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Efemérides 27 de Junio – Helen Keller

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Una historia de superación, coraje, paciencia, optimismo y talento

Un día como hoy pero de 1880 nacía Helen Adams Keller, escritora, oradora y activista estadounidense que sufría de sordera, ceguera y también, imposibilidad de hablar durante los primeros años de vida. Desarrolló una gran capacidad cultural, dictó conferencias públicas en muchos lugares del mundo y fue la primera persona sorda y ciega en obtener un título universitario en EE UU. La evolución en su aprendizaje fue un gran avance para la educación especial y la recuperación de personas con discapacidades.
En su honor se conmemora en esta fecha el Día Internacional de la Sordoceguera.
Nació en Tuscumbia, Alabama. Hija de Katherine Adams y de Arthur H. Keller, granjero, editor del periódico “Tuscumbia North Alabamian” y veterano del derrotado ejército confederado. Helen había nacido sin problemas físicos. Según los relatos de sus padres, pronunciaba la palabra agua a los siete meses de vida y aprendió a caminar antes del año. Era una beba precoz.
Sin embargo, a los 19 meses sufrió una enfermedad grave que, probablemente, haya sido meningitis o escarlatina y perdió algunos sentidos. Su primera infancia fue traumática, con picos de agresividad y un sufrimiento sostenido.
Su madre intensificó la búsqueda de soluciones y por casualidad se topó con el libro de Charles Dickens Notas sobre América que trataba sobre la vida de Laura Bridgman y su lucha por superar la pérdida de cuatro de sus sentidos sensoriales a causa de una enfermedad parecida a la que padecía Helen. Además, contactó al inventor Alexander Graham Bell quien le recomendó contactar al Instituto Perkins para Ciegos, situado en Boston, estado de Massachusetts.
Efectivamente, el instituto envió a una instructora que fue la maestra y guía de Helen durante toda su vida: Anne Sullivan, que provenía de una familia muy pobre, había sufrido ceguera, había sido abandonada y recogida por el instituto y había recuperado la visión luego de dos operaciones exitosas.
Helen no tenía educación formal y comenzó a tener avances significativos en su conexión con el mundo exterior. Utilizaba su olfato y su tacto para “copiar” los gestos de las personas cercanas y, gracias a su instructora, deletrear sobre la palma de su mano el nombre de los objetos que contactaba. A los siete años había inventado 60 señas y gestos de comunicación. Luego, aprendió a leer con el sistema Braille, a escribir con una máquina especialmente adaptada y balbuceó sus primeras palabras. Su vida empezaba a cambiar. Comenzaba a vencer a la bronca y a la impotencia.
A los 14 años se trasladó a Nueva York. Ingresó a la Wright-Humason Oral School para mejorar su incipiente habla. Retornó a Massachusetts, se inscribió en la Cambridge School for Young Ladies para cursar el secundario y realizó estudios especiales en la Horace Man School para sordos, de Boston. En 1900 decidió iniciar sus estudios universitarios. Con la tutoría de Anne Sullivan cursó en el Radcliffe College, el centro de educación femenina de la universidad de Harvard. En 1904 obtuvo su licenciatura en Letras con honores.
En esa época conoció la situación de las personas ciegas pobres y la estrecha relación que existía entre discapacidad, pobreza, racismo y oportunidades. La ceguera era una enfermedad muy común por las condiciones miserables en la que vivía una parte importante de la población.
Se interesó por los derechos de los/las trabajadores y participó de la lucha de las mujeres por el derecho al voto. Se afilió al Partido Socialista, participó de la campaña de su candidato Eugene V. Debs y se opuso públicamente a la intervención de las fuerzas armadas de su país en la Primera Guerra Mundial, hechos que le acarrearon críticas feroces de la prensa.
Luego se incorporó al sindicato Industrial Workers of the World (Trabajadores industriales del Mundo), en cuyo periódico escribió durante dos años. En 1918 fue cofundadora de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, para defender y preservar los derechos individuales y las libertades garantizadas por la Constitución y las leyes e integró la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP), organización que luchaba contra la discriminación de los negros/as en EE UU. Por esta intensa actividad política y sindical fue investigada por el FBI y fue incluida en la lista de “comunistas peligrosos”.
En 1924 se alejó de la actividad partidaria y sindical y se dedicó a la defensa de las personas ciegas. Ingresó a la Fundación Americana para Ciegos que luchaba por modificar la educación y los cuidados de las personas no videntes ya que muchas de ellas eran enviadas a asilos por su discapacidad. Dictó conferencias y consiguió recursos para la difusión de diversas campañas globales y para sostener los servicios que la fundación ofrecía a los no videntes. Sus viajes abarcaron 40 países de África, Asia y Europa en los que desparramó conocimientos, difundió prácticas sanitarias y alentó a crear organizaciones para mejorar la vida de personas con discapacidades.
Otra arista notable de su vida fue la publicación de libros. Antes de graduarse en la universidad había escrito dos obras: La historia de mi vida (1902) y Optimismo (1903). Cinco años más tarde publicó una de sus obras más conocidas: El mundo en el que vivo, en la que relata el contraste permanente entre la riqueza de su vida interior y las inmensas limitaciones sensoriales con las cuales convivía desde niña.
Su profusa literatura no se detendría. Así fue que publicó Canción del muro de piedra (1910), Fuera de la oscuridad (1913), Mi religión (1927), El medio de una corriente (1929), Paz en el atardecer (1932), Déjanos tener fe (1940), Maestra (1955), La puerta abierta (1957), Helen Keller, sus años socialistas (1967). Además escribió 475 artículos en innumerables medios.
Luego de la Segunda Guerra mundial viajó a Hiroshima y Nagasaki -donde fue recibida por dos millones de personas- para reafirmar su posición pacifista y, a la vez, realizó giras para visitar a soldados que habían perdido la vista o el oído durante los combates y ofrecerles contención y conocimientos sobre tratamientos y prácticas para mitigar sus sufrimientos.
El 1º de junio de 1968 su corazón dijo basta mientras dormía. Sus sentidos se encontraron en un mismo espacio y el sosiego le ganó a la intensidad con que había vivido. Seguramente, supo que habido tenido luz propia a pesar de la oscuridad en la que tuvo que mantener su existencia.
Salú Helen Keller!! Por tu coraje para enfrentarte a los límites, por la sabiduría que construiste y difundiste, por la ayuda que brindaste a miles de personas con discapacidad y por tu optimismo vital.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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