La batalla de la vuelta de obligado
Un día como hoy pero de 1845 se produjo la batalla de Vuelta de Obligado en la que tropas de la Confederación Argentina se enfrentaron a las fuerzas navales y terrestres anglo-francesas y en cuyo honor se conmemora el Día de la Soberanía Nacional.
Fue un conflicto desatado por la libre navegabilidad en la cuenca del Rio de la Plata y del río Paraná y por cuestiones de la independencia y gobernabilidad del Uruguay. En la Republica Oriental existía una guerra civil en la que se enfrentaban las fuerzas de Manuel Oribe (blanco y aliado a los federales) y Fructuoso Rivera (colorado y aliado a los unitarios). A principios de 1845, Oribe estaba en condiciones de tomar la ciudad de Montevideo y el bando contrario pidió la ayuda de Gran Bretaña y Francia, las dos superpotencias occidentales de ese momento. A su vez, los comerciantes de Liverpool presionaban a su gobierno para que lograra la apertura de los ríos interiores de la Confederación Argentina y que ellos pudieran comerciar sin dificultades. Querían comerciar con Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Paraguay sin reconocer autoridad alguna en estas tierras.
En ese momento, Juan Manuel de Rosas era el gobernador de la provincia de Buenos Aires y, por el Pacto Federal de 1831, asumía la dirección de las relaciones exteriores de la Confederación, la aplicación e interpretación del Pacto Federal, la intervención en las provincias en las que peligrara la aplicación del Pacto, el mando supremo de los ejércitos federales y el control sobre el tráfico fluvial en los ríos Paraná y Uruguay.
Rosas ordenó tomar parte del conflicto en la República Oriental, bloquear el puerto de Montevideo y sitiar la ciudad. La reacción imperial se aceleró. Envió una flota anglo-francesa, integrada por 22 barcos de guerra con 418 cañones y 900 soldados y 92 buques mercantes que en julio de 1845 tomó prisionera a la escuadra naval de la Confederación y el 18 de septiembre declaró el bloqueo a la ciudad de Buenos Aires. Antes estos acontecimientos, se decidió cortar el paso a la navegación en el río Paraná. Las tropas argentinas estaban al mando del general Lucio Norberto Mansilla. El lugar elegido fue la Vuelta de Obligado, donde el río tenía 700 metros de ancho y un recodo que dificultaba la navegación a vela. Las fuerzas argentinas estaban conformadas por 60 cañones, 4 barcos de guerra, 6 barcos mercantes, algunas embarcaciones menores y 2000 soldados y gauchos reclutados en San Nicolás, Ramallo, Baradero, San Pedro, Arrecifes y Salto y asignados a la caballería al mando del coronel Ramón Rodríguez, jefe del Regimiento de Patricios.
Los barcos enemigos no solo eran superiores en cantidad sino también en tecnología: barcos con motores a vapor, cañones con mayor alcance, algunas unidades blindadas, granadas de acción retardada, obuses de fragmentación antipersona y cohetes Congreve. Pero así venía la mano y así se jugó ese heroico día.
Las fuerzas defensivas se dividieron en 4 baterías sobre la margen derecha del Paraná con sus cañones y 160 artilleros que se ubicaron en la parte más alta de las barrancas; la caballería se posicionó en las playas para interceptar cualquier desembarco. Sobre el río, se dispusieron 24 embarcaciones sin mástiles, fondeadas y que servían de pontones, sostenidas por tres filas de gruesas cadenas, unidas entre sí que estaban defendidas por la goleta de guerra Chacabuco, el bergantín Republicano y, más atrás, por los cañoneros Restaurador y Lagos.
Al amanecer del 20 de noviembre, tres lanchones argentinos que estaban patrullando aguas abajo fueron atacadas y a las 8 de la mañana comenzó un intenso bombardeo invasor sobre las baterías argentinas causando las primeras bajas. A media mañana, la eficacia de los proyectiles de la flota anglo-francesa fue mayor. No obstante, las baterías argentinas dejaron fuera de combate a los bergantines Dolphin y Pandour, obligaron a retroceder al Comus, cortaron el ancla de la nave capitán que se alejó a la deriva y lograron silenciar el cañón más poderoso que se encontraba en el Fulton.
Luego de más de 2 horas de combate las fuerzas defensoras comenzaron a agotar sus municiones. Advertido de esa circunstancia, el comandante Sullivan ordenó el desembarco de 2 batallones para atacar a la artillería por el sur. El general Mansilla ordenó la carga a bayoneta y fue gravemente herido por una descarga de ametralladora; lo reemplazó el coronel Juan Bautista Thorne que en el fragor del combate quedó casi sordo por la explosión de una granada. Los tropas -mayoritariamente francesas- se apoderaron de 21 cañones y los inutilizaron, pero se vieron sorprendidos por la caballería argentina que los obligó a regresar a sus barcos. Los invasores se reforzaron con batallones ingleses, insistieron en una segunda carga y triunfaron en un nuevo enfrentamiento.
Simultáneamente, encabezados por el buque Firebrand, atacaron a los pontones encadenados en el río, lograron cortar las cadenas a martillazos sobre yunques e incendiaron los lanchones. Ante la inminencia del asalto invasor, Thomas Craig -irlandés nacionalizado argentino y comandante del bergantín Republicano- ordenó su propia voladura. Finalmente, la flota invasora forzó el paso y se dirigió hacia el norte por el Paraná. Los defensores argentinos tuvieron 250 muertos y 400 heridos y los invasores 26 muertos, 90 heridos y muchos barcos averiados que tuvieron que ser reparados en diferentes puntos del Delta del Paraná.
El aparente triunfo anglo-francés tuvo su contracara en forma inmediata. Las tropas argentinas que sobrevivieron, enfrentaron a las tropas invasoras el 9 de enero de 1846 en la batalla de El Tonelero, cerca de Ramallo, con Mansilla al mando y el 16 de enero la escuadra europea fue frenada en su desembarco durante la Segunda Batalla de San Lorenzo.
Se repitieron los combates en febrero y abril de 1846 y creció el rechazo en Santa Fe y Entre Ríos a la presencia extranjera; la flota invasora se reunificó aguas arriba, pero fracasó en su intento de intercambio comercial en Corrientes y Paraguay porque sus economías estaban exhaustas y el efectivo brillaba por su ausencia. Sin posibilidades de mantener la supremacía naval en forma permanente y ante el fracaso comercial, la flota emprendió su retorno y fue interceptada por última vez, el 4 de junio de 1846, en la batalla de la Angostura de Quebracho donde perdió 6 barcos mercantes y 2 de sus buques de guerra sufrieron averías de importancia. Llegaron, finalmente, a Montevideo acompañados por el hambre, el escorbuto, las pérdidas y el desaliento.
El conflicto terminó con una victoria diplomática de la Confederación Argentina porque los invasores debieron reconocer la soberanía nacional sobre los ríos interiores mediante dos tratados de paz. Luego de extensas negociaciones, Gran Bretaña accedió a firmar el Tratado Arana-Southern y ordenó el retiro de su flota. Un año más tarde Francia firmó el Tratado Arana-Lepredour, en términos similares.
Ambos tratados reconocieron como navegación interna de la Confederación Argentina la que se realizara sobre el río Paraná, sujeta solo a sus leyes y reglamentos y en sentido análogo la navegación sobre el río Uruguay pero, en este caso, en común con la República Oriental.
Salú a los valientes que defendieron nuestra soberanía y que no aflojaron ante la derrota circunstancial!! De ahí también venimos…
Ruben Ruiz
Secretario General