El pionero de la transfusión de sangre indirecta que salvó millones de vidas
Un día como hoy pero de 1868 nacía Luis Agote, médico, investigador y político argentino, primer profesional en el mundo que realizó una transfusión de sangre sin que se coagulara en el recipiente que lo contenía gracias a la utilización del citrato de sodio, un compuesto químico que lograba mantener la sangre en estado líquido.
Nació en 1868 en la localidad de Turdera, provincia de Buenos Aires. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Central (actualmente Colegio Nacional Buenos Aires). En 1887 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en la que se graduó como médico en 1893 con una tesis sobre hepatitis supurada.
Trabajó como médico clínico en el Hospital San Roque, el Hospital de Clínicas y el Hospital Rivadavia. En 1894, asumió como secretario del Departamento Nacional de Higiene y en 1895 se hizo cargo de la dirección del lazareto en la isla Martín García. En 1899 ingresó como Médico de Sala en el Hospital Rawson y años más tarde sería designado jefe de sala. En 1905 ocupó el cargo de Profesor Suplente de la Facultad de Medicina y en 1915 ganó el cargo de Profesor Titular de Clínica Médica de la Universidad de Buenos Aires que mantuvo hasta su renuncia en 1929.
También incursionó en la política. En 1910 fue electo diputado nacional por el Partido Autonomista de la provincia de Buenos Aires y en 1912 fue designado Comisionado Municipal del Partido de General San Martín. Como diputado logró que se destinara una partida presupuestaria para la creación de un centro de investigaciones en el Hospital Rawson. Nació así el Instituto Modelo de Clínica Médica que funcionó dentro del hospital y dependía de la Facultad de Medicina de la UBA.
Fue un espacio físico indispensable para desarrollar sus estudios sobre la transfusión de sangre pero también para investigar sobre la úlcera gástrica y duodenal, y la litiasis biliar. Una preocupación persistente en Agote fue cómo frenar las hemorragias en los pacientes hemofílicos. En esa época las transfusiones de sangre eran directas (de la arteria del donante a la vena del receptor) porque no se podía mantener el fluido inalterado para reutilizarlo. No se sabía cuanta sangre recibía el paciente ni si se el donante transmitía enfermedades. No existían registros sobre la compatibilidad sanguínea, las embolias, trombosis o infecciones adquiridas.
Agote comenzó a investigar cómo crear un método para lograr la conservación prolongada de la sangre. Intentó con el uso de recipientes especiales o el mantenimiento de la sangre a temperatura constante pero fracasó. Entonces, buscó otro camino: alguna sustancia que, agregada a la sangre, evitara la coagulación.
Probó con diferentes sustancias hasta que se topó con el citrato de sodio (sal derivada del ácido cítrico). Sin tener precisión sobre el origen bioquímico de su comportamiento lo mezcló con sangre. Guardó la mezcla y luego de dos semanas comprobó que la sangre no se había coagulado. Además, verificó que el citrato de sodio era tolerado y eliminado por el organismo. Realizó pruebas con perros de diferentes razas y no observó rechazos. Había llegado el momento de replicarlo en humanos. En todo este proceso estuvo secundado por el Dr. Emilio Lorenz, Jefe del Laboratorio de Hematología del Instituto y el laboratorista Ignacio Imaz Appathie que supervisaron cada paso.
El 9 de noviembre de 1914 fue el día indicado para realizar la primera transfusión de sangre citratada. El lugar: el aula del Instituto Modelo de Clínica Médica del Hospital Rawson. El ejecutante fue el Doctor Ernesto V. Merlo, bajo la supervisión del Doctor Luis Agote. El donante fue el portero del Instituto Modelo, Ramón Mosquera. La cantidad, 300 cc de sangre. El receptor fue un enfermo de tuberculosis pulmonar con profundas hemorragias. La fórmula: una solución de citrato de sodio al 25%, en la proporción de un gramo por cada 100 cc de sangre que la hacía incoagulable sin que perdiera sus propiedades vitales.
Los testigos del acontecimiento: el Rector de la Universidad de Buenos Aires, Eufemio Uballes, el decano de la Facultad de Medicina, Luis Güemes, el Director General de la Asistencia Pública, Baldomero Sommer, el intendente municipal, Enrique Palacio y numerosos académicos, profesores y médicos. Tres días después el enfermo se había restablecido y fue dado de alta.
Nacía una nueva profesión: el técnico en hemoterapia, experto en separar plaquetas, glóbulos y plasmas sanguíneos mediante la aplicación de la técnica de aféresis.
Eran momentos de enorme angustia por la pérdida evitable de vidas con el agregado que se desarrollaba la Primera Guerra Mundial donde la falta de un método fiable para reemplazar el fluido sanguíneo y evitar infecciones se llevaba la vida de miles de heridos. Agote publicó su trabajo en inglés y francés, se negó a patentarlo para que su uso fuera universal y gratuito y su consecuencia fue la inmediata creación de los bancos de sangre sin ningún tipo de lucro.
En 1916 fue electo nuevamente diputado nacional. Su labor parlamentaria se vio reflejada en proyectos de ley votados positivamente que implicaron la creación de la Universidad Nacional del Litoral y la anexión del Colegio Nacional a la UBA. Su talón de Aquiles, fue una ley polémica, discrecional y de resultados nefastos.
Tal fue la ley 10903 que creó el Patronato Nacional de Menores Abandonados y Delincuentes. Imbuido de sus concepciones conservadores, el movimiento de los Salvadores del Niño y el Higienismo, Agote fundamentó su proyecto parapetado cuestiones de orden público sin tomar en cuenta la dramática situación social de principios de siglo XX.
Muchos pibes y pibas carecían de cuidado familiar porque sus padres trabajaban 14 horas por día y vagaban por las calles, un tercio tenía condenas penales, más del 50% de los nacimientos en las casas de maternidad correspondían a madres solteras y menores de edad, el nivel de alcoholismo y suicidio juvenil era alto y la participación de los chicos y chicas en las luchas y protestas por mejores condiciones de vida (la huelga de inquilinos de 1907, la Semana Trágica en 1919, entre muchas otras) era mayoritaria y pública.
La respuesta de los poderosos de turno fue escalonada. Primero, fue la creación de la Sección Especial para reprimir con violencia feroz, luego la ley de Residencia para expulsar a los luchadores que no eran nativos, después la Comisaría de investigaciones para controlar las actividades políticas, más tarde la discriminación por ley de los huelguistas ferroviarios para acceder a los beneficios de la Caja de jubilaciones, entre otras “perlas” de ese tiempo.
En ese contexto, se votó la ley 10903 que recién se sancionó recién en 1919 y significó ser la primera ley represiva para menores en Latinoamérica. Una visión sesgada de época que buscó en el castigo de la infancia pobre y desamparada la solución a males más profundos, producto de la desigualdad social o la codicia de los menos y no, de la actuación infantil y juvenil.
En otro orden, la multifacética personalidad de Luis Agote lo llevó a la escritura. Publicó varios libros referidos a sus investigaciones: Estudio de la higiene pública en la República Argentina, memoria del Departamento Nacional de Higiene y Nuevo método sencillo para realizar transfusiones de sangre (1914), La úlcera gástrica y duodenal en la República Argentina y La litiasis biliar (1916). También expuso su pasión por la historia del imperio romano, en obras como Augusto y Cleopatra, Nerón, los suyos y su época o Una psicopatología del emperador romano.
Además, despuntó el vicio de la pintura y fue designado Presidente Honorario de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Luis Agote, un médico argentino que cambió en forma decisiva algunos paradigmas de la medicina mundial y salvó vidas que no tenían ninguna posibilidad de sobrevivencia por cuestiones evitables y que también fue parte de nuestra historia contradictoria, teñida de supuestas soluciones salvadoras que no resuelven nuestros problemas sino que los esconden o las agravan.
Ruben Ruiz
Secretario General