El artista que revolucionó la radio y el teatro y fue pionero del cine moderno
Un día como hoy pero de 1985 se despedía George Orson Welles, actor, director, guionista, montajista, pintor, mago, productor y locutor de radio estadounidense que innovó el lenguaje cinematográfico, la puesta en escena teatral y alteró el estilo radiofónico de manera notable.
Nació en 1915 en la ciudad de Kenosha, estado de Wisconsin. Hijo de Beatrice Lucy Ives, pianista y de Richard Head Welles, ingeniero e inventor aficionado. Desde pequeño tuvo dotes de niño prodigio (dibujaba, escribía poemas y realizaba trucos de magia a los diez años). Sin embargo, no sabía sumar y las matemáticas le producían temor. Con ese perfil de genio y sus limitaciones con los números sus padres lo sometían a test con psiquiatras y profesores.
La pareja se separó en 1919 y Orson Welles se mudó con su madre. Pero la desgracia apareció por primera vez: ella murió tres años después. Retornó con su padre y comenzó sus estudios primarios en Madison (Wisconsin). Tiempo después protagonizó su primera obra teatral: “El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde” e ingresó a la Todd School of Illinois, una escuela de vanguardia dirigida por el profesor Roger Hill. No obstante, la tragedia tocó nuevamente a la puerta: su padre murió cuando él tenía quince años.
Al año siguiente se instaló en Dublín, república de Irlanda, donde estudió pintura y fue contratado por el Gate Theatre. Comenzaba su vida de artista nómade. Pegó la vuelta a Nueva York, debutó en Broadway con la obra “Romeo y Julieta” y se incorporó al proyecto Teatro Federal. Dirigió obras de alto impacto entre las que se destacó “Macbeth” con un elenco totalmente afroamericano y en las que sustituyó a las brujas por hechiceras vudú.
Al mismo tiempo, aprovechó el registro barítono de su voz e incursionó en la radio. Audicionó y dirigió obras con formatos novedosos. Aparecía el fenómeno radial.
En 1937 fundó con John Houseman el “Mercury Theatre” e hizo el montaje de “Julio César” en la que ofreció una novedad: los personajes iban vestidos con “ropa de calle contemporánea”. Otro impacto escénico que fue galardonado por la Asociación Dramática de Chicago.
En 1938 sorprendió a Estados Unidos. Junto a su compañía representó una adaptación de la obra de H. G. Wells La guerra de los mundos por la cadena radial CBS y sus estaciones asociadas. Fue el domingo 30 de octubre a las 21 horas (víspera de Halloween). Al inicio de la transmisión se aclaró que se trataba de una adaptación de una obra de ciencia ficción. Pero, o los oyentes no prestaron atención o muchos de ellos sintonizaron el programa una vez empezado por lo que el relato cundió como verosímil y la angustia fue creciendo hasta convertirse en pánico.
La audición radial estaba preparada para producir un efecto parecido pero la cuestión se desmadró. Se trató de un programa con música en vivo que iba siendo interrumpido por supuestos informes de falsos reporteros que comunicaban explosiones producidas en Marte cuyos desprendimientos se dirigían hacia la Tierra. Orson Welles interpretaba el papel del profesor Prierson que era “interrogado en su carácter de científico” e iba variando su firme opinión inicial contra cualquier hecho inusual a medida que se sucedían los acontecimientos.
Un segundo informe develaba que los meteoritos eran, en realidad, naves espaciales en dirección a nuestro planeta; más tarde que se había producido un impacto de proporciones en el área rural de Nueva Jersey; posteriormente que se avizoraban seres extraños, de grandes dimensiones, ojos inmensos, tentáculos, boca en forma de V, armados con gases venenosos. Finalmente, comunicaron enfrentamientos de las fuerzas armadas contra los invasores (con un mensaje ficticio del secretario de Estado de EE UU), la muerte del cronista que relataba los hechos y la aparición de una llamarada salvadora que derrotaba a los extraterrestres.
El realismo de la transmisión indujo a situaciones patéticas. Miles salieron a la calle, algunas rutas estuvieron bloqueadas por automovilistas asustados, se bloquearon las líneas telefónicas de diferentes estaciones de policía. Desesperación y terror ante un supuesto ataque marciano.
En el minuto final Orson Welles se despidió: “Hasta la vista a todo el mundo y recuerden, por favor, durante un día o algo así, la lección terrible que aprendieron esta noche. Ese invasor globular, reluciente, que apareció haciendo muecas en las salas de sus casas, es sólo un habitante de la imaginación; y, si llega a sonar el timbre de su puerta y no ven a nadie allí, no crean que fue un marciano… fue el genio travieso que aparece la víspera de Todos los Santos”.
Quedó demostrado el poder de los medios de comunicación de masas y la posible construcción de una realidad paralela con consecuencias imprevisibles. Antecedente empírico de fake news.
En 1941 debutó en el cine grande y jugó en primera. Su obra, El ciudadano (Citizen Kane). Una biografía imaginaria y satírica del pope de la prensa norteamericana William Randolph Hearst que implicó audacia técnica y un innovador lenguaje cinematográfico. No se trataba de machacar sobre la intimidad sino develar al personaje en forma integral. Uso de flashbacks para revelar su pasado, interconexiones con planos secuencias, contrastes de luz originales. Rompecabezas guionado, crítica social afinada, impacto visual potente. Un gol al ángulo.
Obviamente Hearst movió sus contactos con el poder de turno para que el éxito de la crítica no se viera reflejado en la taquilla. Lo consiguió. Pero el rescate del film fue glorioso y sostenido.
En 1946 fue acorralado por la “caza de brujas” macartista, acusado de comunista y obligado al exilio. Se aquerenció en España. Al principio en una ciudad que lo enamoró: Sevilla. Retomó a Shakespeare y dirigió “Macbeth” y “Otelo” que plasmó como melodramas con estatura trágica y gran fuerza cinematográfica. Evitó la forma de tragedia pura que otros representaron.
Transitó por el cine negro con películas como “La dama de Shanghái” o “Sed de venganza”, thriller en blanco y negro que para algunos críticos marcó el final de la primera etapa de ese estilo de cine. En 1963 dirigió “El proceso” basada en la obra de Franz Kafka que le permitió gozar de una libertad pocas veces alcanzada y tener el control de su obra. En 1966 dirigió y actuó en “Campanadas a medianoche”. Shakespeare puro. Las distintas facetas de la lealtad, la caída de figuras convencidas de su cercanía al poder, la mixtura del mundo de los monarcas y el mundano, las negociaciones secretas, las posibilidades de traición.
A su vuelta a EE UU incursionó en la televisión con proyectos que no levantaron vuelo y actuó o puso su voz como narrador de varias películas como “Centinelas del silencio”, “Los grandes misterios de Orson Welles”, “El difunto gran planeta Tierra”, “La loca historia del mundo”, “Los últimos marineros, los días finales del trabajo a vela”, entre otras.
En el otoño de 1985 un paro cardíaco lo hizo encallar en su vida nómade, en su búsqueda innovadora y su amistad inquebrantable con la lente disruptiva.
Talentoso, creativo, ambicioso al punto de acordar contratos como actor en papeles menores para financiar sus películas, audaz técnicamente, narrador impecable, director implacable, perdedor recurrente con películas osadas y ganador de una libertad inigualable en Hollywood.
Salú Orson Welles!
Ruben Ruiz
Secretario General