Un guionista talentoso y resistente perseguido por las calles de Hollywood
Un día como hoy pero de 1976 se despedía Dalton Trumbo, guionista, escritor y director de cine estadounidense, perseguido por el macartismo por sus ideas marxistas y parte de “Los diez de Hollywood” junto a Alvah Bessie, Herbert Biberman, Lester Cole, Edward Dmytryk, Ring Lardner Jr., John Howard Lawson, Albert Maltz, Samuel Ornitz y Adrian Scott, que vieron obstaculizadas sus carreras profesionales por ese feroz asedio que sufrieron intelectuales y artistas en EE UU después de la Segunda Guerra Mundial.
Nació en 1905 en Montrose, estado de Colorado. Hijo de Maud Tillery y Orus Bonham Trumbo, empleado de una zapatería. Ambos inmigrantes franco suizos. Su abuelo, Millard F. Tillery, había sido uno de los últimos sheriffs del Lejano Oeste, precisamente en el pueblo natal de Dalton. En su adolescencia cumplía el turno nocturno de una panadería y miraba todas las pelis que podía.
Cursó sus estudios secundarios en el Grand Junction High School, donde hizo sus primeros pasos como periodista cubriendo noticias de la escuela, en los tribunales y en la morgue. Luego ingresó a la Universidad de Colorado. Al mismo tiempo trabajaba como periodista en el diario local “Boulder Daily Camera” y en la sección de humor de la revista del campus. Dejó sus estudios universitarios debido a la delicada situación económica familiar tras el despido de su padre. Reinició los estudios en la Universidad del Sur de California (USC) pero la repentina muerte de su progenitor hizo que, nuevamente, abandonara sus estudios para ayudar económicamente a su familia.
Comenzó a trabajar en la revista “Vogue” y luego en “Vanity Fair” y como editor en “Hollywood Spectator”. Sus ideas pacifistas lo enfrentaron a la decisión del gobierno de participar en la Segunda Guerra Mundial. En 1934 ingresó como lector de guiones de la Warner Bros. pero fue despedido por negarse a renunciar al Sindicato de Guionistas. Dobló la apuesta: se incorporó a la Liga antinazi y al Comité de Refugiados antifascistas.
Tiempo después escribió su primera novela, El eclipse que lo vinculó a la productora RKO necesitada de guionistas. Allí, se asentó profesional y económicamente y comenzó su relación con incipientes y grandes productoras. Escribió los guiones de Fugitivo del infierno, Patio del diablo, Un hombre para recordar, Volvieron cinco, Kitty Foyle.
En 1939 publicó Johnny tomó su fusil, novela de corte antibelicista originada en la impresión que le había causado un soldado canadiense que había perdido sus extremidades durante la Primera Guerra Mundial. Una obra incómoda porque su país se disponía a ingresar en la nueva conflagración mundial pero que obtuvo un gran éxito, a tal punto que fue retirada de la venta bajo presión del FBI.
Continuó su labor de guionista y trabajó en El lobo solitario ataca, Dos en el cielo, 30 segundos sobre Tokio o El notable Andrew, cuyo personaje era el fantasma del séptimo presidente estadounidense que advertía sobre la inconveniencia de ingresar a la guerra.
Se transformó en uno de los libretistas más famosos de Hollywood y de los mejores pagos. En esos años se afilió al Partido Comunista de USA (permaneció hasta 1948) y fue un redactor activo del “Daily Worker”, el periódico partidario. El combo fue explosivo.
Sin embargo, sus problemas más graves comenzaron por una película inofensiva. Se llamó “Compañero de mi vida” y actuaba la hija de la actriz Ginger Rogers. El nombre original del film era “Tierno camarada” y algunas frases del guión eran directas («Repartir, repartir todo equitativamente. Eso es la democracia»). A Rogers le pareció sospechoso y lo denunció ante el Comité de Actividades Antiamericanas, que impuso las “listas negras” bajo el impulso del senador McCarthy.
En sintonía, las grandes productoras cinematográficas firmaron la “Declaración Waldorf” por la cual hacían suyas las sanciones del Comité en su ámbito. Firmaron Columbia, 20th Century Fox, RKO, Metro Goldwyn Mayer, Warner Brothers, Universal Pictures, Walt Disney, entre otras. Esa combinación político-patronal fue decisiva para marginar a los acusados de connivencia con ideas marxistas o similares y afectó a 300 artistas e intelectuales, entre los cuales se encontraron Bertold Brecht, Charles Chaplin, John Garfield, Arthur Miller, Orson Welles, Elmer Berstein, Robert Rossen.
En 1947 Dalton Trumbo fue citado y acusado por el Comité de propalar ideas marxistas en el mundo del cine. Lo presionaron para que delatara a sus compañeros, a otras personas que tuvieran vínculos con el Partido Comunista y que se retractara de sus ideas y prácticas políticas. Trumbo no emitió palabra. La misma actitud tuvieron los otros acusados del mismo delito. Nacían “Los diez de Hollywood) que fueron suspendidos en su empleo sin sueldo ni indemnización e impedidos de trabajar en Hollywood. Trumbo fue condenado por desacato y encarcelado durante once meses.
Al quedar en libertad se exilió en México y trabajó como guionista bajo diversos seudónimos (Richard Bosley, Marcel Klauber, Ben Perry, Les Crutchfield, C. F. Domaine, Edward H. North, James Leicester o Sally Atubblefield). Pero la vigilancia y el acoso continuaron. Dos años más tarde decidió regresar a EE UU y trabajar en las sombras. California fue el estado elegido para continuar esta lucha desigual.
Trabajó con denuedo recibiendo salarios miserables pero continuó exhibiendo su talento. Con nuevos seudónimos escribió los libretos de “El demonio de las armas”, El merodeador” y “Cowboy”. En 1952 ganó el Oscar al Mejor Guion en “La princesa que quería vivir” pero el premio lo recibió Ian McLellan Hunter, quien accedió a firmarlo y abonar gran parte del salario de Trumbo. En 1956 recibió otro Oscar en el mismo rubro por “El bravo”, pero esta vez lo escribió bajo el alias de Robert Rich y no pudo recibir el trofeo. Una investigación periodística posterior descubrió que Rich era el sobrino del productor y que nunca había escrito una línea argumental.
En 1960 el macartismo venía en decadencia y John Kennedy asumía la presidencia de EE UU. El director Otto Preminger contrató a Dalton Trumbo para adaptar la novela de León Uris sobre el nacimiento del estado de Israel, estrenó “Éxodo” y enfrentó las prohibiciones colocando a Trumbo en los créditos de la película. Fue una decisión valiente y sanadora. Un gol para el lado de la justicia.
Ese mismo año, su amigo Kirk Douglas decidió producir una película memorable: “Espartaco”, basada en la novela homónima de Howard Fast. Contrató como director a Stanley Kubrick y como guionista a un ignoto y falso Sam Jackson. Su identidad real era Dalton Trumbo. Se esmeró al adaptar esa obra y quedó como un hito de la historia del cine. Su relato de la primera gran rebelión de los pobres en Occidente estuvo plagado de frases que desnudaban la crueldad de la esclavitud, la mediocridad de algunos líderes, las ansias de libertad de los oprimidos y la construcción del yo colectivo.
Elegancia, calidad y una nueva muestra de legalidad: su nombre reincidió en los créditos de la película y ya no hubo vuelta atrás.
En los años siguientes guionó “El último atardecer” de Robert Aldrich, “Los valientes andan solos” de David Miller, “Castillos en la arena” de Vincent Minnelli, “Hawái” de George Roy Hill, “El hombre de Kiev” y “Orgullo de estirpe” de John Frankenheimer, entre otros. Finalmente, adaptó una obra de Henri Charriêre que impactó por su realismo y que derivó en el título de la película homónima: “Papillon”, protagonizada magistralmente por Steve McQueen y Dustin Hoffman. Un relato verosímil sobre las atrocidades que padecían los presos olvidados en una prisión de la Guyana francesa y, a su vez, el frenético anhelo de ser libres. Una joya con su sello personal para un final a toda orquesta.
Resiliente, talentoso, coherente, fino artesano de la palabra, firme contrincante de los poderosos.
Salú Dalton Trumbo!! Fiel representante de los que no aflojan cuando la mano viene cambiada ni se confunden o son complacientes cuando los vientos vienen a favor.
Ruben Ruiz
Secretario General