El padre del Nuevo Cine Latinoamericano
Un día como hoy pero de 2017 se despedía Fernando Birri, director y teórico de cine, documentalista, guionista, escritor, docente, actor, titiritero y pintor argentino que redefinió la función del cine en nuestra región e impulsó una corriente para que se transformara en un medio educativo con el fin de crear conciencia social sobre la realidad latinoamericana.
Nació en Santa Fe de la Vera Cruz en 1925. Descendiente de una familia de inmigrantes italianos del Friuli vinculada a las artes. Su padre (licenciado en Ciencias Políticas y escribano) era pintor. Su tío Ramón era pintor y caricaturista. Sus tíos Valerio, Desiderio y Máximo eran músicos y formaron en la ciudad de Santa Fe la “Orquesta Típica Birri”. Con quince años creó “El retabillo de Maese Pedro”, un teatro de títeres itinerante que recorría el Litoral con el que convocaba a un público variopinto y donde participaban artistas de la zona.
A los veintidós años fue director del primer Teatro de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) con el que llevó diversas obras a otros pueblos y provincias de nuestro país. Al mismo tiempo, su conexión con la literatura era profusa: Federico García Lorca, Neruda, Alberti, Whitman. Durante la década del ’40 también integró el grupo poético “Espadalario” cuya intención era publicar sus obras sin pasar por los circuitos editoriales existentes en Buenos Aires. De esa época son “El horizonte está en la mano del hombre” o “La orilla húmeda”.
Su situación económica no era cómoda. Trabajó como mozo en un barco que remontaba el Paraná hasta que se hundió. El rio y la naturaleza del Litoral fueron otros elementos inspiradores. Fue una epata de búsqueda interior y existencialismo. Muestras de ello son “Memorias del andarín” y “Cuaderno de bitácora. Autorretrato del otro”.
En 1950 se trasladó a Buenos Aires con la intención de ingresar al mundo del cine pero el rechazo fue total. Ante esa encrucijada decidió emigrar a Italia. Ingresó al Centro Sperimentale di Cinematografía, ícono de formación específica sito en Roma y encuentro frontal con el materialismo y el realismo artístico. Profesores de la talla de Vittorio de Sica, Luchino Visconti, Roberto Rossellini y compañeros como Gabriel García Márquez, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa y Santiago Álvarez, los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos o el venezolano Tarik Souki, entre otros. Gran escuela e interacción generacional.
Finalizada su formación trabajó de actor y asistente de dirección con Vittorio de Sica y Cesare Zavattini, creador de las jornadas de cine libre (cinegiornali liberi), especie de noticieros que confrontaban con la visión oficial en los medios y contra la retórica cultural dominante. Puso en práctica sus conocimientos y filmó varios documentales: “Imágenes populares sicilianas”, “Selinunte”, “Alfabeto nocturno”. La mochila se cargó de teoría, práctica y arte neorrealista.
En 1956 retornó a Santa Fe y fundó el Cineclub Santa Fe. A los pocos meses se contactó con la UNL y diseñó un curso para enseñar a filmar que devino en seminario. Se inscribieron más de cien amas de casa, pintores, bomberos, estudiantes universitarios. Su secuencia práctica fue la creación del Instituto de Cinematografía de la UNL (luego Escuela Documental de Santa Fe) con un equipo de docentes de primera A: el escritor Ernesto Sábato, el poeta Juan L. Ortiz, los directores Simón Feldman y José Martínez Suárez, los críticos Salvador Samaritano, Ernesto Schoo y Agustín Mahieu y el guionista Rodolfo Taboada, entre otros.
Debutó como director con el cortometraje Tire dié, primera investigación social filmada en América latina. Un film que expuso con crudeza la miseria ninguneada por gran parte de la sociedad. El lugar: el puente ferroviario de dos kilómetros sobre los bajos del río Salado, entre Santo Tomé y Santa Fe donde los pibes y pibas pobres de la villa lindante iban a pedir una moneda para subsistir. Fue una piña al estómago en un país que no tenía experiencia con los documentales sociales y que, muchas veces, negaba la existencia de esa dura realidad.
Reportajes directos a los habitantes de la villa. Muestra seca de sus condiciones de vida. Imágenes vivas de las peripecias de los pibes/as para anticiparse a la llegada del tren, el humo anunciador de las locomotoras “petroleras” del Ferrocarril Mitre, la desaceleración del convoy y la aparición en formato de carrera desesperada e inocente de los pibes/as descalzos pidiendo la moneda: “Tire dié, diga”, “Tire dié”. Los primeros planos de esas caritas sin futuro que eran parte de un “juego” en esa intrépida movida en la pasarela angosta a varios metros de altura o parados en la estructura metálica del puente, las miradas penetrantes e ingenuas, los pasajeros que miraban atónitos o acostumbrados y que acercaban o tiraban el ansiado “metálico”.
Realismo crítico, blanco y negro provocativo, política y poesía, indagación a la conciencia colectiva, encuadres expresivos, travelling delicado y punzante. Los que viajamos en esa época en tren a Santa Fe recordamos esos momentos donde pibes de nuestra edad estaban al borde del precipicio por una moneda, manejaban la situación con asombrosa destreza y nos daban un cachetazo inesperado en el medio de la intemperie campera. Aun hoy lo recuerdo con claridad.
Tras cartón nos impactó con Los inundados, una crónica cercana de un drama recurrente en las costas del Litoral, esta vez anclada en la provincia de Santa Fe. Retrato sin mieles de un barrio suburbano de la capital de la provincia que sufre el aluvión de agua y debe retirarse. Enfocado en la familia Gaitán y sus vecinos, las peripecias subsiguientes, el perfil definido y reconocible de cada personaje que sostiene la historia, el vagón-casa que los cobija en su ida y vuelta, la burocracia que invisibiliza el drama, las conveniencias políticas para utilizar a las víctimas y la pátina picaresca e irónica que hace honor a la tradición cultural argentina.
Un fresco atemporal que se repite con cada inundación y mantiene una actualidad pasmosa.
En 1962 el golpe contra el gobierno de Frondizi enrareció el clima. Comenzó la censura y Birri decidió exilarse. Un peregrinaje por Brasil y otros países latinoamericanos que finalizó en Roma. Fue un largo período en el que se enfrascó en la elaboración de una película que editó durante diez años y filmó en tres meses: Org, basada en la novela corta “Las cabezas trocadas” de Thomas Mann inspirada en la antigua leyenda hindú “El dilema de la lavandera”.
En 1979 regresó a América. Su centro de operaciones fue la docencia en varios países hasta que en 1986 se asoció en un dúo creativo con Gabriel García Márquez y crearon la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) en San Antonio de los Baños, Cuba, destinada a la formación de cineastas latinoamericanos, africanos y asiáticos. Un hito cultural que sigue vivito y coleando y donde nació la idea del doc-fic, una confluencia de géneros anticipatoria de futuros modos de filmación que cuestionaba las clasificaciones cinematográficas existentes.
De esa época es su film “Un señor muy viejo con unas alas enormes: Diario de Macondo” que Birri defendió como «una fábula grotesco-barroca, un film naif y bárbaro, una respuesta sudamericana a E.T.». En su tránsito viajero dejó otras huellas fílmicas: Rafael Alberti, un retrato del poeta (1983); Remitente Nicaragua: carta al mundo (1985); Mi hijo el Che. Un retrato de familia de don Ernesto Guevara (1985). En 1999 filmó El siglo del viento, sobre una obra de Eduardo Galeano, narrada con títeres, vídeos, fotografías y dibujos que repasa en vuelo rasante hechos históricos del siglo XX ocurridos en todo el continente americano. Se despidió en 2011 con Fausto criollo, concreción de una deuda con la temática histórica.
Su vida andante estuvo marcada por sus convicciones traducidas a la práctica en sus manifiestos: “Cine nacional, realista y crítico” (1958); “Manifiesto de Santa Fe” (1962) “Un cine cósmico, delirante y lumpen” (1978). Lo que escribió lo sostuvo con el cuerpo y con su arte.
Utópico, disruptivo, maestro de cineastas, santafecino pegado al río, ciudadano del mundo.
Salú Fernando Birri! Por ayudar a crear un nuevo cine que continúa regando historias vivas.
Ruben Ruiz
Secretario General