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Efemérides 28 de Febrero – Peter Brian Medawar

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El padre de los trasplantes

Un día como hoy pero de 1915 nacía Peter Brian Medawar, zoólogo, etólogo, médico, inmunólogo, profesor, divulgador científico, filósofo, crítico literario, traductor y ensayista británico nacido en Brasil, que investigó sobre el rechazo inmunológico y fue uno de los científicos que descubrió la tolerancia inmunológica adquirida, hallazgos que constituyeron la base para realizar los trasplantes de órganos y tejidos. 

Nació en Petrópolis, Brasil. Hijo de Edith Muriel Dowling y de Nicholas Agnatius Medawar, libanés, cristiano maronita, que se nacionalizó británico y trabajó en una empresa de suministros dentales que lo envió a trabajar temporalmente al gigante sudamericano.

En 1918 se mudaron a Inglaterra donde Peter pasó su infancia y donde estudió, en calidad de pupilo, en el Marlborough College. Posteriormente, cursó la carrera de Zoología en la universidad de Oxford donde se recibió en 1935. Trabajó como becario en el Magdalen College, instituto de esa universidad, hasta 1938 en que fue designado profesor. Simultáneamente, apareció su interés por la investigación que desarrolló en la Escuela de Patología de Oxford junto al farmacólogo australiano Howard Florey.

Su inclinación específica por el estudio de la tolerancia inmunológica nació durante la Segunda Guerra Mundial. Un episodio fue clave: durante la Batalla de Gran bretaña, un avión cayó cerca de su casa. El piloto quedó quemado y malherido. Los médicos militares lo buscaron para solicitarle ayuda ya que conocían sus investigaciones sobre el desarrollo de células. Poco pudo hacer pero le quedó instalada la obsesión por el tratamiento de las víctimas de quemaduras. 

Se trasladó a Glasgow y trabajó en el Consejo de Investigación Médica junto al cirujano plástico Thomas Gibson. Allí, se enfocaron en los autoinjertos que se realizaban con tejidos de los propios pacientes y los aloinjertos (trasplantes de un donante a otro paciente de la misma especie pero no gemelo). Descubrieron que la cicatrización era exitosa en ambos casos pero que en los aloinjertos el rechazo se producía a la segunda semana y si, se insistía con una intervención similar, el rechazo acaecía más rápido.

Medawar sospechó que esas reacciones se debían a una respuesta inmunológica.

Retornó a la universidad de Oxford y realizó intervenciones similares sobre conejos. Confirmó sus sospechas sobre las características inmunitarias de las reacciones. En 1947 fue designado profesor de Zoología en la universidad y Birmingham, luego en la universidad de Londres y, finalmente, fue nombrado director del Instituto Nacional de Investigación Médica. No obstante, siempre rescató tiempo para continuar con sus investigaciones científicas.  

En 1949 estaba realizando injertos de piel sobre cabezas de ganado gemelos que habían sido engendradas en un mismo óvulo y sobre las que fueron engendradas en diferentes óvulos. Los estudios de Medawar estaban direccionados a saber, si tanto unas como otras, aceptaban injertos y podían continuar sanos durante las siguientes semanas. Ante su incredulidad, la respuesta fue positiva. No había grandes diferencias después de practicar los injertos.

En ese momento, se encontró con la existencia de la hipótesis de la tolerancia inmunológica del virólogo Frank Burnet. En ella se establecía que el sistema inmune de los seres humanos no estaba desarrollado hasta el final del estado embrionario o hasta después del nacimiento, que las células adquirían la habilidad de distinguirse entre ellas y que fabricaban sustancias en cada tejido absorbiendo sustancias de otras. Es decir, que no era una condición innata. Era una característica que se iba desarrollando mientras se mixturaban células y permisos biológicos.

No obstante, continuó experimentando. Estaba decidido a comprobar la teoría de Burnet. Fue el turno de las ratas. Injertó fetos de una cepa de ratón con células de otra. Una vez que fueron adultas, Medawar injertó piel de la donante en la receptora y fue aceptada. En cambio, ante un injerto de piel de una tercera rata no relacionada el rechazo fue inmediato. Esa reacción confirmaba la teoría Burnet: que el yo biológico se había conformado durante el final de la etapa embrionaria o al nacer. Que la producción de anticuerpos para rechazar cuerpos extraños es adquirida y se logra en el período descripto.

En 1953 confirmó definitivamente esta teoría al demostrar la paradoja existente en que el feto no libere las defensas inmunológicas de la madre. Recorre otro camino diferente.  

Fue un avance enorme en la inmunología y sentó las bases del camino que conducía a los trasplantes de órganos y tejidos. En 1960 recibió el premio Nobel de Medicina y Fisiología junto al virólogo  Frank Macfarlane Burnet por estos descubrimientos. Su primer progreso práctico fue la iniciación a escala masiva de los injertos de piel en personas quemadas. 

Otro aspecto destacable fue su rol de divulgador científico y de incitador permanente a reflexionar sobre la ciencia, sus objetivos y sus límites. Publicó _La singularidad del individuo_ (1957), _El futuro del hombre_ (1961), _La esperanza del progreso_ (1972), _Los límites de la ciencia_ (1984), y en forma póstuma fue publicada una recopilación de artículos, reseñas, conferencias y charlas radiofónicas que se tituló _El extraño caso de los ratones moteados y otros ensayos sobre ciencia_.

Sostuvo con convicción y ejemplos la idea de dividir con claridad el mundo de las investigaciones sobre la organización y estructura del universo observable y los sentidos que forman parte de la fantasía, la ficción y la metafísica. No valía la pena perder tiempo. 

Y nos dejó frases memorables: “Un virus es un trozo de ácido nucleico rodeado de malas noticias”, o “No puedo dar a un científico mejor consejo que éste: la intensidad de la convicción de que una hipótesis es verdadera no influye nada en si es cierta o no”. 

Uno más, “un científico debe ser de hecho libre e imaginativo y aun así escéptico, creativo y crítico. En cierto sentido, debe ser libre, pero hay otro en el que su pensamiento debe estar muy precisamente reglamentado; existe poesía en la ciencia, pero también una gran cantidad de contabilidad”. Trató de evitar romanticismos contraproducentes y, a la vez, generar empatía con la racionalidad, la disciplina y el esfuerzo cotidiano.

Inteligente, culto, riguroso, sarcástico, investigador consuetudinario, ateo con fundamentos, polemista sólido. Un todoterreno para nuestra popular imaginaria.  

Salú Peter Medawar! Por tu consecuencia, por tu intrepidez para investigar en campo orégano, por tu claridad para definir conceptos y situaciones y tu docencia para evitar discusiones bizantinas, por tu aporte a la inmunología, tan necesaria en tiempos como los que vivimos.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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