César Tiempo
Un día como hoy pero de 1980 se despedía Israel Zeitlin, alias César Tiempo, poeta, escritor, periodista, guionista y editor argentino, nacido en Ucrania, integrante del grupo literario Boedo (que consideraba una divisa más que un grupo de pertenencia) y figura de la vida intelectual argentina en la primera mitad del siglo XX que desafió algunos mitos de nuestra cultura en esa época: que todos los judíos eran antiperonistas o que todos los intelectuales de prestigio estaban enfrentados al justicialismo. Fue un explorador del idioma “argentino” y un fiel cronista de las diferentes características del judaísmo, tanto de sus costumbres como de las persecuciones recibidas, con un despliegue notable de la ironía. Pluma de fuste. Humor con estilo. Peronista sin ambages.
Nació en 1906 en Yekaterinoslav (actual Dniprópetrowsk). Al año ya vivía con su familia en Buenos Aires. Infancia andariega por los barrios de Villa Crespo y San Cristóbal de la ciudad de Buenos Aires. Estudios cursados en la Escuela Hebrea I. Markman y en la Escuela Nacional de Artes. Escrituras tempranas que enviaba a las publicaciones de la colectividad judía y a los diarios de mayor tirada. En 1924 obtuvo la ciudadanía argentina y ese mismo año editó su primera revista “Sancho Panza”.
Trabajó en la imprenta de sus tíos, los Porter, donde conoció a una parte de la bohemia literaria porteña. Continuaba enviando cuentos y poemas a los diarios del barrio y se inventó un seudónimo: César Tiempo, mixturando zeit (primera parte de su apellido) que en alemán significa “tiempo” y lin (parte final de su apellido) que es un derivado de la palabra “cesar”.
En 1926 publicó su primer libro de poemas, Versos de una…, cuya autoría escondió bajo el nombre literario de una supuesta periodista y prostituta rusa Clara Beter. Una broma literaria que tiempo después debió develar y cuyos versos tuvieron un éxito notable (se vendieron más de 100.000 ejemplares). Al año siguiente organizó, junto a Pedro Juan Vignale, la “Exposición de la actual poesía argentina (1922-1927)”, una exquisita antología de varios poetas vanguardistas de ese momento: Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Norah Lange, Leopoldo Marechal, Conrado Nalé Roxlo, Jacobo Fijman, Luis Franco, entre otros.
En 1930 obtuvo el Primer Premio Municipal de Poesía con su obra Libro para la pausa del sábado, cuyo tema central era Israel, su larga travesía, relatado en un etéreo dialecto literario en lengua española. Con el dinero obtenido viajó a España y participó de las tertulias literarias promovidas por el escritor y hebraísta español Rafael Cansinos Assens.
A su vuelta publicó Sabatión argentino y Sabadomingo, en los que desgranó historias, personajes y costumbres de la judería porteña en ese día tan especial y metafórico para la colectividad, esa espiritualidad emanada del reposo festivo y, en el último caso, su conjunción con el domingo cristiano. Posteriormente, completó ese fresco literario con Sábado pleno y Aviso para encontrar a jordana_ y se convirtió en el primer escritor que abordó la temática judía en forma integral desde la lírica en nuestro país.
En 1935 se enfrentó públicamente con el director de la Biblioteca Nacional, Gustavo Martínez Zuviría que derramaba antisemitismo en sus obras bajo el seudónimo de Hugo Wast. Lo hizo sin eufemismos, con un texto contundente: “La campaña antisemita y el director de la Biblioteca Nacional”. En 1937 fundó la revista literaria “Columna” que dirigió hasta su cierre en 1942. Una publicación de gran influencia cultural, con un enfoque amplio y espacio generoso a distintos autores como Alberto Gerchunoff, Macedonio Fernández, Cansinos Assens, Liborio Justo, Arturo Capdevila, Stefan Zweig, Waldo Frank, Nicolás Olivari, Enrique Banchs. Al mismo tiempo cofundó la editorial uruguaya-argentina “Sociedad Amigos del Libro Rioplatense” que publicó ochenta títulos con autores de ambas costas.
En 1938 apareció su obra teatral “Pan criollo” y el éxito fue demoledor. “Sangre judía y corazón argentino harán dulce la tierra que nos da el pan y el amor más alto que las parvas”, escribía en sus páginas. Más que un intento de integración era una voluntad por mitigar y, en lo posible, hacer desaparecer la diferencia. La Comisión Nacional de Cultura le ofrendó el Premio Nacional de Teatro y el público definió el pleito en “El Nacional”, uno de los coliseos del teatro porteño. Tómese nota que eran épocas de nacionalismo furioso y arraigado.
Su temprana vecindad con el periodismo le permitió incorporar saberes desde su impronta autodidacta. Eran épocas en que se utilizaban siete mil palabras para expresarse y los grandes autores publicaban notas de opinión en los diarios. Colaboró en La Nación, Crítica, Mundo Argentino, La Vanguardia, El Sol, El Radical, El Hogar, Argentina Libre, entre otras. Fue moldeando un estilo de crónica periodística y reportaje avezado.
Incursionó en el éter. Escribió libretos para programas y telenovelas en Radio Belgrano, Provincia y Prieto. También escribió guiones cinematográficos para films como “Safo, la historia de una pasión”, “La pequeña señora de Pérez”, “Adán y la serpiente”, “El ángel desnudo”, “Los pulpos”, “Paraíso robado”, “Donde comienzan los pantanos”, entre otros.
Fue secretario de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), miembro de ARGENTORES, SADAIC y Circulo de la Prensa, miembro honorario de la Sociedad Hebraica Argentina y del Club Honor y Patria.
En 1951 el gobierno peronista expropió el diario La Prensa, la administración pasó a manos de la CGT y César Tiempo fue nombrado director del suplemento cultural. En su gestión se notó su pluralidad y su olfato literario. Designó como secretario de redacción a Arturo Cerretani, cercano al radicalismo, como diseñador a Bartolomé Mirabelli, cercano al comunismo y a una delantera de colaboradores variopinta: León Benarós, Pablo Neruda, Elías Castelnuovo, Bernardo Koremblit, Leopoldo Marechal, Blackie (Paloma Efron), Enrique Dickman, Leonardo Castellani, entre otros. Durante su gestión tuvo problemas internos por su apuesta a la apertura cultural, en 1955 la dictadura lo despidió y le impidió trabajar como periodista.
Fueron años duros. Fue director del periódico sabatino “Amanecer”, publicó El lustrador de manzanas pero se mantuvieron cerradas las puertas de diarios, instituciones culturales, teatros y del cine. Emigró hacia Bélgica donde vivió entre 1961 y 1966. Trabajó como importador de azúcar y periodista. En 1973 regresó a la Argentina. Colaboró en “La Opinión” y en el suplemento Cultura y Nación, de “Clarín”. Fue nombrado director del Teatro Coliseo, cargo que ostentó hasta el golpe militar del ’76. Publicó la obra teatral Yrigoyen (1973), en colaboración con Ulyses Petit de Murat, la novela El último romance de Gardel (1975) y escribió el guion de la película “Las procesadas”.
Fue despedido del Teatro Coliseo bajo la acusación de ser un escritor marxista por haber traducido la obra “Carlos Marx en la intimidad” del autor Ernest Seillere. Su vida se vio sacudida. Del departamento de la calle Tinogasta al 2400 tuvo que mudarse a Viamonte al 2600, su profusa biblioteca fue archivada en un depósito y luego, parcialmente donada. La falta de su preciada biblioteca y la combinación de glaucoma y cataratas, lo iban demoliendo.
No obstante, dio charlas y conferencias, escribió el guion de “Proceso a la infamia” dirigida por Alejandro Doria y publicó Mi tío Scholem Aleijem y otros parientes, Capturas recomendadas y una inhallable “Poesías completas”. En 1980 sufrió otro duro golpe: la muerte de su esposa, Elena Itzscovitz. Meses después abandonó los caminos infinitos de su búsqueda por el sentido de las palabras y se aquerenció en un descanso sin solución de continuidad.
Trabajador, autodidacta erudito, parte de la cultura del galut (exilio en hebreo), empedernido conector de la cultura judía y argentina, jugador destacado de la academia y el lunfardo, de humor sabio, personaje caudaloso de conversaciones íntimas.
Salú César Tiempo! Por tu intrepidez para intentar ser nexo de culturas y por tu pluralidad cultural.
Ruben Ruiz
Secretario General