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Efemérides 03 de Marzo – Guillermo Brown

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Almirante infalible en los mares del sur

Un día como hoy pero de 1857 se despedía William Brown, marino y armador irlandés, naturalizado argentino, que fue nuestro primer Almirante y considerado el padre de nuestra Armada nacional.
Nació en 1777 en Foxford, condado de Mayo, República de Irlanda. Eran momentos difíciles en la economía y en la política: las hilanderías cerraban y los católicos eran perseguidos por los ingleses. Un tío sacerdote que se había educado en Salamanca fue una gran influencia durante su infancia.
En ese contexto, su padre decidió buscar mejor suerte y en 1786 se embarcó con su hijo Guillermo a Estados Unidos. A los pocos días de arribar, el amigo que los había hospedado en Delaware murió a causa de la fiebre amarilla y días después ocurrió lo mismo con el padre de Guillermo Brown. Huérfano y en un país desconocido, tuvo que recalcular sus movimientos para sobrevivir.
En 1788 un capitán estadounidense lo incorporó a su tripulación como grumete. Era el apogeo de los barcos a vela. Nacía su carrera naval. Durante nueve años navegó por el Atlántico y por el Mar Caribe. Adquirió conocimientos y una pericia notable. En 1796 alcanzó la matrícula de capitán. En 1797 fue apresado por un buque inglés y obligado a trabajar bajo sus órdenes. Un año después fue apresado por un barco francés mientras comandaba una nave británica y enviado a la cárcel de Metz.
Se escapó, fue recapturado y enviado a la prisión de máxima seguridad de Verdún. Nueva huida, esta vez con ribetes cinematográficos. Un coronel inglés como cómplice, agujero en el techo, noche cerrada y telas anudadas para bajar sigilosamente por las paredes externas de la cárcel. Retornó a Inglaterra y continuó su trabajo como marino mercante junto a su hermano, aunque existen indicios en la Oficina de Registros Navales británica de que habría trabajado para la Royal Navy.
En 1809 se casó con Elisabeth Chitty, joven inglesa a quien doblaba en edad. Ese año, a bordo de la fragata “Belmond” llegó al Río de la Plata. Se afincó en Montevideo, compró un barco e inició actividades comerciales. En 1810, presenció en forma silenciosa los sucesos de la Revolución de Mayo en Buenos Aires y retornó a Inglaterra para presenciar el nacimiento de su primera hija, Elisa.
Los viajes a Buenos Aires y Montevideo se hicieron más frecuente. Adquirió la goleta “Industria” y luego las goletas “Hope”, “Unión” y “Amistad” con las que armó una flotilla mercante para comerciar cueros y frutos con la Banda Oriental y, esporádicamente, en algunas ciudades de Brasil. Su lugar de residencia en Buenos Aires era el hotel y restaurante “La fonda de los tres reyes” frecuentados por marinos británicos y también por Vieytes, Paso, Rodríguez Peña, Belgrano y San Martín, entre otros.
En poco tiempo compró una quinta en el sur de la ciudad donde años después, construyó su casa, que fue conocida como “la casa del inglés”, o “de los cañones” y como la famosa “Casa Amarilla”. En 1813 se reencontró con su familia. Sus negocios crecían a ambas márgenes del Río de la Plata hasta que el gobierno español de Montevideo incautó las naves de Brown y apresó a su tripulación.
Fue una declaración de hostilidades que el irlandés aceptó y comenzó su regular hostigamiento a los realistas. Apresó la goleta “Nuestra Señora del Carmen”, la balandra “San Juan de Ánimas” y transportó víveres, armas y correspondencia a los patriotas de la Banda Oriental.
El 1º de marzo de 1814 el Directorio de la Provincias Unidas del Río de la Plata lo designó con el cargo de teniente coronel y jefe de la Escuadra de Buenos Aires. Improvisó una flota con naves mercantes que transformó en navíos de guerra y convocó a una tripulación heterogénea; criollos, presos, marinos mercantes y aventureros ingleses, franceses, irlandeses y norteamericanos.
A los quince días tuvo su bautismo de fuego, el combate de Martín García. Venció a los realistas y tomó la isla. Luego tuvo una derrota en Arroyo de la China y se preparó para un enfrentamiento decisivo para la sobrevivencia del gobierno revolucionario: el combate naval de Montevideo.
Integró su escuadra con la fragata “Hércules”, en la cual Brown enarboló su insignia, las corbetas “Belfast” y “Céfiro”, el bergantín “Nancy”, la goleta “Juliet”, a los pocos días integró a la corbeta “Agreable”, la sumaca “Santísima Trinidad” y el falucho “San Luis” y, finalmente, a la sumaca “Itatí”.
El 20 de abril se acercaron al puerto de Montevideo y mantuvieron escaramuzas durante cuatro días. El 14 de mayo zarparon los 12 buques realistas en busca de las naves patriotas. Brown simuló retirar sus barcos hacia mar adentro para ser perseguidos y, con viento a favor, viró repentinamente hacia el puerto. Los barcos españoles reaccionaron pero la persecución fue tardía. La escuadra comandada por Brown se interpuso entre el puerto y los españoles y comenzó un feroz combate en El Buceo.
Algunas naves realistas fueron capturadas, otras incendiadas y otras huyeron por el océano. Fue una victoria donde la diferencia estuvo signada por la conducción de las parejas fuerzas que lucharon. El general José de San Martín se refirió así al enfrentamiento: “el triunfo sobre la escuadrilla realista es lo más grande que ha hecho hasta el presente la Revolución Americana”. Semanas después caía Montevideo ante las tropas comandadas por José Gervasio de Artigas y José Rondeau.
En 1815 inició su periplo con patente de corsario por el Pacífico en una escuadra integrada por su hermano Miguel, Hipólito Bouchard y Olivier Russell en cada nave. Complicaron el comercio, fustigaron el poderío marítimo español y esparcieron ideas de libertad en Perú, Ecuador y Colombia. Fue un avance de la gesta libertadora del general San Martín sin permiso del Directorio porteño.
Sus discrepancias con Bouchard produjeron al desmantelamiento de la escuadra. Acto seguido, perdió su fragata “Hércules” por una maniobra de un oficial inglés en la isla Antigua. Su esposa e hijos/as habían sido obligados por el Directorio a embarcarse hacia Europa (que, además, lo acusaba de desobediencia por su periplo corsario) y sufría una enfermedad que lo mantenía postrado. En esa situación desesperante decidió retornar a Buenos Aires dispuesto a enfrentar los cargos acusatorios.
Se defendió con solidez y en 1819 la causa se resolvió a su favor. Su prestigio entre los habitantes porteños estaba intacto. Su relación con el poder, no. Se dedicó a la venta de armas. Recompuso su posición económica y se reencontró con su familia en 1822. Fueron años de sosiego, negocios y vida familiar. Pero en 1826 el imperio brasileño decidió bloquear la ciudad de Buenos Aires y el gobierno volvió a solicitar sus servicios. Lo designaron coronel mayor y jefe de la resistencia naval.
Las fuerzas eran escasas: los bergantines “General Balcarce” y “General Belgrano” y la lancha cañonera, la “Correntina”. Allí, apareció otra faceta notable: la de organizador. Incorporó 12 lanchas cañoneras y adquirió la fragata “Veinticinco de Mayo” (allí izó su insignia), los bergantines “Congreso Nacional” y “República Argentina” y las goletas “Sarandí” y “Pepa”. La escuadra brasileña estaba integrada por 31 naves. En el primer combate, el buque insignia brasileño “Itaparica” quedó muy averiado y con muchos heridos. Conducción sin grietas y coraje de los marinos patriotas.
El 10 de junio la escuadra invasora se presentó en las costas porteñas. En inferioridad manifiesta se produjo el combate de Los Pozos, donde la maestría y la audacia de Brown y sus hombres produjeron una derrota a sus enemigos que festejó todo el pueblo de Buenos Aires en la costa. Días después se produjo la batalla de Quilmes en la que las huestes patriotas pudieron volver con enormes pérdidas y en febrero se produjo el decisivo combate de Juncal. Las fuerzas brasileñas fueron totalmente derrotadas. Férrea conducción, artilleros entrenados y oficialidad disciplinada fueron las claves.
En 1828, el gobernador bonaerense Manuel Dorrego lo nombró brigadier general. No obstante, Brown participó de la rebelión unitaria comandada por Juan Lavalle. Luego de la batalla de Navarro pidió por la vida de Dorrego pero fue desoído. Renunció a su cargo de gobernador delegado y se retiró a su vida privada. Pero los avatares de nuestra historia lo llamaron nuevamente. El gobernador Juan Manuel de Rosas convocó “al viejo Bruno”, como lo llamaba cariñosamente a Guillermo Brown, para enfrentar en la Banda Oriental a Fructuoso Rivera, que hostigaba a las fuerzas federales.
Asumió el desafío y fue parte de la Guerra Grande en la que alcanzó varias victorias, en particular, el combate de Costa Brava donde los adversarios eran comandados por Giuseppe Garibaldi. En 1845 fue derrotado por la flota franco-inglesa y no daría nuevas batallas. Su vida continuó en La Casa Amarilla y se dio un permitido en 1847: una visita a su tierra natal.
Valiente, intrépido, temerario, decidido, sanguíneo, creador de señales diurnas a través de banderas y señales nocturnas para sus marinos, heterodoxo en las batallas y práctico en la vida cotidiana.
Salú Guillermo Brown! Por tu entrega, tu pragmatismo y tu conducción en momentos heavys…

Ruben Ruiz
Secretario General 


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