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Efemérides 31 de Octubre – Hokusai

Katsushika Hokusai
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El pintor de las imágenes del mundo flotante

Un día como hoy pero de 1760 nacía Katsushika Hokusai, pintor, ilustrador, xilógrafo, grabador, diseñador y dibujante arquitectónico japonés que se transformó en una referencia nacional de gran impacto internacional, que incidió en el desarrollo de las artes visuales occidentales y cuya influencia continúa en la actualidad en el mundo de las artes plásticas.
Seguramente, la xilografía moderna, el diseño gráfico, el cómic, el manga e incluso el tatuaje hubieran transitado por otros caminos sin la presencia de Hokusai.
Nació en Warigesui, Honjo (actualmente Sumida, barrio oriental del gran Tokio). Se desconocen los datos de sus padres pero se sabe que fue adoptado por Nakajima Ise, fabricante de espejos para la corte del shōgun (gobernante de facto a quien el emperador delegaba forzadamente la autoridad civil, militar, diplomática y judicial).
Hokusai trabajó como aprendiz en el taller de su padre adoptivo. Luego fue vendedor en una librería y, entre los 15 y 18 años, trabajó como aprendiz en un taller de grabación. Esa experiencia en el comercio de la impresión y en las técnicas del libro contribuyeron a su desarrollo como impresor. Finalmente, se convirtió en discípulo de Katsukawa Shunsho, maestro de la escuela ukiyo-e (estampas japonesas o “pinturas del mundo flotante”) con quien aprendió la técnica del grabado sobre planchas de madera (xilografía).
Su especialidad inicial fueron retratos de cuadros de actores. Su primer trabajo consistió en invitaciones impresas para el teatro kabuki (género japonés tradicional caracterizado por obras dramáticas y el uso de maquillajes elaborados, que combina exigentes cuadros de actuación, declamación y música y donde los papeles femeninos son representados por hombres).
Posiblemente se haya casado en esos años. Sus trabajos de esa época están centrados en retratos de mujeres, niños o actores en lugares históricos, jardines o pequeños parques. Gobernó la impronta de temas históricos o didácticos.
Al mismo tiempo se sumergió en el mundo surimono, xilografías que se utilizaban para ocasiones especiales. Eran tarjetas empleadas para publicar avisos, presentar programaciones musicales, enviar felicitaciones, ilustrar poemas ganadores de concursos literarios. Sus ediciones eran limitadas, su formato pequeño y su impresión era de máxima calidad. Una particularidad era que debían tallar en relieve los caracteres kanji (sinogramas de uno de los sistemas de escritura japonés), lo que requería gran destreza técnica.
Hacia sus treinta años ocurrieron hechos luctuosos que determinaron cambios en su personalidad. Falleció su maestro Katsukawa Shunsho y, poco después, su esposa. Quedó a cargo de sus dos hijas y su hijo embargado por una gran tristeza. Desplegó, entonces, gran energía para sobrellevar esa situación. Abarcó una amplia gama del repertorio ukiyo-e: surimonos, pinturas a mano, bocetos, textos de libros ilustrados, ilustraciones de antologías de poemas, libros eróticos. Preponderaron los paisajes sobre las figuras humanas, introdujo el uso de la perspectiva y se acercó a los colores usados en Occidente. Al final del siglo XIX publicó una serie de retratos femeninos: “Canciones de Itako”.
Se casó por segunda vez y alcanzó cierto grado de estabilidad. A principio del siglo XIX comenzó a ilustrar imágenes vinculadas al yamihon, un subgénero de la literatura japonesa influenciada por las novelas históricas chinas con mucho texto y pocas pero precisas ilustraciones. Novelas históricas de alto nivel intelectual. Samuráis, guerreros de varias regiones de Japón, leyendas tradicionales chinas y niponas. También realizó una gigantesca pintura de 200m2 con figuras mitológicas para un masivo festival. Se consolidaba el artista popular.
En 1812 falleció su hijo mayor y en 1828 su segunda esposa. Fue otro momento de crisis. Lo inundó la melancolía, lo acosaban las deudas de su incorregible nieto delincuente y luchaba contra un derrame cerebral. Concentró su energía en la ilustración de libros, en especial los que acumulaban copias de grabados diseñados para artistas aficionados. Publicó Lecciones rápidas al dibujo simplificado y atrajo alumnos a su taller que le dio cierto alivio económico.
Más adelante, incursionó en el mundo de las estampas paisajísticas con especial énfasis en el Monte Fuji, símbolo sagrado para muchos japoneses que concentra diversos significados. Entre 1826 y 1833 publicó su obra Treinta y seis vistas del Monte Fuji. La idea nació en un viaje a pie desde Tokio hacia el oeste de la isla. Se alojó en diferentes posadas y observó diversas vistas del monte. Durante los años siguientes perfeccionó sus bocetos y dio nacimiento a su colección Fugaku Sanjurokkei con 36 estampas distintas del monte sagrado a la que, posteriormente, se agregaron otras diez. “Fuji rojo”, “Ejiri en la provincia de Suruga”, “Playa de Shichiri en la provincia de Sagami”, “Tormenta debajo de la cumbre”, entre otras.
Una de ellas es su obra más conocida: “La gran ola de Kanagawa”, una imagen del monte sagrado a 100 kms vista, detrás de una enorme ola con innumerables detalles del rompimiento y un contraste impactante del azul de Prusia y el blanco. La fuerza indómita de la Naturaleza y el fondo vigilante y lejanamente dominante representado por el monte. Pureza pictórica.
Al mismo tiempo, creaba su obra más voluminosa: Hokusai Manga, colección de quince volúmenes (algunos publicados en forma póstuma) que contienen más de 4000 dibujos y bocetos con representaciones de situaciones de la vida cotidiana, gestos de personas comunes, flora y fauna del territorio japonés, paisajes envidiables. Todo con asombrosa precisión y fino humor rayano en la ironía y proporciones o perspectivas exageradas que los hacían atractivos.
No es el equivalente al manga moderno. Eran bocetos sin conexión correlativa como el cómic. Su ligazón con estas representaciones modernas está dada en la forma de creación: primero se hacía un primer esbozo en papel transparente, luego se encimaba otro papel, también transparente, para corregir el dibujo, se mejoraban detalles y se realizaba la composición final. Ese era el diseño definitivo que se adhería a la plancha de madera para realizar el grabado.
Los motivos de las estampas sí produjeron un impacto enorme en la cultura occidental y su influencia llegó hasta nuestros días. Se aprecian cotidianamente en tatuajes, fundas para celular, ropa, murales, dibujos, historietas e intervenciones artísticas sobre otros cuadros.
Esta influencia comenzó a mediados del siglo XIX. Cuando Japón salió del aislamiento de dos siglos e interactuó con occidente. El golpe de efecto fue instantáneo. Causó gran impresión entre los impresionistas y postimpresionistas como Van Gogh, Monet, Degas, Gaughin, Toulouse-Lautrec o en compositores como Debussy o poetas como Rilke. Atracción irresistible.
Tuvo muchos alias en su vida: Shunro, Sori, Kako, Taito, Kakyoin, Iitsu y Manji (algunos para evitar a sus acreedores), habitó en más de noventa casas, creó más de treinta mil obras, pintó desde el amanecer a la noche hasta el día de su muerte.
En la primavera de 1849 colgó sus finos pinceles, admiró por última vez los paisajes y personajes que retrató durante años y esgrimió una sonrisa sutil para aceptar el final con la calma prototípica de un budista practicante.
Humilde, enérgico, espontáneo, disruptivo, grabador plebeyo de la cultura popular nipona.
Salú Hokusai!!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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