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La República Argentina necesita nuevos gasoductos.

En estos días la construcción del gasoducto Néstor Kirchner ha sido objeto de polémicas, cuestionamientos y derivaciones políticas incesantes que, como en cualquier buena película equiparable a la realidad, se tornan inevitables y dramáticas cuando hablamos de una obra pública de $1.600 millones de dólares solo para su primer tramo entre Tratayén y Salliqueló.

Además es necesario recordar que la presente obra es parte de un proyecto integral que incluye un segundo tramo entre Salliqueló y San Jerónimo (484 kms), un gasoducto de interconexión entre TGN y TGS desde Mercedes a Cardales, ampliaciones en el Gasoducto Centro Oeste (en La Pampa, Mendoza, San Luis y Córdoba), Neuba II, Gasoducto General San Martín (TGS) y tramos finales de gasoductos en al AMBA, reversión del Gasoducto Norte (TGN), loops y obras para mejorar la compresión en Aldea Brasilera (Gasoducto Entrerriano), concreción de la etapa III “Mesopotamia” del GNEA en Corrientes y Misiones y conexión del GNEA con San Jerónimo, en la provincia de provincia de Santa Fe.

Ahora bien, toda obra tiene etapas (licitación, compulsa de ofertas, adjudicación, estructuración financiera para hacer frente a los pagos, ejecución, finalización y entrega). En este caso, estamos asistiendo a la primera etapa que conlleva las primeras disputas económicas y políticas. Habrá más. Hacer caso omiso a esta realidad sería vivir en Narnia.

Tracemos, entonces, algunas premisas para discutir el tema que nos convoca y que nos ayude a desentrañar el acertijo de servicio de transporte de gas, uso de los dineros públicos, calidad de vida, estrategia de desarrollo y cuidado del medio ambiente.

El gas natural es el combustible adecuado para transitar el camino hacia las energías renovables con solidez y previsibilidad. Es el material energético fósil menos contaminante, más barato y asequible en nuestro país. Tiene sentido utilizarlo mientras exista en abundancia y actúe como facilitador hacia nuevas formas de energía.

Convivirá con nosotros durante muchos años más; representa la mitad de nuestra matriz energética, su presencia es parte de la vida cotidiana de los argentinos/as en muchas provincias desde hace décadas y su expansión no se detiene.

No vale producirlo, transportarlo y distribuirlo de cualquier forma. El planeta y la naturaleza nos miran. Hay que prestarles atención. Millones de habitantes de nuestro país también. Hay que resolver los problemas de abastecimiento a tiempo. Debemos utilizarlo en forma responsable y racional durante el tiempo que nos sea útil y su uso sea sostenible.

Ahora bien, en el inicio de la obra de este nuevo gasoducto ya hubo disputas serias. Empresas chinas quedaron al margen por cuestiones razonables de los pliegos (cercanía de las instalaciones de los proveedores, plazos de entrega, etc). Otra será la magnitud del compre argentino y la seguridad que brinden las empresas nacionales para ser proveedores fiables y técnicamente eficientes en una economía sitiada por las consecuencias de la pandemia, una guerra súbita y devastadora y errores propios.

Quienes trabajamos en la industria del gas natural sabemos que para la provisión de caños sin costura existe hace varios años un monopolio en la República Argentina: es el grupo Techint. Esta realidad es producto del grado de concentración económica existente y que se agrava año a año. Esto vale también para la producción y exportación de granos, alimentos, energía, servicios financieros, salud, telecomunicaciones, etc. Además, es una consecuencia anunciada y perversa del proceso privatizador de la década del noventa y de la inflación persistente que corroe todas las relaciones económicas.

Sufrimos esa debilidad hace décadas. Es indispensable que diversifiquemos nuestra matriz productiva y que recuperemos como Nación grados de autonomía y planificación en el manejo de las estrategias económicas y de desarrollo. De lo contrario continuaremos a merced de las condiciones de las corporaciones.

En este caso, se produce una situación forzada: depender de la estructura del oferente. No obstante, había espacio para revisarla o advertirla. Para evitar que la chapa se hiciera en Brasil hubo una oportunidad: la propia licitación. Si ese requisito atrasaba la obra habría que haberlo previsto antes. Las necesidades de nuevas instalaciones de transporte de gas natural se conocían con antelación. En todo caso, se podría haber consultado a los expertos que trabajan en las transportadoras de gas natural en la Argentina que generan pliegos, evalúan propuestas, controlan, lidian y/o se enfrentan a las presiones de las grandes empresas cuando se encaran obras de gran magnitud o mantenimientos en la red de gasoductos.

Lo decimos porque la experiencia acumulada de obreros, técnicos y profesionales de nuestra industria también es mano de obra y capital intelectual argentinos que ayuda a evitar estas vicisitudes. La sinergia entre los/as actores cotidianos de la industria del gas natural y los funcionarios públicos puede ser clave. Conocemos el terreno, participamos en obras, muchas veces modificamos criterios que pueden ser erróneos y/o producir gastos innecesarios in situ. Nuestro aporte es valioso.

Por otro lado, existirán divergencias entre los funcionarios durante el período de licitación y en la etapa constructiva. Esto no debería sorprender a nadie. Están en juego puestos de trabajo en Argentina, posibilidades de ingreso de empresas pymes a la obra, puja por millones dólares que aspiramos a que queden en Argentina y se reinviertan, presiones empresarias para que ese flujo de dinero sea transferido al exterior, guerra contra el tiempo para abastecer a los usuarios (industriales, comerciales, residenciales, de generación eléctrica) en nuestro país y enfrentar las olas de frío futuras, potenciales exportaciones de gas natural y GNL.

El modo en que se resuelva este proyecto impactará en el costo de la obra, su eficacia en la vida cotidiana de los argentinos/as, el desarrollo nacional, el equilibrio en el uso del gas natural, nuestra influencia regional e internacional en el comercio de este combustible de transición hacia nuevas energías. Entonces, es impensable que no existan diferencias, tensiones y desenlaces que afecten las definiciones técnicas y políticas en el modo de llevar la obra adelante. Es cierto, que la forma en que se procesan públicamente es paralizante y puede afectar la velocidad de la obra.

En síntesis. El gasoducto Néstor Kirchner está finalizando su primera etapa. En esta y otras fases de su construcción habrá tensiones y definiciones concretas. No obstante, será necesario que la obra avance, se concrete, tenga un financiamiento y una erogación económica transparente y auditable para que podamos combatir mejor el frío, ayudar al funcionamiento de las empresas, comercios y generadoras eléctricas, generar puestos de trabajo de calidad y garantizar un mayor acceso de los usuarios a un servicio público extendido, seguro, suficiente y accesible.

La defensa de los intereses nacionales, la eficacia de una obra que llegue a tiempo, la calidad de vida de muchos habitantes de la República Argentina y las posibilidades de ser parte de un comercio internacional de un recurso estratégico como el gas natural están en diputa.

Los trabajadores/as de la industria del gas natural no somos neutrales. Estamos a favor de la ampliación de la capacidad de transporte, estamos a favor de que se utilicen los recursos técnicos y económicos de manera eficiente, estamos a favor de la transparencia de las inversiones públicas, estamos a favor de los intereses de las mayorías.
COMISIÓN DIRECTIVA APJ GAS

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