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Efemérides 20 de Octubre

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Irineo Leguisamo

Un día como hoy pero de 1903 nacía Irineo Leguisamo, El Pulpo o El eximio, el jockey más grande de Sudamérica. Hizo delirar a los “burreros” durante varias décadas cuando las carreras de caballos congregaban tanto público como el futbol.
Nació en el seno de una familia muy humilde en Arerunguá, departamento de Salto, República Oriental del Uruguay, cuyo nombre en idioma guaraní significa “lugar de los que perduran”. Fue el último refugio de los indígenas charrúas y el refugio de Artigas durante la guerra de independencia. Desde chico tuvo que ayudar a su madre y hermanas en las tareas del campo, tras el fallecimiento de su padre, cuando tenía nueve años. Incluido montar a caballo y despuntar el gusto por las cuadreras.
A los 13 años, pesando 35 kilos, corrió su primera carrera oficial en el Hipódromo de Salto con la yegua Mentirosa alcanzando la victoria. Días más tarde repitió el triunfo con Campanazo, lo que le permitió correr en el hipódromo brasileño de Uruguayana. En 1919 llegó al Hipódromo de Maroñas, pista emblemática de Uruguay, pero perdió todas las carreras a mano de Romina, Table y Moscotón. No se amilanó. Debutó en el Hipódromo de Florida y ganó con la yegua Curruca entrenada por Talo Manera.
Meses después se tomó revancha en Maroñas. Ganó una carrera de 2200 metros arriba de La Source y luego obtuvo otros triunfos. Se convirtió en el aprendiz del momento. En ese instante, lo detectó el cuidador Francisco Maschio y le ofreció correr en Palermo, escenario mayor de la ciudad de Buenos Aires. Debutó un 15 de agosto de 1922 con Mina de Plata y perdió; pero cinco días después tuvo su primera victoria con Tamarisco, al cuidado de Daniel Cardoso. Al poco tiempo tuvo su primer exitazo: ganó el Gran Premio de Honor con Caid, pupilo de Maschio y defensor del stud Atahualpa, propiedad de Juana Mautone, la Dama del Turf.
Se afianzaba y ya se empezaba a hablar de él.
Al año siguiente, ganó su primera estadística (carreras disputadas durante una temporada) y repitió en forma consecutiva durante 13 años más. Había consolidado su estilo como jinete e impuesto su trato único con los caballos.
Quizás, por su temprana relación con los animales, era cariñoso y paciente con ellos. En las carreras no usaba filete -elemento que colocaban en la boca del animal para responder mejor a la rienda-, lo consideraba una crueldad innecesaria. Él utilizaba el freno tradicional. Tampoco les pegaba fustazos. Si quería que el caballo se jugara el todo por el todo, lo taloneaba y le hablaba. Le contaba historias épicas con triunfos inolvidables o le describía paisajes donde disfrutar una libertad salvaje.
Los caballos volaban.
Cuando levantaban la cinta, arrancaba en el pelotón sin exigir a su compañero de travesía. Alta la testa, la mano experta y el ojo avizor, como arranca la letra del tango escrito en su honor. Los corre de atrás. Pispea el andar de sus contrincantes. Cuando doblan el codo, se acomoda. Los presiona con su presencia veloz. La gente se entusiasma. Se arrima y arremete sin compasión. La gente es un solo grito. Atropellada fulminante. Cruza el disco primero. El delirio es descomunal. Se repite, así, el rito que describe magistral el estribillo del tango compuesto por Modesto Papavero y cantado por Gardel:
¡Leguisamo solo!
gritan los nenes de la popular.
¡Leguisamo viejo!
todos repiten los de la oficial.
¡Leguisamo viejo y peludo!
ya está el puntero del Pulpo a la par.
¡Leguisamo solo!
Y el Pulpo cruza el disco triunfal…

Maestro de ceremonia de las ilusiones de los peones, los mozos de cuadra y los cuidadores, de las apuestas indescifrables de los dueños y de las esperanzas de miles de fanáticos que vivían su momento de gloria ante el destino; entre ellos mi querido viejo, experto en los paseos preliminares y la aritmética de La Rosa y La Verde. Nunca millonarios pero llenos de historias míticas derrotando a los vericuetos agónicos del azar. Fantasía atemporal que elevaba el espíritu y agujereaba los bolsillos.
Se cruzó con Carlos Gardel y, automáticamente, se entabló una amistad inquebrantable. En 1925, Leguisamo corrió a Lunático, el caballo cuyo dueño era el Zorzal criollo. Ganó varias carreras con la chaquetilla naranja y verde a rayas horizontales y mangas y gorra verdes que representaba al stud “19 de abril”. Meses después viajaron juntos a Europa.
En 1931 ganó 7 de las 8 carreras que disputó en una sola jornada. En 1935 ganó la primera carrera que se disputó en el Hipódromo de San Isidro con Macanudo, chaquetilla blanca y negra a rayas horizontales y gorra granate defendiendo a la caballeriza Don Ramiro; en 1941 ganó la Triple Corona (Polla de Potrancas, el Gran Premio Jockey Club y el Gran Premio Nacional) montando a La Mission. En 1944 alcanzó su récord al ganar 144 carreras. Hasta 1952 ganó 7 estadísticas más, completando la friolera cantidad de 21.
Y en la década del ’50 corrió el caballo que más lo identificó con su congregación de aficionados: Yatasto, hijo de Selim Hassan y Yucca con el que ganó 22 de las 24 carreras que disputó. La única carrera perdida en Argentina por Yatasto fue el 30 de noviembre de 1952, en San Isidro. Cien mil personas en las tribunas dispuestas a disfrutar el triunfo. Pero se encontró con un intratable Branding, conducido por Héctor Padula que ganó de punta a punta y faltando 70 metros se topó con Sideral que lo relegó al tercer puesto. Silencio y lágrimas en la multitud. Incredulidad general. Conejo de la galera.
En 1934, se había casado con Delia Memé del Rio, hija de un propietario de caballos, hermosa y experta en los secretos del turf. No tuvieron hijos, pero adoptaron de hecho y sin papeles a Palito Ortega. A tal punto, que El Rey los trataba como si fueran sus verdaderos padres. En la década del ‘70, Palito compró dos caballos con la condición de que solo los corriera Leguisamo. El Pulpo aceptó el desafío. Con 70 años se puso la chaquetilla y la gorra. Era diciembre de 1973. Ganó en Palermo con Bablino y en San Isidro con Mac Honor, con la fusta bajo el brazo y la vista en la meta.
Al final, se dio su último gusto. Corrió en Maroñas el 5 de enero de 1974 y ganó con Fortimbrás. Fue su despedida de las pistas.
Notable. Disputó 12.700 carreras, ganó 3.200 en Argentina y otras 300 en Sudamérica. Entre ellas, casi 500 clásicos. Fue jockey de cracks como Payaso, Cocles, Filón, Lombardo, Arturo A y Jungle King. Fue aplaudido y vitoreado por los aficionados de diez países, desde Argentina hasta México.
Salú Maestro! Por tu sensibilidad y tu sabia simpleza, por haber alimentado la quimera de miles de fanáticos que se sintieron en el Olimpo del azar por un instante, por tu estilo humilde y casi invencible.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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