Santa Fe, primera sublevación mestiza en nuestro territorio
Un día como hoy pero de 1580 en el entonces pueblo de Santa Fe de la Vera Cruz ocurría la también llamada Revolución de los mancebos, que cuestionó la autoridad española en esa tierra y trató de imponer un gobierno criollo a orillas del Paraná. Esa rebelión tiene su historia.
Los mestizos o mancebos de la tierra eran muchos en Asunción, capital política y administrativa de la Gobernación del Paraguay y el Rio de la Plata. Eran hijos de madres de pueblos originarios y padres españoles. No tenían autorización para portar armas ni derechos políticos y eran discriminados por su origen. Luchaban por su reconocimiento como criollos plenos pero no tenían éxito. Los españoles los ninguneaban.
En ese contexto, el
capitán Juan de Garay formó una expedición para fundar una ciudad sobre el río Paraná, aguas abajo. Algunos mancebos lo vieron como una oportunidad y se alistaron. A pesar de la prohibición de portar armas, Garay compró 53 arcabuces y los repartió entre la tripulación. A mediados de septiembre partieron; luego de dos meses llegaron a un paraje cercano al río San Javier. El 15 de noviembre de 1573, Garay junto a nueve españoles y setenta mancebos fundaron Santa Fe de la Vera Cruz, donde hoy se encuentra la localidad de Cayastá. Tierra de calchines, abipones y mocovíes. Su prexistencia fue registrada en el acta de fundación.
Se repartieron solares para la construcción de viviendas; chacras para el cultivo de cereales y, en terrenos más alejados, tierras “para estar” o estancias donde se podía criar el ganado. Los más beneficiados fueron los españoles. Los mancebos tuvieron que conformarse con los terrenos más alejados y riesgosos. Su esfuerzo había sido importante, la recompensa escasa. Los puestos políticos también fueron ocupados mayoritariamente por los españoles. La bronca crecía. Los sueños de igualdad anidados en los mancebos se desvanecían.
Con los años, Santa Fe de la Vera Cruz se convertiría en un punto importante en el flujo comercial entre Asunción y el Alto Perú. Pero la situación de los mancebos no mejoró mucho. Juan de Garay viajó hacia Lima en 1576 y, posteriormente, se le encomendó la fundación de otra ciudad más al sur de Santa Fe, que sería la actual Buenos Aires. En su reemplazo, eligió como Teniente de Gobernador al flamenco Simón Xaque. Esto potenció el enojo de la mayoría, obviamente mestiza, que comenzó a pergeñar la idea de cambios profundos en la vida social y política del pueblo.
Simultáneamente, el gobernador de Tucumán, Gonzalo de Abreu reclamaba que su gobernación debía extenderse hasta las orillas del Paraná. En conocimiento de esta situación, dos jóvenes mancebos ensillaron y se dirigieron a Tucumán. Se reunieron con Abreu y sellaron un acuerdo por el cual recibirían el apoyo del gobernador si lograban deponer a las autoridades en su pueblo. A cambio abrirían las puertas para incorporarse a la gobernación de Tucumán.
El 1º de enero de 1580 se produjo el recambio de cabildante en Santa Fe de la Vera Cruz. La reunión fue tensa. Un grupo de criollos propuso un alzamiento contra los españoles que detentaban el poder y que se dispusiera una orden de arresto contra Juan de Garay y los Vera y Aragón, verdaderos mandamases políticos del pueblo. Finalmente, desistieron a la espera de juntar más fuerzas y asegurar el apoyo del gobernador Gonzalo de Abreu. Mientras tanto, continuaron con la conspiración.
Los jóvenes se comenzaron a reunir para establecer una estrategia común para la rebelión y acopiar ballestas, espadas, arcabuces y lanzas. Era evidente que el poder político y los mayores beneficios económicos continuarían en manos de la minoría española.
El 31 de mayo de 1580 estalló la insurrección. La comandaban siete jóvenes mancebos: Lázaro de Venialvo, Diego de Leiva, Domingo Romero, Pedro Gallego, Diego Ruiz, Rodrigo de Mosquera y Francisco Villalta. El líder era de Venialbo. Actuaron con rapidez y sigilo. Capturaron al Teniente Gobernador Simón Xaque, al Alcalde Pedro de Oliver y al Alguacil Mayor Bernabé de Luxán, a Alonso de Vera y Aragón, y desarmaron a todos los españoles. Formaron una Junta que congregó a 34 habitantes. Su primer acto fue exigir la igualdad entre españoles y mancebos; luego nombraron Teniente Gobernador a Cristóbal de Arévalo, un español que tenía una relación de amistad con ellos, y Maese de Campo a Lázaro de Venialvo. Inmediatamente, Arévalo decretó la prohibición de la salida del pueblo de sus habitantes bajo el castigo de pena de muerte. Ese acto fue inconveniente y produjo el enojo de una cantidad de pobladores neutrales.
La tensión era grande. Los jóvenes habían logrado reducir a los españoles y difundían sus ideas respecto al reparto igualitario de tierras y la posibilidad de tener un gobernante criollo. Pero cometieron un error. Nombrar a un español como Teniente Gobernador. Sus coterráneos se organizaron ante la certeza de perder sus tierras y su poder, y convencieron a Cristóbal de Arévalo de encabezar la traición. Algunos de los insurrectos también decidieron traicionar a sus compañeros y aliarse a los españoles.
Primero fueron a la casa de Lázaro de Venialvo. Ante su sorpresa y sin sospechar el cambio de actitud de quienes lo visitaban, fue apuñalado. En su casa se encontraban los presos que fueron liberados inmediatamente. Luego se enfrentaron a Pedro Gallegos, Diego de Leiva y Domingo Romero que, en inferioridad numérica, fueron reducidos, apuñalados y decapitados en la plaza. Finalmente, persiguieron a Diego Ruiz, lo atraparon, lo llevaron al rollo de la justicia (una columna de piedra con una cruz en su vértice), lo enjuiciaron sumariamente y lo degollaron. Las cabezas de los sublevados fueron exhibidas en la entrada y salida del pueblo como muestra de poder y castigo a la rebeldía.
Rodrigo de Mosquera y Francisco Villalta lograron escapar hacia Córdoba y Santiago del Estero. Era el territorio de la gobernación de Tucumán. Pero allí se habían producido cambios. Gonzalo de Abreu había sido depuesto. El nuevo gobernador era Hernando de Lerma quien acusó a los dos jóvenes de traidores y los ejecutó.
Lo sangriento de la contrarrevolución sorprendió a los habitantes de Santa Fe de la Vera Cruz. Las intenciones de los Siete Jefes no eran desmedidas y la reacción fue desproporcionada. Su legado fue heredado por otras generaciones y en 1592 Hernando Arias de Saavedra, popularmente conocido como Hernandarias, fue el primer criollo en ejercer como Teniente Gobernador de Asunción; en 1593 ocupó el cargo de gobernador interino del Río de la Plata; entre 1594 y 1596 fue designado Teniente Gobernador de Santa Fe de la Vera Cruz, y entre 1596 y 1618 fue Gobernador del Paraguay y del Rio de la Plata, gobernación que a partir de ese año, por su petición expresa, fue dividida en dos territorios autónomos.
Los Siete Jefes no intentaban separarse de España ni encolumnar a otras ciudades o territorios tras de sí, solo querían igualdad de trato, reparto de tierras y gobierno para las mayorías en su pueblo. Fue un intento fatal y concluyó muy rápido. Pero no fue en vano. Su intención fue la que triunfó décadas después en el territorio de mayoría mestiza. Es más, la provincia de Santa Fe, junto a Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, la Banda Oriental y la comandancia de los pueblos de Misiones conformaron la Liga Federal o Liga de los Pueblos Libres entre 1814 y 1816, otro intento de autonomía frente al poder central de Buenos Aires.
Algunas calles de la actual ciudad de Santa Fe llevan sus nombres y un barrio costero se llama Siete Jefes. Lo mismo ocurre en las localidades de Cayastá, Pilar y Sa Pereira. Un club en la Liga Independiente de Futbol de la ciudad de Santa Fe lleva su nombre colectivo y la fecha del acontecimiento sigue estampada en la parte superior del escudo de la provincia.
De esa historia también venimos…
Ruben Ruiz
Secretario General