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Efemérides 24 de Febrero – El pueblo trabajador eligió a su líder como presidente de la Nación

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El pueblo trabajador eligió a su líder como presidente de la Nación

Un día como hoy pero de 1946 se llevaron a cabo las elecciones nacionales en las cuales resultó electo presidente de la Nación el coronel Juan Domingo Perón y la historia argentina cambió definitivamente.
Dos factores fueron decisivos en el primer triunfo electoral del peronismo: la irrupción organizada en el campo electoral de una mayoría trabajadora que había sido ninguneada por los factores de poder y la alianza con la iglesia católica (que años después se convirtió en pieza central de su derrocamiento).
La elección del 24 de febrero fue la culminación de tres años distintivos de nuestra historia en los que las categorías políticas no resistieron a la realidad concreta de una Argentina multitudinaria que las élites se negaban a ver, mixturada con una situación internacional crítica con el fascismo acechante.
La explotación que sufrían los trabajadores/as argentinos en un contexto de crecimiento industrial incipiente era feroz. La migración de trabajadores/as rurales a los grandes centros urbanos, su adaptación a las nuevas tecnologías sin el reconocimiento salarial y laboral respectivo, la aparición de la Secretaría de Trabajo y Previsión con una acción demoledora a favor de los trabajadores/as y la necesidad de resolución inmediata de esos problemas por sobre el posicionamiento argentino en la crisis internacional fueron el sustrato que cimentó el nacimiento de un movimiento político obrero, popular, ecléctico, pragmático, contradictorio y en movilización permanente.
La cultura política salió de los cauces acostumbrados. Los partidos políticos tradicionales y muchas organizaciones sindicales existentes no interpretaron la movida. El poder económico subestimó la capacidad de organización consciente de los explotados/as. El surgimiento de un liderazgo que sobrepasó las jerarquías preestablecidas tomó por sorpresa a quienes habían detentado el manejo de los asuntos públicos en la Argentina desde hacía muchas décadas.
La transformación política de las masas populares se produjo en las calles pero se incubó en los lugares de trabajo y derramó en los clubes, sociedades de fomento, cafés, boliches y pulperías. Los valores comunes de la clase trabajadora olvidada inundaron la sociedad urbana y rural. Nuevos derechos, nuevos códigos, nueva disposición a actuar en política.
En definitiva, nuevas relaciones de fuerza en construcción permanente.
Ese cambio social se afianzó en pocos años pero tuvo antecedentes importantes en las luchas de décadas anteriores (que se perdieron en muchos casos). Esa acumulación de memoria histórica se encontró con nuevas oleadas de trabajadores/as ávidas de una mejor calidad de vida, sin experiencia política y que sufrían una permanente invisibilización.
La acción de Juan Domingo Perón desde su puesto en la Secretaría de Trabajo y Previsión fue estudiada, continua, ascendente y práctica. La conquista de derechos se sentía en la vida cotidiana y la legalidad cumplió un papel fundamental. Los invisibles empezaban a tener presencia y jugaban el partido con posibilidad de hacer goles. La confrontación con el poder real ya no era al descampado y tampoco acontecía solo bajo las normas establecidas por los de arriba.
La ocupación de la calle fue arrasadora. La movilización fue un hecho distintivo. La perseverancia fue un dato del ánimo político de las masas para enfrentar a los poderosos de turno. En 1945 no hubo respiro. La confrontación social escaló, la cristalización de derechos fue continua y la necesidad de que esa tensión política se resolviera mediante el voto popular se transformó en una exigencia.
En julio de ese año la Confederación de Empleados de Comercio convocó a una multitud para hacer público su apoyo a Perón. En agosto se produjeron actos de violencia callejera. Mientras tanto, Spruille Braden, embajador de EE UU y luego subsecretario de Asuntos de las Repúblicas Americanas de los Estados Unidos, conspiraba, convocaba a dirigentes políticos y recorría algunas provincias para articular a la futura “contra”. En septiembre hubo otra multitud de signo contrario que también exigió elecciones libres. El 10 de octubre Perón se despidió de su cargo ante 70.000 trabajadores/as y, a la vez, firmó decretos con mejoras sustanciales y dio instrucciones precisas de no decaer en la lucha reivindicativa. Unos días después fue encarcelado y el 17 de octubre fue liberado por un pueblo movilizado que torció el brazo de quienes querían impedir el ascenso político de su líder.
Los meses siguientes fueron frenéticos. Marchas, conquista del aguinaldo, salario mínimo vital y móvil, indemnización por despido, aumentos salariales, creación del Instituto Nacional de Remuneraciones, huelgas, lock out patronal y, finalmente, adelantamiento del calendario electoral.
La campaña fue corta, dinámica y masiva. El Partido Laborista, la UCR-Junta Renovadora y los centros Cívicos Independientes formaron el frente que impulsó la fórmula Perón-Quijano. La Unión Democrática formada por la UCR, el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Partido Demócrata Progresista (con el apoyo electoral externo del Partido Demócrata Nacional que presentó candidatos provinciales y legislativos y de la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio y gran parte del empresariado) impulsó la fórmula Tamborini-Mosca.
El incipiente peronismo asumió su campaña con la consigna de ejecutarla “con tiza y con carbón” y utilizó el ferrocarril como medio de comunicación para llegar a todas las provincias. Su eslogan fue “Braden o Perón”. Creó una mística movilizante y tuvo un grado de espontaneísmo político que liberó la creatividad popular y agilizó las redes de contactos territoriales. La Unión Democrática concentró sus esfuerzos en las grandes ciudades y también tuvo su impronta movilizadora. Su cierre de campaña fue de una masividad que sorprendió a los propios organizadores.
“La Nación”, “La Prensa”, “El Mundo”, “Crítica” y “La Vanguardia” fueron los diarios que apoyaron a la Unión Democrática. “La Época”, “Democracia” y “El laborista” apoyaron al naciente peronismo. La radio jugó otro papel preponderante pero en ese caso las preferencias estuvieron repartidas.
La complejidad de las alianzas provinciales y locales tejidas por el peronismo hizo que en el cierre de campaña (transmitida por radio a todo el país) Perón dejara de lado el discurso programático y diera una clase práctica de cómo votar en cada provincia y localidad para evitar la fuga de votos vitales.
Llegó el día. La suerte estaba echada. La concurrencia fue masiva desde temprano y no se produjeron denuncias de fraude. Las urnas estuvieron custodiadas por 14.000 conscriptos en todo el país. Se votó en 14 provincias y la ciudad de Buenos Aires. El resultado fue inapelable. El naciente peronismo alcanzó el 52,71% (1.486.000 votos) y la Unión Democrática el 43,65% (1.207.000 votos).
El sistema electoral era indirecto por lo que se votaban electores. El peronismo logró 304 y la Unión Democrática logró 72. La fórmula Perón-Quijano ganó en diez provincias (Buenos Aires, Catamarca, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán) y la Ciudad de Buenos Aires. Conquistó 109 diputados y 28 senadores. La Unión Democrática ganó en Córdoba, San Juan, San Luis y Corrientes. Obtuvo 49 diputados y 2 senadores.
A nivel de gobernadores, el frente que impulsaba al peronismo ganó también las provincias de Córdoba, San Luis y San Juan. En manos del radicalismo oficial solo se mantuvo la provincia de Corrientes. En las actuales provincias de La Pampa, Neuquén, Rio Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Chaco, Formosa y Misiones no se votó porque todavía eran Territorios Nacionales.
El subsuelo de la Patria sublevado demostró ser más grande que lo que se veía en la superficie. Y también demostró un nivel de organización eficaz, una ductilidad política notable y un estado de consciencia más elevado que lo que la opinión pública suponía. La sorpresa en el poder fue mayúscula y la alegría abajo fue incontenible. Un terremoto político y social que cambió el rumbo de nuestra historia reciente y conmovió las estructuras establecidas en todos los ámbitos.
Mezcla de hartazgo de los oprimidos, con coraje de los que ya no querían seguir siendo los perdedores de la película, claridad de que los que movían la rueda de la historia merecían una vida mejor, perspicacia para unirse y contradicciones que, aún hoy, parecen insalvables, no permiten desplegar el potencial social acumulado y son el sustrato innegable de tragedias recurrentes.
Salú!! Por ese 24 de febrero plebeyo, indescifrable e irredento.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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