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Efemérides 19 de Octubre – Pedro Chutró

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Pedro Chutró

Un día como hoy pero de 1937 nos dejaba Pedro Chutró, enorme cirujano argentino que se desempeñó en varios hospitales públicos y como voluntario médico en la Primera Guerra Mundial en la que salvó miles de vidas con métodos novedosos y eficaces.
Hijo de un verdulero vasco francés y una vasca española, nació en la ciudad de Pila pero vivió su infancia en Chascomús; cursó el secundario en el Colegio Nacional Central e ingresó en la Facultad de Medicina de la UBA, en la que obtuvo su título de médico en 1904 mediante la tesis “Las fracturas de la extremidad inferior del húmero de los niños”.
Realizó sus prácticas en el en el Servicio de Cirugía de Niños en el Hospital de Clínicas con los doctores Alejandro Posadas y Marcelino Herrera Vegas y, una vez recibido, realizó un viaje de perfeccionamiento a Europa y EE UU en el que apreció las ventajas de la organización sistemática y del trabajo en equipo y aprendió nuevas técnicas quirúrgicas. A su regreso, fue designado jefe de Cirugía del Hospital Álvarez y, en 1909, nombrado profesor suplente de la cátedra de Medicina Operativa. En 1910, junto a su amigo Enrique Finochietto, introdujeron los vaporizadores de éter en la práctica médica.
En 1911 fue uno de los fundadores de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires y en 1914 fue designado profesor suplente en la cátedra de Clínica Quirúrgica. Al iniciarse la Primera Guerra Mundial pidió licencia en la UBA y se ofreció como voluntario para desempeñar funciones en el servicio médico aliado. Con el permiso acordado se dirigió hacia el campo de batalla.
Primeramente, fue cirujano adjunto en el famoso «Hospital Argentino Auxiliar 108» en París, impulsado por el embajador argentino en Francia, Marcelo T, de Alvear. Fue parte de los 6.000 voluntarios que participaron en esa horrorosa guerra; entre ellos, su amigo Finochietto, el aviador de combate e ingeniero riojano Vicente Almandós Almonacid -más conocido como “el cóndor de Famatina”- o la enfermera Mónica Torrome, viuda del general Lucio V. Mansilla. Todos y todas acompañados por el desembarco suburbano y malevo de los primeros tangos de Gardel y Julio De Caro en la capital francesa.
Fue el gran jefe cirujano del frente de guerra en Francia. Su centro de operaciones, el Liceo Buffon de París, que constaba de 700 camas. Su atuendo: el guardapolvo y, por encima, la capa estilo Napoleón. Su estilo: abnegación y destreza profesional. Su equipo: un adjunto, un asistente, dos anestesistas, dos estudiantes, un archivista, algunos enfermeros militares y dos laboratoristas franco-argentinas de confianza, Madame Pepin y Madame Cremieux.
Operaron -bajo los bombardeos nocturnos- en condiciones críticas. Descontaminaron regularmente de gas mostaza a los soldados transportados sin escalas desde el frente de batalla; en ocasiones, realizaron intervenciones durante 30 horas en forma ininterrumpidas. Su primera innovación sanitaria fue el uso del suero anti gangrena que, años antes, se había elaborado en el Instituto Pasteur e incorporado en el Hospital Muñiz, de la ciudad de Buenos Aires.
Ante las atroces heridas de los soldados que llegaban al hospital, desplegó una batería de nuevas técnicas que dejó impresionados a sus colegas europeos. La incisión transversal para la cirugía del hígado, la sutura sin tensión de nervios, la plástica reconstructora de heridas craneanas con cartílago recuperado de las costillas, la incisión inguinal en el hidrocéfalo, la craneotomía bajo temporal descompresiva, nuevos tratamientos para la pseudoartrosis.
Cuando los alemanes se acercaron a menos de 80 kilómetros y los obuses del cañón Gross Bertha alcanzaron el casco urbano, Chutró y su equipo se instalaron en forma permanente dentro del hospital. Uso obligatorio del casco y operaciones obligatorias en el subsuelo. Esos meses también implicaron la aparición de algunas historias de amor entre pacientes civiles, médicos y militares; incluso acontecieron casamientos y nacimientos.
Humanidad inesperada y pura ante una guerra atroz.
En enero de 1919, con el triunfo aliado consumado, entregó el servicio y rumbeó hacia EE UU, vía Madrid, donde dictó varias conferencias y rechazó un contrato para ser profesor de cirugía de la Universidad de Columbia porque estaba decidido a regresar a la Argentina. Volvió a su patria sin demasiados recursos pero con un prestigio notable y fue nombrado profesor titular de la cátedra de Clínica Quirúrgica.
Tiempo después trabajó en el Hospital Durand hasta que tomó el cargo en la Sala IX del Hospital Ramos Mejía (ex San Roque) donde también dictó su cátedra y que desempeñó hasta su muerte. Su perfeccionismo, su devoción por su profesión, su vida errante y su involucramiento con cada acción que emprendía lo convirtieron en un hombre solitario. No obstante, la joven María Livingston rompió el maleficio y se casó con el doctor Pedro Chutró, aunque no tuvieron hijos/as.
Salú Pedro! Por tu autodisciplina y tu dedicación, por tu capacidad de proporcionar alivio a los cuerpos destrozados por la locura bélica y a enfermos graves, por la humanidad demostrada reiteradamente ante el dolor y la insensatez.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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