Sojourner Truth
Un día como hoy pero de 1883 se despedía Isabella Baumfree (luego cambió su nombre y apellido), abolicionista, activista afroamericana por los derechos de la mujer y predicadora que se convirtió en la primera mujer negra en ganarle un juicio a un hombre blanco en EE UU y en un ícono de las luchas por los derechos civiles en ese país.
Nació en Swartekill, estado de Nueva York, aproximadamente en 1797. Fue una de los diez o doce hijos/as que tuvo la pareja formada por Elizabeth y James Baumfree quienes fueron comprados y mantenidos en condición de esclavos por el coronel Charles Hardenbergh, residente de Esopus, una zona predominantemente holandesa del estado de Nueva York. No aprendió a leer ni a escribir pero hablaba correctamente el neerlandés. A los cinco años comenzó a ayudar a su madre en los trabajos domésticos mientras presenciaba como sus hermanos eran vendidos o separados de la familia. Un vacío que la perseguiría toda su vida.
A los nueve años fue vendida por cien dólares como un “adicional” de un lote de ovejas al terrateniente John Neely con quien se trasladó al poblado neoyorquino de Kingston. Los maltratos y castigos de esa familia eran cotidianos, especialmente por no saber hablar inglés. Tres años después fue vendida al tabernero Martinus Schryver y luego a John Dumont que vivía en West Park, en el interior del estado de Nueva York. Siempre las relaciones fueron hostiles, o bien con sus esclavistas o bien con sus esposas. En este último caso, Dumont la obligaba a arar y sembrar, trabajar en la granja, cocinar y mantener relaciones sexuales no consentidas.
Hacia 1815 se enamoró de un esclavo de una hacienda vecina. Fueron descubiertos y él fue apaleado salvajemente. Las heridas fueron muy profundas y tiempo después murió. Luego de un largo duelo inició una relación con otro esclavo mayor que ella y trabajador en la misma hacienda de Dumont, llamado Thomas, con quien tuvo dos hijos y tres hijas.
El estado de Nueva York culminó el proceso de emancipación de esclavos en 1827. Dumont le había prometido que la liberaría un año antes pero retrocedió bajo la excusa de que una herida en la mano de Truth había influido en la baja de su productividad. Cansada de esa situación, en 1826 huyó con su única hija (la primera había fallecido durante la infancia). Las normas emancipatorias aplicaban solo a los hijos varones que hubieren cumplido servicios hasta los veinte años. Fue una decisión dura pero que ejecutó con firmeza y dolor.
Se dirigió a la casa de María e Isaac Van Wagenen quienes la albergaron y se ofrecieron a comprar sus servicios durante el año que faltaba para que comenzara a regir el Acta de Emancipación del Estado de Nueva York. El trato lo hicieron en forma directa con Dumont por veinte dólares. Durante esa estadía salvadora recibió profundas influencias religiosas, recordó las enseñanzas de la Reforma Holandesa y del Metodismo y se convirtió en una devota cristiana. Llegado el momento fue a buscar a sus hijos. Se enteró que uno de ellos había sido vendido a un terrateniente de Alabama.
Con la ayuda de los Van Wagenen inició juicio por la restitución de su hijo Peter y su simultánea emancipación. Fueron meses de engorrosos procedimientos legales hasta que la corte falló a favor de la demandante. Fue la primera mujer negra que le ganó un juicio a un hombre blanco. Se mudó con su hijo a Nueva York y trabajó como empleada doméstica en la casa del cristiano evangélico Elijah Pierson. También trabajó como asistente de Robert Mathews en la Comuna colonial del Reino de Matthias. Se unió a la Iglesia Metodista Episcopal Africana de Sión, vinculada a la comunidad negra y predicó en los barrios más pobres de la ciudad donde otros activistas y voluntarios no se animaban a pisar. Se convirtió en una popular oradora de circuito.
En 1839 su hijo consiguió trabajo en un ballenero que realizó una travesía de dos años. A su regreso Peter no se encontraba entre la tripulación y nunca más lo vio. Otra pérdida enorme.
En 1843 ingresó al adventismo y cambio su nombre por el de Sojourner Truth que en inglés tiene un significado similar a “la residente temporal de la verdad”. En 1844 se unió a la Northampton Association of Education and Industry, una fundación de Massachusetts que apoyaba el abolicionismo, la lucha de las mujeres por sus derechos, la tolerancia religiosa y el pacifismo. Al año siguiente pronunció su primer discurso y electrizó al público. De a poco fue afianzando su oratoria y mejorando su retórica. Publicó su autobiografía y vendió sus derechos a la activista Olive Gilbert. Con ese dinero compró una pequeña casa en Park Street. En 1850 habló en la Primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer realizada en Worcester (Massachusetts).
Al año siguiente se unió al abolicionista George Thompson y recorrió el estado de Nueva York. Su acento neerlandés y su falta de educación pulida la hacían aparecer como una extranjera. Pero su convicción y la cercanía de su oratoria generaban empatía. Además utilizó un elemento publicitario inédito para la época que le permitía subsistir y predicar con mayor facilidad: la fotografía. Sus tarjetas personales (que contenían fotos de los lugares visitados) fueron una herramienta de marketing viral. Eran pequeñas fáciles de coleccionar o usar como recordatorio de bolsillo y les agregó imágenes de personajes públicos. Causó furor.
En 1851 ingresó a la Convención de los Derechos de la Mujer en Akron (Ohio). Quizás fuera la única negra. Sus diferencias con las abolicionistas y sufragistas blancas ya eran notorias. En su discurso mixturaba la inexorable realidad que significaba la discriminación de raza y género. Algo olvidado por sus colegas. En ese instante pronunció su famosa pieza oratoria que se conoció como ¿Acaso no soy mujer?
” Bueno hijos, cuando hay mucho alboroto es porque algo está pasando.
Creo que tanto los negros del Sur como las mujeres del Norte están todos hablando de derechos y a los hombres blancos no les queda más que ceder muy pronto.
Pero, ¿De qué se trata de lo estamos hablando aquí?.
Los caballeros dicen que las mujeres necesitan ayuda para subir a las carretas y para pasar sobre los huecos en la calle y que deben tener el mejor puesto en todas partes.
Pero a mí nadie nunca me ha ayudado a subir a las carretas o a saltar charcos de lodo o me ha dado el mejor puesto! y ¿Acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mis brazos! ¡He arado y sembrado, y trabajado en los establos y ningún hombre lo hizo nunca mejor que yo! Y ¿Acaso no soy una mujer? Puedo trabajar y comer tanto como un hombre si es que consigo alimento-y puedo aguantar el latigazo también! …”.
El murmullo se transformó en alboroto. La Convención continuó pero su contenido ya no fue el mismo. Amplió sus miras, mejoró. En 1858, la interrumpieron y la acusaron de ser un hombre por su altura y corpulencia. Sojourner no dudó: se desabotonó la blusa y mostró sus pechos.
Durante la Guerra de Secesión se implicó en el reclutamiento de voluntarios negros para el Ejército de la Unión y, años más tarde, trabajó infructuosamente para asegurar concesiones de tierras del gobierno federal a antiguos esclavos. En 1865, trabajó como enfermera en el hospital Freedman del distrito de Washington y en 1867 su mudó a Battle Creek (Michigan) donde continuó su incansable periplo en defensa de los derechos civiles, el respeto a la minoría negra, la reforma de las prisiones y la suspensión de la pena de muerte en ese estado.
Murió en su casa. Su funeral se realizó en una iglesia presbiterana y asistieron casi dos mil personas que arribaron de varios puntos del país.
Salú Sojourner Truth! Por tu voz certera que aún resuena y tu voluntad inquebrantable.
Ruben Ruiz
Secretario General


























