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Efemérides 28 de Abril

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Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo

Un día como hoy pero de 1987 se derrumbó el piso superior de un edificio en construcción que ocasionó el desmoronamiento de los seis pisos levantados hasta ese momento. El hecho ocurrió en Bridgeport, Connecticut, EE UU y produjo la muerte de veintiocho obreros de la construcción y heridas a otros doce.
En conmemoración de esa tragedia la Organización Internacional del Trabajo declaró esta fecha como “Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo” en el año 2003 y con derecho y principio reconocido oficialmente desde el año 2022, con el objetivo de promover el trabajo seguro, saludable y decente.
Los primeros impulsores de un reconocimiento internacional sobre los accidentes laborales fueron los sindicatos canadienses que tomaron la tragedia de Bridgeport como ejemplo.
A partir de 1996, el movimiento sindical mundial conmemoró cada 28 de abril como el “Día Internacional en Memoria de las Trabajadoras y los Trabajadores Fallecidos, Enfermos y Heridos por el Trabajo”, en honor de las víctimas de accidentes de trabajo y enfermedades laborales y para denunciar las situaciones que ponen en riesgo la salud, la seguridad y la vida de los trabajadores y trabajadoras del globo.
La insistencia del movimiento sindical mundial en este sentido logró, a principios del siglo XXI, que la OIT reconociera oficialmente esta situación de siniestro laboral que atraviesa a todos los países del mundo y a todas las actividades y que aprobara un día de conmemoración global. Posteriormente, se plegó la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En el marco de la 110ª reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, se aprobó una enmienda al párrafo 2º de la Declaración de la OIT sobre los principios y derechos fundamentales en el trabajo, que regía desde 1998 y que incluyó la garantía de «un entorno de trabajo seguro y saludable» como uno de los derechos fundamentales.
Las cifras mundiales son concluyentes. Según la OIT, 2.800.000 trabajadores/as mueren cada año por accidentes y enfermedades laborales. El 85% de esas muertes son ocasionadas por enfermedades derivadas del trabajo, especialmente el cáncer. Además, se producen 370 millones de lesiones no mortales relacionadas con el trabajo con más de cuatro días de baja laboral. La exposición a los carcinógenos en muchas actividades laborales está en expansión y todavía no existen precisiones sobre la verdadera carga de enfermedad de los trabajadores/as relacionadas a esas ocupaciones y el grado real de exposiciones a nivel global.
La prevención de los accidentes y riesgos laborales, el reconocimiento legal de las enfermedades profesionales, las acciones concretas para mejorar las condiciones laborales y la recopilación y el uso de datos sobre la Salud y Seguridad en el Trabajo son herramientas no suficientemente utilizadas y, en algunos casos, resistidas en nombre de la rentabilidad.
Las piruetas técnicas y leguleyas son moneda corriente entre las aseguradoras para evitar el pago de indemnizaciones o el reconocimiento de enfermedades laborales junto a la complicidad de algunos profesionales y la permanente presión empresaria para abaratar costos. El trabajo no registrado, las tercerizaciones y las subcontrataciones son otros de los factores que impiden o dificultan las posibilidades de control y prevención de accidentes y muertes en el trabajo.
Pero hubo un hecho que aceleró el cuadro de situación: la pandemia. Que significó un nuevo desafío a nivel local, regional y mundial. La virulencia de los agentes virales, el aislamiento, la mayor precariedad laboral y la depresión económica significaron golpes de calado impensado.
A todas luces, los trabajadores/as del mundo salimos peor que cuando entramos…
En ese contexto adverso, el mundo de la seguridad y la salud en el trabajo también se complejizó.
No solo se trata de caídas a nivel o en altura, contacto con sustancias peligrosas, inhalación de vapores tóxicos, quemaduras, sobresfuerzos musculares, golpes y cortes provocados por objetos, herramientas o maquinaria, atrapamientos o aplastamientos, accidentes con vehículos en horario laboral. Tampoco solo de trastornos musculoesqueléticos, problemas respiratorios o auditivos, enfermedades de la piel o cáncer, etc.
Se reconocen nuevas problemáticas (o viejas que estaban invisibilizadas). La mayor probabilidad de contagio e infecciones a que están sometidos los trabajadores/as de la salud, la acción amplificada de los agentes biológicos, el stress laboral, la sobrecarga de trabajo, el acoso laboral que derivan en enfermedades mentales, crisis de ansiedad o depresión, las nuevas exigencias del teletrabajo y las plataformas laborales digitales, las nuevas posibilidades de contagio por el traslado diario o frecuente hacia y desde el trabajo en el transporte público, la irrupción del narcotráfico como factor económico, la trata de personas y el trabajo esclavo.
La trágica muerte de 28 obreros de la construcción en Bridgeport fue un hecho que no pudo ser invisibilizado por los patrones y los burócratas gubernamentales. La valiosa actuación de los sindicatos canadienses y la presión del movimiento sindical mundial fueron fundamentales para establecer un mojón de reconocimiento público de esta realidad en el mundo del trabajo.
Fue un escalón en el difícil camino por hacer visible la realidad que vivieron y viven miles de millones de trabajadores/as en el mundo. Un camino transitado en la Antigüedad por Hipócrates, Plinio y Aristóteles que alertaron sobre las enfermedades de los mineros y la falta de higiene en el trabajo; Bernardino Ramazzini, precursor de la medicina laboral; Johann Peter Frank, precursor de la salud pública y la higiene moderna; Alice Hamilton, pionera de la seguridad laboral; Juan Bialet Massé, primer profesor de Derecho del Trabajo en América, que elaboró un informe minucioso y revelador sobre la situación de los trabajadores/as en las provincias argentinas y participó en el primer proyecto de Ley Nacional del Trabajo.
Que continuó con las recomendaciones de la OIT sobre saturnismo en mujeres y niños y sobre el fósforo blanco (1919), la creación de la Enciclopedia de la OIT y el aporte multidisciplinario de numerosos especialistas de diferentes países del mundo (1930), los programas de asistencia técnica a los países que habían logrado su liberación en el período de descolonización (décadas del ’50 y ’60), el fomento de la “cultura de la seguridad” y la incorporación de la evaluación de riesgos, la prevención y la mitigación con eje en la salud mental de los trabajadores y su bienestar físico, tras la catástrofe nuclear de Chernóbil (1980).
Grageas del esfuerzo colectivo de los trabajadores/as y los expertos/as del mundo del trabajo que coinciden con los intereses de la mayoría global en el intento colectivo por mitigar las consecuencias más negativas de los que movemos la rueda de la historia y la economía mientras renovamos estrategias para crear una sociedad mejor en la que el hombre y la mujer no sean enemigos de su semejante y seamos custodios de nuestra casa común.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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