Oscar Niemeyer
Un día como hoy pero de 1907 nacía Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, arquitecto brasileño, pionero de la arquitectura moderna, amante de las curvas generosas y los espacios amplios, exponente inigualable del hormigón armado.
Hijo de Oscar de Niemeyer Soares y de Delfina Ribeiro de Almeida, nació en Rio de Janeiro, más precisamente en el barrio de Laranjeiras –en consecuencia hincha del Fluminense–, pasó su adolescencia como un carioca despreocupado de lo que acontecía en esa época en la que era capital del Brasil. Cursó en el Colegio de los Barnabitas San Antonio Maria Zaccaria. No fue un estudiante precoz y finalizó sus estudios secundarios a los 21 años. Ese mismo año comenzó a trabajar en el taller de tipografía de su padre, se inscribió en la Escuela de Bellas Artes, una institución universitaria, y se casó con Annita Baldo, con quien tuvo una hija, Anna María.
Esa Escuela fue dirigida por unos meses por Lúcio Costa, que implementó un curso de Arquitectura moderna e impactó fuertemente en la formación de Niemeyer, quien se recibió de ingeniero arquitecto en 1934. A pesar de sus dificultades económicas, decidió trabajar gratis en el estudio de Lúcio Costa y Carlos Leâo. Era experiencia pura en un estudio prestigioso del Brasil.
En 1936 participó del equipo que diseñó y construyó la nueva sede del Ministerio de Educación y Sanidad Pública, en Río de Janeiro, un anticipo modernista brasileño. En ese contexto conoció Le Corbusier, máximo referente de la arquitectura moderna internacional. En 1937 realizó su primera construcción como arquitecto principal: la Obra de la Cuna (Obra do Berço), en Río de Janeiro, donde se instalaron algunas instituciones de ayuda a madres, bebés y niños en situación vulnerable. En 1938 proyectó la casa del poeta Oswald de Andrade, en San Pablo, y construyó un pequeño hotel en Ouro Preto. En 1939, proyectó el Pabellón de Brasil para la Feria Mundial de Nueva York, junto a Lúcio Costa.
En 1940, el alcalde de la ciudad de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek, le encomendó la construcción del Complejo de Pampulha, que contendría una iglesia, un club, un casino (luego devenido museo) y un salón de baile. Contó con la ayuda del ingeniero Joaquim Cardozo y del paisajista Burle Marx. La pequeña iglesia en homenaje a San Francisco –que lo hizo famoso en todo Brasil– estaba decorada en su interior con azulejos y frescos pintados por el brasileño Cándido Portinari. En 1943 construyó una residencia en el barrio Jardim Botânico de Rio de Janeiro, donde prevalecieron las formas onduladas, privilegió el aprovechamiento del espacio y comenzó su tendencia a integrar las construcciones con la naturaleza circundante.
En 1945 tomó una decisión política que lo acercaría a una parte de su pueblo y le acarrearía múltiples dificultades futuras: se afilió al Partido Comunista y sería un militante convencido toda su vida. Al año siguiente, tuvo la primera secuela: la Universidad de Yale lo invitó a dictar un curso, pero su visa para ingresar a EEUU fue rechazada. Su prestigio, sus novedosas obras y sus relaciones con el mundo de la arquitectura hicieron que en 1947 revalidaran su visa y pudiera ingresar a EE UU, nada menos que para diseñar el edificio de la ONU, que ayudó a construir a partir de 1952.
En 1951 el gobernador de San Pablo lo convocó para la construcción del Parque Ibirapuera, el pulmón verde más grande de la ciudad. El proyecto arquitectónico estuvo a cargo de Niemeyer, el proyecto paisajístico recayó en Roberto Burle Marx y la construcción fue dirigida por el ingeniero agrónomo Otávio Augusto Teixeira Mendes. Fue inaugurado en 1954 y la marca registrada de Niemeyer son La Marquise, una gigantesca explanada techada que conecta hitos del parque, y el trapecio blanco del Auditorio Ibirapuera.
En su ciudad natal, construyó la sede del Banco Boavista, la sede de la Empresa Gráfica O Cruzeiro, el Hospital Sul América (hoy, Hospital da Lagoa), su propia residencia, la Casa das Canoas, con curvas y desniveles donde la vegetación penetra naturalmente, el Hotel Nacional entre la playa y la favela Rocinha, el edificio Baraô de Mauá, sede de la empresa Vale do Rio Doce, el famoso Sambódromo, el Museo de Arte Contemporáneo en Niterói, una especie de plato volador apoyado en el agua de una gran pileta que se confunde con el mar y que él asociaba a una flor exótica, la Pasarela da Rocinha, que donó a los habitantes de la favela para que se comuniquen con la ciudad y la Biblioteca Comunitária Tobías Barreto de Meneses, de tres plantas, donada a los moradores de la Vila da Penha, entre otras obras.
En 1954, realizó su primer viaje a Europa y participó en la reconstrucción de Berlín; proyectó conjuntos habitacionales para el barrio de Hansa y, a su vuelta, fundó la revista Módulo, de arquitectura, urbanismo, diseño, artes y cultura general.
En 1956 Lúcio Costa ganó el concurso para la construcción de la futura capital brasileña, Brasilia, y convocó a Oscar Niemeyer. Lúcio fue el urbanista principal, Oscar el arquitecto principal y el paisajista fue Roberto Burle Marx. Fueron 41 meses de trabajo en que los obreros, profesionales y funcionarios compartieron los improvisados campamentos, las mismas comidas, los mismos desafíos y necesidades. Un grado de igualitarismo laboral que no existía en Brasil y que rindió largamente sus frutos.
Idearon la ciudad en forma de cruz, con los brazos levemente arqueados; parecida a un ave en vuelo. Crearon un gigantesco lago artificial en medio de esa meseta desértica a fin de aumentar la disponibilidad de agua. Diseñaron dos avenidas gigantes que se cruzan y dos barrios, uno al norte y otro al sur. Niemeyer diseñó en tiempo récord decenas de viviendas residenciales, centros comerciales, escuelas, lugares de esparcimiento y la Plaza de los Tres Poderes, donde se encuentran los edificios más emblemáticos de la ciudad: el Congreso Nacional, el Planalto (sede del Poder Ejecutivo), el Palacio de la Alborada (residencia presidencial), el Palacio de Itamaraty (ministerio de Relaciones Exteriores), el Supremo Tribunal Federal y el Ministerio de Justicia, el Palacio Buriti (sede del gobierno local), la Biblioteca Nacional de Brasilia y el Museo Nacional de la República y la Catedral Metropolitana Nuestra Señora Aparecida. Curvas, hormigón y vidrio, racionalismo y escultura.
Luego vino el golpe militar, el saqueo de su estudio y de la sede de la revista Módulo, el rechazo a sus proyectos, su renuncia –junto a 200 profesores– a la Universidad de Brasilia y sus 20 años de exilio. Pero no se detuvo, abrió su oficina en París y diseñó para el mundo. La mezquita de Argel y la Universidad de Constantine en Argelia, la sede de la editorial Mondadori en Italia, el diseño de la Universidad de Haifa en Israel, la sede del Partido Comunista francés y del semanario L’Humanité en París, el Centro Cultural de Le Havre, en Francia, el Pestana Casino Park, en Funchal, Portugal y la Mezquita estatal de Penang, en Malasia.
A su vuelta al Brasil, continuó su periplo de diseños: el Memorial JK en Brasilia, los centros integrados de educación pública, la Ciudad Administrativa de Minas Gerais, la sede administrativa de la Hidroeléctrica Itaipú, el Sambódromo de San Pablo, la sede de la red de TV Manchete, la biblioteca municipal de Duque de Caxias, el Centro Cultural del principado de Asturias, España y proyectó el Puerto de la Música en Rosario, el Centro Cultural de Valparaíso y la Universidad de Ciencias e Informática de Cuba.
No todo fue diseño y construcción. En 2006, con 102 años, se casó a escondidas de su familia, con Vera Lucia Cabreira, con quien venía compartiendo 15 años de amor y trabajo, y con quien editaba la revista Nosso Caminho, publicación trimestral de arquitectura y urbanismo.
Incansable, optimista serial, imitador de su entorno geográfico y afectivo para diseñar y construir, generoso, humanista, trabajador inquebrantable.
Salú, Oscar! Por tu vitalidad creativa, por incluir a la naturaleza en tus planos y en tus construcciones, por diseñar espacios amplios para vivir, por la belleza constructiva desparramada por el mundo.
Ruben Ruiz
Secretario General