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Efemérides 05 de Octubre – June Almeida

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La investigadora olvidada que identificó el primer coronavirus

Un día como hoy pero de 1930 nacía June Dalziel Hart, viróloga y bióloga escocesa pionera en la identificación, el diagnóstico y la obtención de imágenes de virus.
Nació en la ciudad de Glasgow. Hija de Jane Steven Dalziel y de Harry Leonard Hart, conductor de autobús, una humilde pareja de trabajadores. A los diez años fue testigo de la muerte de su hermano menor a causa de la difteria. A los dieciséis años tuvo que abandonar sus estudios a pesar de sus excelentes notas por dificultades económicas para costear una carrera universitaria.
Comenzó a trabajar como técnica en el departamento de Histopatología -rama de la medicina que estudia las causas, la evolución y las consecuencias de las enfermedades- de la Glasgow Royal Infirmary (Enfermería Real de Glasgow). El encuentro con los microscopios para explorar tejidos humanos fue fascinante. Un amor a primera vista…
No tenía título universitario alguno pero su capacidad de aprendizaje y su habilidad para trabajar con los microscopios electrónicos le abrieron camino.
En 1953 se trasladó a Londres para trabajar en el Hospital San Bartolomé donde perfeccionó sus conocimientos en el uso de los microscopios. En la capital británica conoció al artista venezolano Enrique Rosalio Almeida con quien se casó y tuvo una hija y se trasladó a Canadá al año siguiente.
Este país tenía menos requisitos formales que el Reino Unido para continuar su carrera académica y para conseguir un puesto de trabajo. Al poco tiempo, fue contratada por el Instituto para la Investigación del Cáncer de Ontario como electromicrocopista. Su pericia laboral determinó una consideración mayor de sus jefes y decidió comenzar la carrera de investigadora.
Desarrolló técnicas novedosas que permitieron visualizar estructuras víricas nunca antes identificadas y comenzó a publicar sus observaciones en revistas científicas. Almeida fue un caso atípico en un mundo plagado de académicos. La curiosidad y el riesgo innovador fueron materias que otros no cursaban con regularidad. Ella le ponía fichas y tiempo.
Su técnica había surgido de una observación aguda y del uso de métodos existentes pero no aplicados en los exámenes microscópicos. Se dio cuenta que el secreto estaba en los anticuerpos. Tenían una tendencia a unirse a los virus y cuando se los colocaba para su observación, era su posición la que señalaba donde se encontraban los virus.
Utilizó la técnica de tinción negativa creada por el biólogo Sídney Brenner y el virólogo Robert Horne. Aplicaba fosfotungstato de potasio sobre las gradillas (soporte que sostiene los tubos de ensayo), se depositaban los viriones (virus infeccioso con envoltura) y se lograba tintar la parte posterior del fondo. Ese procedimiento permitía resaltar los virus intactos y fotografiarlos. Se terminó con la invisibilidad de los virus y se develaron sus estructuras y sus simetrías.
Parece simple pero llevó mucho tiempo de observación, investigar técnicas cercanas y arriesgar una simbiosis para descular el enigma. Antes de este descubrimiento llevado a cabo por June Almeida, la identificación microscópica segura era muy difícil. El tamaño diminuto de los organismos observados implicaba tener serias dudas al momento de certificar si eran virus o no.
Almeida logró descifrar el jeroglífico con astucia y horas de investigación pegada a la lente.
Al reconocer las distintas partículas microscópicas se pudieron comenzar a identificar los agentes dañinos para neutralizarlos y enfrentar algunas enfermedades infecciosas. De hecho, fue la primera científica en descubrir el virus de la rubeola, una enfermedad descubierta con anterioridad pero sin evidencias gráficas del virus que la generaba.
Su reconocimiento como viróloga creció y sus posibilidades de trabajo también.
La dirección del Saint Thomas Hospital le ofreció un puesto en su Escuela de Medicina. Regresó a Londres y comenzó a trabajar con el virólogo David Tyrrell quien dirigía una investigación sobre el “resfriado común”.
En primer lugar, Tyrrell había descubierto las diferencias entre la gripe y el catarro. La primera es provocada por un solo virus, el segundo por cerca de 200 (por eso no hay acuna contra el catarro). Simple pero hasta ese momento, difícil de descubrir. Era una época en que pocos virus podían ser cultivados. Por eso, había convocado a 20.000 voluntarios que se dejaron infectar con diferentes los virus del catarro y tomaba muestras de los pacientes. Descubrió que en la muestra de un niño voluntario de Surrey, el virus quedaba inactivo en contacto con el jabón. Así, llegó a la conclusión de que había aislado un virus del resfriado diferente a los conocidos. Lo llamó B814.
Pero subsistía un problema: no tenía imágenes para demostrarlo.
El trabajo conjunto con June Almeida sería de vital importancia para arribar a buen puerto. Tyrrell le envió tres muestras: dos con virus conocidos y una con el supuesto nuevo virus.
Ella recurrió a informes que había elaborado de muestras sobre ratones con hepatitis y pollos con bronquitis (informes que habían sido rechazados por la comunidad científica por insuficientes) y los resignificó. Mejoró su técnica de observación durante algunos meses y acertó en descifrar cual era el virus “B814”.
Finalmente, descubrió un punto redondo y gris rodeado de un halo de “espinas” que asemejaban a una corona solar y reportó una imagen clara y rotunda del virus. Ambos acordaron el nombre que debía llevar: coronavirus. Fue un hito de la ciencia, por primera vez se tuvo la imagen que demostraba el descubrimiento de este nuevo patógeno que da que hablar hasta nuestros días.
Años después alcanzó el grado de doctora en Biología emitido por la Escuela médica del Saint Thomas Hospital y trabajó en el Wellcome Institute donde participó en el patentamiento de diversas imágenes de virus y de la identificación con imágenes de alta calidad del virus del VIH.
En 1979 escribió el Manual de diagnóstico rápido de virus en el laboratorio para la Organización Mundial de la Salud. Luego de su retiro fue instructora de yoga, restauradora de porcelana fina y experta en antigüedades junto a su segundo marido, el virólogo Phillip Gardner.
Disciplinada, innovadora, de pensamiento original, tiempista con sus colegas, sabia, paciente.
Lamentablemente el mundo académico y científico olvidó sus aportes y no empoderó su figura. Sin embargo, la irrupción del Covid-19 actualizó la importancia de sus descubrimientos y volvió los ojos de sus colegas a su legado olvidado.
En el invierno de 2007 un infarto agudo de miocardio congeló su curiosidad y su energía acumulada en ese mundo minúsculo que tantos sobresaltos nos propina a los y las mortales.
Salú June Almeida!!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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