Primera victoria política de la Semana de Mayo
Un día como hoy pero de 1810 se realizó el Cabildo Abierto que comenzó a definir los acontecimientos de esa semana clave que nos llevaría a ser un territorio libre y prepararía el sinuoso camino hacia la independencia.
El día anterior la parte más decidida del pueblo de Buenos Aires se había congregado en la Plaza de la Victoria. Eran unos 600 hombres armados con pistolas y puñales que llevaban el retrato de Fernando VII en sus sombreros y una cinta blanca en sus solapas que había sido el símbolo de la unidad entre criollos y españoles durante la defensa de Buenos Aires ante el invasor británico.
Se reconocían como la “Legión infernal” y estaban dirigidos por Domingo French y Antonio Luis Beruti, eran los “chisperos de la Revolución”. Exigían la convocatoria de un Cabildo Abierto para definir la situación política existente y la suspensión del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Eran horas decisivas y los acontecimientos no se resolverían sin tensiones como pretendían los que detentaban el poder desde hacía mucho tiempo.
El jefe del Regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, lograría acordar una tregua con los concurrentes a la Plaza garantizando su apoyo a los reclamos. La presión no aflojaba. Luego de nerviosas deliberaciones, los cabildantes contra la voluntad del virrey, acordaron la convocatoria a un cabildo abierto para el día siguiente, tal como se solicitaba en las calles. El síndico, Julián de Leiva, salió al balcón y lo anunció formalmente ante la multitud.
Inmediatamente, se confeccionó una lista de concurrentes para las deliberaciones del día siguiente con la conveniente mayoría de españoles vinculados al poder reinante; se dio la orden de imprimir las invitaciones en la Real Imprenta de los Niños Expósitos y se encomendó su confección y distribución a Ángel Donado, silencioso compañero de French y Beruti. Donado se encargó de distribuir más invitaciones que las acordadas e incluyó a varias decenas de ciudadanos afines al ideario soberano.
La esquela era simple: “El Exmo. Cabildo convoca a Vd. para que se sirva asistir precisamente mañana, 22 del corriente a las 9, sin etiqueta alguna y en clase de vecino, al Cabildo abierto, que con avenencia del Exmo. Señor Virrey ha acordado celebrar, debiendo manifestar esta esquela a las tropas que guarnezcan las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente”.
El 22 de mayo amaneció frío y húmedo. El Regimiento de Patricios custodiaba las inmediaciones del Cabildo y se olfateaba su adhesión a las ideas revolucionarias. La Plaza se colmó desde temprano. Los “chisperos” hicieron punta, se colocaron en puntos estratégicos e impidieron el ingreso de algunos conspicuos cómplices del poder virreinal y poderosos de la época.
El salón de convenciones era un hervidero. Además de los 251 convocados a la sesión: jefes y oficiales de mar y tierra, empleados civiles, clérigos y frailes, profesionales liberales y comerciantes, hacendados y vecinos, se había hecho presente una barra enfervorizada y decidida.
Ciudadanos con apellidos que pueblan las calles de nuestra ciudad fueron parte de las deliberaciones: Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Cornelio Saavedra, Feliciano Antonio Chiclana, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Mariano Moreno, Juan José de Lezica, Tomás Manuel de Anchorena, Julián de Leiva, Pascual Ruiz Huidobro, Martín Rodríguez, José María Balbastro, Francisco Xavier Riglos, Juan Ramón Balcarce, Antonio Ortiz de Ocampo, Manuel Luzuriaga, Gregorio Tagle, Mariano Larrazábal, José Superí, Francisco Mansilla, José Francisco Vidal, Manuel de Azcuénaga, Miguel Jerónimo Garmendia, Francisco Antonio Escalada, Florencio Terrada, Cosme Argerich, Pedro Capdevila, Antonio Piran, Félix de Castro, Nicolás Vedia, Bernardino Rivadavia, Julián Segundo de Agüero, Juan Ignacio Terrada, Nicolás del Campo, Juan Francisco Seguí, Luis José Chorroarin, Domingo Matheu, Juan José Paso, José Darragueyra, Francisco Antonio de Belaustegui, José Antonio Capdevila, Bonifacio Zapiola, Norberto Quirno, Francisco Pico, Manuel Alberti, Antonio Luis Beruti, Agustín Donado; Manuel Pinto, Mariano Conde, Domingo French, Juan Pedro Aguirre, entre otros.
Tomó la palabra el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, asturiano, de hablar largo y pausado, quien defendió cerradamente la permanencia del virrey en su cargo. Le contestó Juan José Castelli, quien defendió la tesis, de los patriotas, según la cual, el gobierno de España había caducado -sobre todo después de la disolución de la Junta central de Sevilla-, que carecía de facultades para instalar el supremo gobierno de regencia, que los derechos de soberanía revertían al pueblo del Río de la Plata y que éste podía ejercer el libre derecho de instalar un nuevo gobierno.
“Aquí no hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles. Los españoles de España han perdido su tierra. Los españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan y que no se preocupen, los americanos sabemos lo que queremos y adónde vamos, aunque el señor obispo no lo sepa ni quiera seguirnos. Por lo tanto, señores, tratemos de resolver lo que nos conviene hacer ahora: no perdamos tiempo, yo propongo que se vote la siguiente proposición: que se subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses y que será independiente si España queda subyugada”, espetó Castelli.
El general Pascual Ruiz Huidobro también fijó su posición: “…como había caducado en España la representación soberana que lo había designado al virrey, debía considerarse separado de toda función de gobierno; que el Cabildo, como representante del pueblo, debía asumir la autoridad y ejercer ésta hasta que se formase un gobierno provisorio”.
El fiscal Real de la Audiencia, Manuel Genaro Villota, intentó un hábil giro en la discusión: que el pueblo de Buenos Aires no tenía por sí solo derecho alguno a decidir sobre la legitimidad del gobierno de Regencia y, mucho menos, en erigirse como gobierno soberano, que debía consultarse la opinión del resto de las provincias y obtener el veredicto de todas las representaciones del territorio. Fue un momento de desconcierto del bando patriota ante el sagaz argumento que dilataba la resolución.
La intervención de Juan José Paso devolvió el vigor a la réplica de los patriotas y doblegó la resistencia de quienes abogaban por la continuidad del virrey: “…que en el actual estado de peligro en que se ve envuelta esta capital, no es prudente ni conviene el retardo del plan que propone el fiscal. Buenos Aires necesita con urgencia ponerse a cubierto de los peligros que la amenazan, por el poder de Francia y el triste estado de la Península. Para ello, una de las primeras medidas debe ser la inmediata formación de la junta provisoria de gobierno a nombre del señor don Fernando VII y que ella proceda sin demora a invitar a los demás pueblos del virreinato a que concurran con sus representantes a la formación del gobierno permanente”. Se había encontrado la fórmula para instalar un nuevo gobierno.
Las deliberaciones continuaron durante quince horas y a la medianoche se produjo la votación: 162 asistentes votaron a favor de la fórmula que subrogaba el cargo del virrey Cisneros en manos de una junta interina de gobierno, 64 votaron por la continuidad del virrey y 25 no votaron. La oficialización de los cómputos se confirmó en la jornada siguiente.
Era evidente que los patriotas no tenían un liderazgo consolidado, que habían cedido en algunos puntos y que habría peligros y ardides que sortear pero se había logrado infligir la primera derrota política al poder dominante e iniciar un camino hacia una trabajosa y costosa soberanía popular.
Salú a quienes transitaron este camino incierto ante un mundo hostil que nos permitió ser libres para luego ser independientes!!
Ruben Ruiz
Secretario General