La revolución del tango hecha a pedal
Un día como hoy pero de 1884 nacía Roberto Firpo, pianista, compositor y director de orquesta que revolucionó el tango argentino al introducir el piano como instrumento estable y el pedal como elemento que ofreció mayor resonancia, incorporar el romanticismo que era ajeno a ese género musical y establecer un fino estilo como intérprete.
Nació en Las Flores, provincia de Buenos Aires. Abandonó la escuela primaria en quinto grado y se arremangó como ayudante en el almacén de su padre. Cumplidos los 18 años partió hacia la ciudad de Buenos Aires con unos pocos pesos en el bolsillo, la compra de un piano entre ceja y ceja y la ilusión de ser músico.
Se aquerenció en el barrio de Corrales Viejos (hoy Parque Patricios). Trabajó como dependiente en un almacén, albañil, peón de lechero, obrero en una fábrica de calzados, en la fundición Vasena y como empleado aduanero en el puerto de Ingeniero White. Simultáneamente, realizó estudios autodidactas de violín y piano. Ahorró un peso arriba de otro hasta llegar a $200 y comprar el instrumento que lo desvelaba y lo acompañaría el resto de su vida.
A los 19 años comenzó a estudiar teoría musical, solfeo y armonía con el pianista y compositor Alfredo Bevilacqua. Fueron cuatro años de conocimiento y transpiración. Enfocado a vivir humildemente de la música ya trabajaba como pianista en locales de baile.
En 1907 se decidió a “jugar en primera”. Formó un trío junto a Juan Carlos Bazán en clarinete y Francisco Postiglione en violín y dio a conocer una serie de composiciones imperecederas: “La Chola”, “El compinche y “La gaucha Manuela”. Se acercaron a los locales de Palermo y fueron músicos habituales en el recreo “El Velódromo” y en “Lo de Hansen”.
En 1910 era asiduo intérprete en los cafés de La Boca y en la confitería “El Centenario”, de Avenida de Mayo, junto al bandoneonista “Bachicha” Deambroggio. Dos años después fue convocado por el maestro Genaro Espósito para actuar juntos en el café “Iglesias”.
Llegó el momento de su independencia económica. Tocaba regularmente en los cabarets “Armenonville” y “L’Abbaye” y en los teatros del varieté: Porteño, Majestic, Soleil y Casino con un “caché” más importante. En ese momento las orquestas típicas se componían de bandoneón, flauta, violín y guitarra o arpa. La incorporación del piano era resistida pero Firpo era insistidor y lo introducía en dosis adecuadas en los temas en vivo y grabados.
Comenzó a grabar sus temas: “Curda completa”, “La marejada”, “Argañaraz” (incorporó un solo de piano junto a un solo de bandoneón de Eduardo Arolas), “Indiecita”, “El solitario”, “Sentimiento criollo”, “Didí”, “Toda la vida”. De a poco el piano se fue implantando como elemento de base y de conducción de la Orquesta Típica. Con el tango “Alma bohemia” logró incorporar el aire romántico a esta música destinada al baile.
En 1916 cruzó el charco y se desató una nueva polémica tanguera. Firpo cumplía una temporada en el palco del montevideano café “La Giralda”. El músico uruguayo Gerardo Matos Rodríguez había escrito una suerte de marcha inicialmente llamada “La comparsa” para una peña estudiantil. Como sus integrantes eran muy jóvenes también se usaba el diminutivo y un mozo italiano la bautizó con su modesto español “Cumparsita”.
La marcha en cuestión no fue “La Cumparsita” hasta que Firpo no metió mano en la composición. Unos meses después los estudiantes lo entrevistaron y le pidieron unos arreglos porque olfateaban un tango en ciernes. Hizo su trabajo, la estrenó esa noche en el mismo café y la grabó en septiembre. Ante este hecho, Matos Rodríguez, se negó a compartir la autoría y Firpo desistió de continuar con el entuerto dejando el camino expedito para que el compositor uruguayo figurara como su autor. Error e injusticia para la canción símbolo del tango.
En 1917/18 fusionó su orquesta con la de Francisco Canaro y fueron un suceso en los carnavales. Dos pianos (José Martínez y Firpo), los fuelles de Osvaldo Fresedo, Pedro Polito, Minoto De Cicco y “Bachicha” y los violines al mando de Canaro. En forma separada, habían consolidado otra incorporación a las orquestas: el contrabajo, que se aquerenció para siempre.
Luego comenzó su etapa con las orquestas. “El tambito”, “Palais de Glace”, “Teatro Buenos Aires”, “Teatro Nacional”, “Salón San Martín”, Colonia Italiana fueron sus centros de operaciones. Los tangos “La muchacha del arrabal”, “Viviani”, “Benguria”, “Fuegos artificiales, “El amanecer”, “El rápido”, “Al gran bonete”, “El ahorcado”, “El apronte” fueron sus marcas registradas de esa época.
De golpe desapareció de los escenarios. Con los ahorros se compró campos en el Litoral y se dedicó a la ganadería. Una histórica crecida del Rio Paraná lo dejó casi sin nada. Sus últimos boletos los jugó en la Bolsa. Perdió y retornó a su métier musical en la gran ciudad.
Mixturó orquestas con cuartetos o quintetos en un intento por volver a la esencia tanguera. Empuñó la batuta y dirigió a músicos notables: los pianistas Osvaldo Pugliese, Rafael Giovinazzi, Armando Federico, Carlos García; los violinistas Antonio Rossi y José Nieso, Juan Cambareri (El mago del bandoneón), Pedro Maffia, Elvino Vardaro, Octavio Scaglione, entre otros.
Esta etapa reparadora arrancó con “Honda tristeza” y siguió con “En la brecha”, “El talento”, “Vea, vea”, “Hilacha”, “La carcajada”, “El bisturí”, “Cero a cero”, “La bordadora”, entre otras. Continuó grabando a dúo con su hijo y componiendo sin cesar. Al final de su carrera se sumaron cerca de 3000 registros de sello propio, de los cuales 1650 fueron instrumentales.
Un invierno de 1969 cerró el sport. Se quiso encontrar con su primo hermano Luis Ángel Firpo, el Toro Salvaje de Las Pampas. El piano y el pentagrama se cerraron al unísono.
Cultor de la armonía, modesto, estudioso, apasionado de las cosas bien hechas.
Salú Roberto Firpo! Por imprimirle calidad musical a nuestro tango, por plantarle el piano y el contrabajo a fuerza de insistencia, por incorporarle el aire romántico al gen original del baile.
Ruben Ruiz
Secretario General