguo edecán, capitán de Fragata Pedro Iraolagoitía. Con esta decisión el sector nuclear pasó a la órbita de la Armada, situación que duró casi tres décadas. Simultáneamente, Gaviola se reubicó en la actividad privada y Beck renunció y continuó su vida laboral en Brasil.
Pero el camino estaba decidido y el presupuesto garantizado. La CNEA continuaba su marcha.
El resultado hasta el presente fue la construcción de tres centrales nucleares (Atucha I y II y Embalse), la construcción y operación de nueve reactores de investigación (algunos en conjunto con universidades argentinas), el manejo del ciclo del combustible nuclear, el desarrollo de la medicina nuclear, la producción de radioisótopos para las instituciones sanitarias tanto para diagnóstico como para tratamiento de lesiones cancerígenas, el dominio del proceso de enriquecimiento de uranio mediante el uso del láser o la tecnología ultracentrífuga, la generación de procesos de remediación ambiental, la formación permanente de técnicos y científicos y el desarrollo de sus laboratorios donde se realizan investigaciones sobre satélites, sobre nanotecnología, producción de combustible nuclear y mejoras para el agro, la salud y la industria.
Además, la CNEA es responsable de la aplicación del Régimen de Gestión de Residuos Radiactivos y de la Convención Internacional Conjunta sobre la Seguridad en la Gestión de los Combustibles Gastados y la Seguridad en la Gestión de los Residuos Radiactivos, que tratan de dar respuesta a una problemática tan compleja como es el tratamiento de la basura nuclear.
La CNEA posee tres centros atómicos, nodos neurálgicos de su actividad, ubicados en Bariloche (provincia de Río Negro), San Martín y Ezeiza (provincia de Buenos Aires) con sus respectivos institutos de nivel universitario: Instituto Balseiro (Bariloche), el Instituto de Tecnología Prof. Jorge A. Sabato (Constituyentes-San Martín) y el Instituto de Tecnología Dr. Dan Beninson (Ezeiza). Las regionales Centro (Córdoba), Cuyo (Mendoza), Noroeste (Salta) y Patagonia (Trelew).
También impulsó la creación de empresas y organismos en el espectro de la energía nuclear y/o forma parte ellas como: Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), Combustibles Nucleares Argentinos S.A. (CONUAR), INVAP; Fábrica de Aleaciones Espaciales S.A. (FAE), DIOXITEK, Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería S.E. (ENSI), Polo Tecnológico Constituyentes S.A. (PTC), Instituto de Tecnologías en Detección y Astropartículas (ITeDA), Instituto de Energía y Desarrollo Sustentable (IEDS), Centro Internacional de Ciencias de la Tierra (ICES), Laboratorio Internacional Asociado en Nanociencias, Fundación Centro Diagnóstico Nuclear (FCDN) y Fundación Escuela de Medicina Nuclear (FUESMEN).
La CNEA cuenta con 3600 trabajadores/as con una importante historia de lucha en defensa de la actividad, contra las reducciones de presupuestos y los despidos y por la soberanía energética. Se nuclean mayoritariamente en los sindicatos ATE Y APCNEAN -que lideraron esas luchas- y en UPCN. Esa defensa irrestricta y regular de los intereses comunes tuvo su precio: la desaparición de 19 trabajadores/as de la CNEA y dos egresados del Instituto Balseiro.
Es necesario destacar que los integrantes de la CNEA también dan una batalla cultural por la polémica instalada respecto a los beneficios o perjuicios que su actividad brinda a la humanidad en comparación al peligro que puede infligir al medio ambiente. El uso pacífico de la energía nuclear y su utilización en diversas actividades de la vida cotidiana convive con el demencial uso bélico y el riesgo que implica la existencia de los residuos nucleares. En esta batalla global son los divulgadores de las prácticas correctas para el uso de un material tan sensible y los productores de las técnicas pertinentes para su uso benéfico.
Salú CNEA!! Por diseminar tu aporte en varios aspectos de nuestra vida cotidiana sin el suficiente registro colectivo, por dar pelea para que se imponga el uso pacífico de la energía nuclear, por trabajar con esos minúsculos núcleos, neutrones y protones que pueden generar efectos de dimensiones gigantescas.
Ruben Ruiz
Secretario General