Jorge Newbery
Un día como hoy pero de 1914 se despedía Jorge Alejandro Newbery, ingeniero, pionero de la aviación, deportista multidisciplinario, hombre de ciencias, funcionario, bailarín de tango y primer ídolo no político en la República Argentina. En su honor se conmemora el Día del Transporte.
Nació en 1875 en una casona del centro de Buenos Aires. Hijo de Dolores Malargie y Ralph Newbery, odontólogo y ex integrante de las fuerzas federadas en los EE UU. Cursó sus estudios primarios y secundarios en la escuela escocesa San Andrés de Olivos donde se recibió de bachiller en 1890. Cuando contaba ocho años, viajó solo a los Estados Unidos para visitar a sus abuelos paternos donde asistió a la inauguración del puente de Brooklyn. Primer acercamiento a la aventura.
Se sentía atraído por la mecánica y finalizado el secundario, retornó a Estados Unidos para iniciar sus estudios de ingeniería en la Universidad de Cornell. En 1893 ingresó al Drexel Institute de Filadelfia, donde fue alumno de Thomas Alva Edison; en 1895 se recibió de ingeniero electricista.
Al regresar a la Argentina fue nombrado en un cargo jerárquico en la Compañía Luz y Tracción del Río de la Plata: en 1897 ingresó a la Armada Argentina con un cargo asimilable a capitán de fragata, en tiempos de conflictos con Chile. Fue el encargado de negociar la compra de equipos eléctricos para los buques de guerra y unidades de defensa costera, misión en la que tuvo una actuación destacada.
En 1900 pidió la baja de la Armada y fue nombrado -por el intendente porteño- como director general de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta su muerte. En 1904 dirigió la cátedra de Electrotecnia en la Escuela Industrial de la Nación (hoy, Escuela Técnica Otto Krause) y participó en el Congreso Internacional de Electricidad realizado en EE UU, en el que fue elegido vicepresidente de la sección Transmisión de Fuerza y Luz y donde presentó un trabajo de 80 páginas titulado _Consideraciones generales sobre la municipalización de los servicios de alumbrado_. Luego viajó a París y realizó ensayos sobre la vida útil de las lámparas incandescentes en el Laboratorio Central de Electricidad.
Ese texto explicitó públicamente su pelea con la inglesa Compañía Primitiva de Gas que abogaba por la prosecución de las concesiones de servicios públicos. Más adelante, tuvo un enfrentamiento con las petroleras privadas ya que Newbery defendía que la producción de ese hidrocarburo estuviera en manos estatales por medio de una ley del Congreso. Su posición quedó plasmada en el libro _El petróleo_ que escribió junto a Justino Thierry, jefe de laboratorio de la dirección de Alumbrado de Buenos Aires. En 1908 publicó _La lamparita eléctrica incandescente llamada zirconium y otros filamentos metálicos_, un estudio detallado sobre su fabricación para que fuera utilizada en el país.
En 1907 presentó su proyecto para construir una usina eléctrica en el Mercado de Liniers, al año siguiente dirigió las obras de alumbrado del Parque Centenario y en 1910 de la Plaza de Mayo, la avenida homónima y parte del centro de la ciudad. Además, promovió nuevas técnicas de transporte masivo para reemplazar a los tranvías en la ciudad.
En otro orden, Newbery fue un deportista excepcional. En 1895 disputó una emblemática pelea para decidir la superioridad del boxeo sobre el savate o kickboxing francés. Su victoria determinó que el boxeo comenzara a ser una disciplina muy popular en Argentina. En 1901 ganó el torneo sudamericano de florete y también venció al campeón francés de espada. En 1903 venció al profesional Mario Zavataro en un combate de lucha grecorromana y batió a Ignacio del Carril en una competencia de velocidad con su automóvil Brasier de 120 HP a una velocidad de 133 km/h, inusitada para la época. También destacó en remo: en 1906, venció en la regata organizada por el Tigre Sailing Club, con el cúter Sprapper, en 1908 derrotó a los campeones del momento -hermanos Müller- en la carrera de 1000 metros, dos remos largos y en 1910 estableció el récord de velocidad en bote de cuatro remos largos, acompañado por Lanusse, Van Praet, y Varas. También obtuvo el primer premio de zambullida a mayor distancia en el río Lujan alcanzando los 100 metros.
Pero su obsesión era volar. Había escuchado sobre los intentos del paraguayo Silvio Pettirossi, el peruano Jorge Chávez y el mexicano Alberto Braniff y confirmó su pasión cuando conoció al aeronauta brasileño Alberto Santos Dumont. El 25 de diciembre de 1907 -junto a Aarón Anchorena- cruzó el Río de la Plata en el globo “Pampero”. Salieron de la Sociedad Sportiva Argentina (hoy, Campo argentino de polo) y bajaron en Conchillas, Uruguay. Fue un acontecimiento popular.
El 13 de enero cofundó el Aero Club Argentino. La Compañía de Gas del Río e la Plata donó un predio ubicado en Roosevelt y 11 de septiembre y allí funcionaron la sede del club y el Parque Aerostático de Belgrano que contaba con un inmenso galpón para construcción y almacenamiento de globos, máquinas de coser especiales, prensas de engomado y elementos de pintura y barnizado. Además, el Concejo Deliberante le otorgó un subsidio de $10.000 para sus inicios.
A pesar del dolor que supuso la muerte de su hermano en un vuelo trágico, preparó un nuevo globo, El Patriota. La opinión pública era esquiva por los riesgos que suponía. No se desalentó. Se encontró con el diputado nacional Alfredo Palacios y le propuso viajar con él para dotar al viaje de un marco favorable. Viajaron con éxito a 3000 metros de altura sobre la pampa gaucha. Luego construyó otro globo, el “Huracán”. Batió el récord de duración y distancia acompañado solo por aparatos de precisión. Fue un 28 de diciembre de 1909; recorrió 550 km en 13 horas surcando los cielos de Argentina, Uruguay y Brasil. El club de nombre homónimo al globo le pidió autorización para usarlo en su camiseta, y así, se transformó en el popular “globito” de Parque Patricios. El 5 de noviembre de 1912 alcanzó el récord sudamericano de altura al llegar a los 5100 metros en el “Buenos Aires”, acompañado por el teniente primero Raúl E. Goubat y por el teniente de navío Melchor Z. Escola.
En 1910 Newbery había obtenido la licencia de piloto de avión. En silencio había comenzado otro sueño: que Argentina tuviera su aviación militar. En 1912 el Aeroclub decidió poner a disposición del Ministerio de Guerra su parque y sus profesores en forma gratuita. Newbery, comenzó, un trabajo perseverante. Visitó amigos, funcionarios, legisladores y militares para que su idea se concretara. El 10 de agosto de 1912, el presidente Luis Sáenz Peña creó la Escuela Militar de Aviación, la primera fuerza aérea latinoamericana. Nombró como directores a Jorge Newbery y los tenientes coroneles Enrique Mosconi y M. J López y destinó los terrenos de Palomar de Caseros para su funcionamiento.
Pero fue con sorpresa: no había presupuesto para comprar aviones. Jorge Newbery decidió jugar su prestigio y su condición de ídolo popular. Lanzó una colecta para recaudar fondos. Se formó la Comisión Central Recolectora de Fondos para la flotilla Aero Militar Argentina y se lanzó la campaña. La respuesta fue conmovedora. El pueblo adquirió un millón y medio de postales alegóricas y se compraron 4 monoplazas. El 25 de mayo de 1913 una multitud colmó el Hipódromo Argentino para ver a la primera escuadra militar argentina encabezada por la máquina piloteada por Jorge Newbery.
El 24 de noviembre de 1912 cruzó el Rio de la Plata con un monoplaza Blériot Gnome de 50 HP, aterrizó en Colonia y se transformó en el primer piloto en cruzarlo en globo y aeroplano. El 10 de febrero de 1914 Newbery, alcanzó el récord mundial de altura al volar a 6.225 metros con un monoplaza Morane-Saulnier aunque la marca no fue homologada por la comisión internacional. El 1º de marzo de 1914 hizo su última pirueta. Estaba realizando una demostración, mientras preparaba su cruce de la cordillera de los Andes, y su monoplaza cayó en el campo de aviación Los Tamarindos (en la actual zona de El Plumerillo, Las Heras, Mendoza). Murió en su ley a los 38 años de edad.
Intrépido, disciplinado, observador, temerario, devorador de desafíos, ídolo sin vueltas ni permiso.
Salú, Jorge! Por tu intrepidez, por tu sabiduría y disciplina, por tu espíritu constructor, por tu energía inagotable y por tu imaginación audaz. Un integrante de vuelo para nuestra popular imaginaria…
Ruben Ruiz
Secretario General