img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
home2
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_18
img_home_13
img_home_13
img_home_12
img_home_11
img_home_7
previous arrow
next arrow
Shadow

Efemérides 22 de Julio

Compartir

 

Día Internacional del Trabajo Doméstico

Un día como hoy pero de 1983, durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Lima, se declaró el 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico con el objetivo de impulsar el reconocimiento de las labores que realizan las mujeres dentro de los hogares, en especial, las tareas de cuidado.

Se acordó definir las tareas de cuidado como el conjunto de actividades que se realizan a fin de satisfacer las necesidades básicas para la existencia y el desarrollo de las personas. Es decir, “todas las actividades orientadas al cuidado personal, el cuidado directo de otras personas, la provisión de precondiciones para que esas tareas se efectúen (compra de alimentos, de medicamentos, de artículos de limpieza o de útiles escolares) y la gestión y organización de dichas tareas (cocinar los alimentos para satisfacer la necesidad básica de alimentación del grupo familiar, ayudar a la realización de actividades escolares), administrando el tiempo de las mismas”.

El trabajo reproductivo ha sido circunscripto al ámbito doméstico o familiar y se lo subordina al trabajo productivo (creación de bienes y servicios) que es el único reconocido social y económicamente bajo el rótulo de trabajo. La perspectiva mercantil dominante en la economía determina que al trabajo destinado a cubrir las necesidades se le concede valor de uso, mientras que a los productos destinados al intercambio en el mercado se les reconoce un valor de cambio. Esa mirada despoja de valor social al trabajo reproductivo, no le confiere rango de categoría económica y reitera el error conceptual de confundir trabajo con empleo.

Además el trabajo reproductivo o doméstico tiene dos características salientes: es “invisible”, no remunerado y el sujeto social que mayoritariamente lo realiza es la mujer. No son aristas casuales. Están condicionadas por una visión social, económica y política de antaño que hoy comienza a crujir por arcaica e injusta. A tal punto es así de retrógrado, que en la mayoría de los países no es un rubro incluido en los cálculos del producto interno bruto (PIB) aunque se estime que su valor económico es equivalente a un 20% del total.

Es necesario promover una perspectiva que considere al trabajo como un elemento de cohesión social y que dote de valor real el dominio individual y colectivo del tiempo y el fortalecimiento de nuevos modos de cooperación y de intercambio que generen otras relaciones sociales.

En dicho escenario, cobrarán relevancia las tareas de cuidado, sostén y maternaje.

Cocinar, calentar o preparar alimentos, limpiar la vivienda, lavar la ropa y la vajilla, limpiar y arreglar la ropa y el calzado, cuidar a los hijos/as y/o adultos mayores, ayudar al cumplimiento de tareas escolares, realizar las compras, mantener y gestionar los servicios, requieren conocimientos, tiempo y recursos. Tomando la frase de la escritora, filósofa y feminista Silvia Federici: “Eso que llaman amor, es trabajo no pago”.

Según los datos de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, las mujeres dedican un promedio de 42 horas semanales a las tareas domésticas mientras que los hombres destinan 15 horas. Esta diferencia crece cuando esas tareas son realizadas por mujeres discapacitadas porque implican mayor cantidad de tiempo y mayor desgaste físico y psíquico.

La situación empeora cuando las tareas domésticas y de cuidado se tercerizan. Muchas mujeres acuden a madres, abuelas, tías, suegras, hermanas, vecinas o amigas para que cubran su ausencia y poder ingresar al mercado laboral. Es decir, delegan en otras mujeres.

En el mejor de los casos, contratan personal remunerado de casas de familia o apelan a servicios privados de cuidado o a las coberturas médicas. Si esas soluciones son inviables, renuncian a sus trabajos, o aceptan jornadas limitadas y con menores salarios o se precarizan. No son realidades aisladas. Son casos que se repiten masivamente en la aldea global.

La pandemia agravó esta situación. Su sumaron imposiciones a la jornada diaria que fueron organizadas y ejecutadas mayoritariamente por las mujeres. Además, la pertenencia social, el nivel de ingresos y de empleabilidad, las cuestiones étnicas y de edad, el lugar de residencia y las dimensiones de la vivienda, el acceso a una conectividad razonable, multiplicaron su importancia para desarrollar la vida en el ámbito doméstico (especialmente durante la cuarentena) y profundizaron las diferencias sociales y las tensiones familiares.

Por último, las consecuencias económicas de la pandemia, los niveles de desocupación, el distanciamiento y aislamiento social extendido, la incertidumbre sobre la pertinencia de los actos cotidianos en nuestras vidas y el desconcierto generalizado sobre las potenciales soluciones eficaces para enfrentar al virus, alteraron los niveles de tolerancia social y, en muchos casos, de violencia intrafamiliar. En ese terreno, mayoritariamente, las mujeres y los menores sufrieron las consecuencias más graves. Basta repasar el crecimiento del número de femicidios y denuncias de actos violentos contra menores.

Aún en esos contextos más críticos el trabajo doméstico continuó desarrollándose sin solución de continuidad. Fue una muestra más de la importancia del trabajo doméstico para vivir. Muchos hombres van comprendiendo estos fenómenos que no son nuevos pero que adquieren relevancia cuando son registrados y permiten cambiar conductas.

Las estructuras económicas tienen una negación mayor. La evidencia sobre la importancia del trabajo reproductivo o doméstico crece. Es necesaria una mayor visibilización y un cambio de paradigma para que su existencia sea reconocida y valorada adecuadamente.

Salú mujeres con trabajos “invisibles” que cada día se ven más y que exigen su justo reconocimiento y los derechos laborales que amerita su condición de trabajadoras!

Ruben

Ruiz
Secretario General 


Compartir
Volver arriba