Los trabajadores/as no tenemos el derecho a confundirnos por demasiado tiempo. Hay que desentrañar la madeja, leer la realidad y actuar en consecuencia con todas las herramientas de las que disponemos. Nos organizamos por nuestra condición de trabajadores/as, para conquistar derechos y defenderlos en el tiempo. Cuando atacan esa razón de ser, atacan nuestra condición de trabajadores/as. Ni más ni menos.
La pretendida ley de “reforma laboral” que barnizan con el título de “modernización” tiene un solo objetivo: debilitar (y si se pudiera desaparecer) la potencia que genera la voluntad de los trabajadores/as de agruparse y actuar colectivamente a través de sus organizaciones sindicales y limitar la acción de quienes rechazamos la idea de enfrentar individualmente al patrón porque la desproporción entre las partes es manifiesta y el resultado está puesto. Nuestra historia es suficientemente clara: cuando los trabajadores/as demostramos esa fuerza en forma organizada, las relaciones en nuestro país cambian. Vivimos mejor. Somos más dignos y tenemos perspectiva.
Precisamente eso es lo que ataca este proyecto de ley.
Habilitar jornadas más extensas de trabajo sin pago de horas extras, restringir el derecho de huelga con una ampliación absurda de los servicios esenciales, debilitar los convenios colectivos y su vigencia práctica con la quita de la ultraactividad, abaratar el despido con nuevas bases de cálculo de las indemnizaciones, succionarle a la ANSES tres mil millones de dólares para que a los empresarios les salgan gratis hasta esas indemnizaciones con los recursos de todos los jubilados/as, darle al empleador la potestad de manejar las vacaciones del trabajador, trasladar a los empleados el costo del teletrabajo, destruir la justicia del trabajo y la legislación protectoria del trabajo son algunas de las partes que contiene esta ley que intenta arrasar con muchas décadas de lucha masiva.
El oficialismo y sus aliados se presentan como saneadores de la vida sindical e impulsores de más trabajo. Cuando hablan desmienten inmediatamente ambas premisas. En público, lo dicen sin pelos en la lengua: esta ley no creará puestos de trabajo y “off de record” admiten que algunos artículos están para “negociar” pero que el daño quede.
La manifestación a Plaza de Mayo y otras plazas de la Argentina advirtió al gobierno que una buena parte de los trabajadores/as no nos confundimos. Es un punto de partida. Un comienzo alentador. Con eso no alcanza. Necesitamos más voluntades que quieran defenderse, que abandonen la resignación y el individualismo. Los sindicatos tenemos la obligación de explicar, evacuar dudas y convencer para dar una pelea eficaz mientras luchamos contra la inflación corrosiva, defendemos los puestos de trabajo y enfrentamos esta debacle visible.
Los mismos empresarios que ven caer sus ventas o desaparecen por el aluvión de importaciones apoyan la “reforma laboral”. Evidentemente el mundo del trabajo cambia pero los intereses de las partes, NO.
COMISIÓN DIRECTIVA APJ GAS



























