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Efemérides 10 de Abril – Emiliano Zapata

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Indómito líder campesino de la Revolución mexicana

Un día como hoy pero de 1919 era asesinado Emiliano Zapata Salazar, el “Caudillo del Sur”, símbolo de la resistencia campesina en México, jefe del Ejército Libertador del Sur e impulsor de luchas por libertad, igualdad, propiedad comunal de las tierras y respeto a las comunidades indígenas, campesinas y obreras de México.
Nació en 1879 en Anenecuilco, estado de Morelos. Hijo de Gabriel Zapata y Cleofás Salazar, fue el noveno de los diez hijos que tuvo la pareja. Sus estudios iniciales los realizó con el profesor Emilio Vara. Su infancia y primera adolescencia las vivió en un contexto de despojos incesantes de tierras a manos de los latifundistas. A los 16 años murió su madre y un año después, su padre. Trabajó de labrador, arriero, peón. A los 18 años fue detenido en una fiesta por la policía rural de Cuernavaca y liberado por su hermano mayor, armas en mano. Ese acto impuso la huida de ambos del estado de Morelos y su afincamiento en el estado de Puebla, donde trabajaron en la hacienda de Jaltepec durante un año.
En 1906 participó de una junta de campesinos de Cuautla en la que discutieron estrategias para defender sus tierras. Su rebeldía e incipiente liderazgo implicó su proscripción y en 1908 fue obligado a incorporarse como soldado raso al 9° Regimiento de Caballería. Su destreza con los caballos le permitió transitar ese período de confinamiento sin mayores conflictos. En 1909 realizó su primera aparición política en apoyo de un candidato opositor a los hacendados en el estado de Morelos.
Fue electo calpuleque (jefe o director) de la Junta de Defensa de las tierras de Anenecuilco-Villa de Ayala-Moyotepec y se dedicó al estudio de los documentos que determinaban la legalidad de la posesión de tierras de los campesinos e indígenas y los mecanismos de despojo. Nacía el dirigente agrarista. Ante las evidencias históricas y la inacción gubernamental decidió actuar. En mayo de 1910 recuperó a la fuerza las tierras de la Hacienda del Hospital y las repartió entre los campesinos del lugar. Fue declarado bandolero y tuvo que esconderse de los militares. Eso no le impidió realizar nuevas tomas y repartos de tierras.
México era gobernada por la dictadura de Porfirio Díaz desde 1877, en alianza con los hacendados, el ejército y la iglesia. La concentración económica, el abuso y el despojo de tierras eran marcas registradas de su gobierno. Su imperio se fue agrietando y, en 1910, Francisco Madero impulsó una oposición consistente que derivó en un levantamiento armado.
El 20 de noviembre se considera el inicio de la Revolución mexicana. Su promesa de devolución de las tierras a los indígenas y campesinos hizo que la revuelta se extendiera. Zapata nunca confió totalmente en las intenciones de Madero pero apoyó en forma decidida la Revolución y fueron cruciales sus triunfos en Chinameca, Jojutla, Jonacatepec, Tlayecac y Tlaquiltenango. En marzo de 1911 Emiliano Zapata fue elegido nuevo jefe del Ejército Libertador del Sur formado por 1000 hombres y se entrevistó en varias oportunidades con Madero para que se consumara el artículo tercero de la proclama de la Revolución sobre la devolución de tierras. Madero exigió el licenciamiento de las fuerzas zapatistas y la entrega de armas. Zapata exigió tierras y elementos de labranza para entregarlas. No hubo acuerdo.
En octubre Madero fue proclamado presidente y en noviembre Emiliano Zapata proclamó el_ Plan de Ayala_ donde exigía el reconocimiento de los pueblos originarios y una reforma agraria integral bajo el lema: “La tierra es de quien la trabaja”. El documento fue mejorado y se incorporaron otros elementos de importancia que no se discutían como la legitimidad de la Revolución mexicana, el cumplimiento irrestricto de las promesas a los campesinos, la soberanía popular, la responsabilidad de los dirigentes revolucionarios, la necesidad de un gobierno unificado y el contenido social de la Revolución. Demasiado para el maderismo.
El enfrentamiento fue inevitable y el Ejercito Federal persiguió a los zapatistas. La política mexicana seguía enmarañada; Madero fue destituido y ejecutado por el general Victoriano Huerta que fue proclamado nuevo presidente y la persecución de las fuerzas militares al ejército sureño fue feroz.
Emiliano Zapata bancó la parada y su liderazgo creció. Sus filas ya contaban 27.000 hombres. Al mismo tiempo, continuaba con las reformas en el estado de Morelos y parte del estado de Guerrero, Puebla y Tlaxcala. Tomó Cuernavaca, donde constituyó su cuartel general, Xochimilco, Milpa Alta y estaba a las puertas de la Ciudad de México. En medio de los entreveros que marcaron su vida, Zapata no se resignó a la soledad. Tuvo nueve esposas y cuatro hijos e hijas, muchos de los cuales hicieron honor a su herencia política y de lucha por la justicia social.
En septiembre de 1914 promulgó la entrega de tierras a los campesinos de los territorios que gobernaba y envió delegados a la convención de Aguascalientes en la que diversas corrientes revolucionarias intentaron dirimir diferencias.
La actuación de los zapatistas en la convención fue de suma importancia y algunos de sus conceptos se verían reflejados en la Constitución de 1917. Además, tomaron contacto con las fuerzas de Pancho Villa, líder campesino del norte mexicano y acordaron limitar las aspiraciones de un nuevo aspirante a la presidencia de México, el doctor Venustiano Carranza. En noviembre de 1914 Emiliano Zapata y Pancho Villa entraron a la ciudad de México y Carranza se retiró a Veracruz desde donde complotaría para retomar el poder perdido.
El 4 de diciembre Villa y Zapata mantuvieron la histórica reunión en Xochimilco en la que acordaron una alianza militar y los zapatistas se retiraron a Morelos, estado que gozó de un gobierno de campesinos durante varios meses, se reabrieron escuelas, se crearon instituciones para reanudar la producción de alimentos y se mantuvo bastante a raya la inestable situación militar de la región.
Venustiano Carranza no se quedó quieto. Tejió alianzas con diversas facciones militares y atacó a las fuerzas villistas. Las fuerzas “constitucionalistas” estaban al mando del general Álvaro Obregón que derrotó al ejército de los campesinos del norte y se estableció un nuevo gobierno a cargo de Carranza que, por supuesto, atacó en forma permanente a las fuerzas zapatistas. Al mismo tiempo, aprobó nueva Constitución y una ley agraria que morigeró parte del descontento campesino. Los incesantes enfrentamientos con un ejército diez veces más grande, la falta de municiones y las bajas hicieron que las fuerzas dirigidas por Emiliano Zapata se transformaran en una guerrilla de acción limitada y con el impedimento de conformarse como una fuerza nacional.
Finalmente, Carranza ideó un plan para deshacerse del líder guerrillero. Hizo correr la voz de que el general Jesús Guajardo, uno de los referentes iniciales de la Revolución, había roto con el gobierno y quería ser parte de las fuerzas zapatistas. Para que esa actitud fuera creíble Guajardo fusiló a 57 soldados acusados de tropelías y ofreció armamento y municiones. Acordó un encuentro con Zapata en la hacienda de Chinameca, en Morelos. Misteriosamente, el líder sureño abandonó la actitud precavida que lo había salvado muchas veces y se dirigió al encuentro con diez hombres ese 10 de abril de 1919. Al cruzar la entrada, un soldado tocó el clarín a modo de bienvenida honorífica e, inmediatamente, comenzaron los disparos cruzados de francotiradores apostados en las terrazas.
Zapata y su comitiva fue fusilada en forma expedita y el cuerpo del “Caudillo del Sur” con veinte balazos fue expuesto en Cuautla a modo de advertencia hacia los campesinos rebeldes. El movimiento fue perdiendo fuerza y hubo que esperar hasta 1934, año en que el gobierno de Lázaro Cárdenas comenzó un efectivo reparto de tierras y una cierta democratización de la vida rural.
Emiliano Zapata quedó en la memoria de millones de mexicanos y mexicanas, sobrevivió a los vaivenes de la historia y se convirtió en el símbolo de la resistencia popular. Algo más importante: México sufrió cambios profundos y ya nunca fue igual. Su cuerpo fue enterrado pero su legado no pudo ser obviado y sigue presente. La frase más utilizada entre los trabajadores, entre los movimientos ciudadanos o en el mundo de la cultura que resiste el mandato de los poderosos, es muy emblemática: Zapata vive, la lucha sigue.
El pueblo mexicano lo continúa convocando en cada lucha y su ejemplo se mantiene vivo de generación en generación.
Viva Zapata!!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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