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Efemérides 30 de Diciembre

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Ángel Roffo

Un día como hoy pero de 1881 nacía Ángel Honorio Roffo, médico, investigador de laboratorio, profesor universitario y escritor de no ficción argentino que dedicó su vida al estudio y tratamiento del cáncer, promovió la biomedicina y fue un pilar de la salud pública.
Hijo de Juan Roffo y Antonia Gozzo. Desde pequeño se caracterizó por su curiosidad, en el secundario descolló por sus cualidades y facilidad en el aprendizaje. En 1902 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo como profesores entre otros a Horacio Piñero, Atanasio Quiroga y Juan B. Señorans que le imprimieron disciplina académica y conciencia científica. También tuvo como profesor a Telémaco Susini con quien se inició en el estudio de la etiología y patogenia de los tumores malignos.
En 1903, ocupó el cargo de ayudante en el Instituto de Anatomía Patológica y luego se desempeñó como preparador de química en el mismo centro de investigación. Simultáneamente, trabajaba como preceptor y ayudante de laboratorio en el Hospital Español.
En 1905, publicó su primer informe en la Revista de la Universidad de Buenos Aires: “Las nuevas ideas sobre la célula nerviosa”. En 1910 presentó y defendió la tesis con la cual se recibió de médico: “El cáncer, contribución a su estudio”, con la tutoría del doctor Telémaco Susini, trabajo que mereció diploma de honor y medalla de oro.
Fue un impacto en al ámbito académico. La Comisión Examinadora marcó la importancia de la tesis y solicitó por escrito que fuera publicada. El Consejo Directivo de la facultad hizo suyo el pedido y resolvió publicarlo y hacerse cargo del costo de dicha publicación.
A los pocos meses fue designado jefe de trabajos prácticos de la cátedra de Urología, en la UBA. Entre 1912 y 1915 fue profesor adscripto de la cátedra Anatomía Patológica, y desde 1915 hasta 1931 ejerció como profesor adjunto en la misma.
Direccionó su tarea a la investigación biológica y al estudio de la materia celular. Elaboró novedosas teorías sobre la profilaxis de las enfermedades oncológicas. Inició su periplo por los congresos mundiales de la especialidad y se convirtió en un referente en el estudio y tratamiento de ese tipo de enfermedades.
En 1914 el médico y cirujano Daniel Juan Cranwell, fundador de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires, presentó ante la Academia Nacional de Medicina de la Argentina un nuevo trabajo del doctor Roffo. Se tituló “Cáncer experimental”, era un compendio de sus pruebas realizadas sobre animales en el laboratorio. Otro impacto. Su divulgación influyó decisivamente para la creación de un instituto de investigación para el estudio y tratamiento del cáncer.
No obstante, fue un camino largo hasta su concreción que ocurrió en 1922. Nacía el Instituto de Medicina Experimental dependiente de la UBA (en la actualidad Instituto de Oncología “Ángel H. Roffo”) en el que fue designado director y profesor honorario. Comenzó como dispensario y, rápidamente, se construyó el primer pabellón que disponía de salas de internación para hombres y mujeres, quirófano con dependencias para esterilización del material, laboratorio, sala de rayos X, consultorios y oficinas para la administración.
Fue el primer establecimiento oncológico de Latinoamérica y el segundo en el mundo.
La importancia que le daba Roffo a la investigación derivó que al año siguiente se habilitará el Pabellón Emilio Costa donde se concentraron esas tareas. Hoy consta de 13 pabellones y se atienden 100.000 pacientes por año. Su estrategia para enfrentar al cáncer se centra en tres ejes: cirugía, radioterapia y tratamientos (quimio, inmunoterapia y terapias dirigidas).
Este centro de importancia regional tuvo su alma mater. Helena Larroque, esposa de Ángel Roffo que había estudiado medicina y no llegó a recibirse. Fundó la Escuela de Nurses (hoy, de Enfermería), la Liga Argentina de Lucha contra el cáncer y trabajó en la Asociación Cultural de Villa del Parque, Devoto y Talar, importante apoyo entre la comunidad.
En sus conferencias ante los congresos mundiales, Roffo conoció a Marie Curie y aprendió los rudimentos de la utilización del radio con fines terapéuticos que promovió en el Instituto. En la década del ’30 y ’40 precisó aún más sus investigaciones y comprobó, mediante experimentos con animales de laboratorio, la asociación entre el consumo de cigarrillos de tabaco y ciertos tipos de cáncer. Fue un estudio original y casi único en el mundo.
Enfrentó numerosas objeciones dirigidas por la industria tabacalera, los intereses de la agricultura, las necesidades fiscales del Estado, la desconfianza de muchos de sus colegas y sostenida por un hábito masivo y popular. Pero perseveró en las investigaciones y expandió sus hipótesis al impacto producido por los gases de los hidrocarburos, los rayos del sol ante una exposición excesiva y la ingesta de alimentos con alto contenido graso.
Analizó estudios que develaban conexiones entre algunas actividades y ciertos tipos de cáncer, los sometió a análisis estadísticos, experimentó con animales e identificó el carácter de los agentes químicos y físicos cancerígenos. Para el tabaco estableció que el vector era el alquitrán de destilación horizontal y para la luz solar que eran los rayos ultravioletas.
Para el primer caso, aseguró que la irritación continua que producían los agentes químicos del humo del tabaco originaba algunos tipos de cáncer en el aparato respiratorio y adoptó el concepto de predisposición con el cual respondió a las objeciones de que no todos los fumadores contraían la enfermedad. No alcanzó a definir la noción de fumador pasivo que le habría ahorrado críticas e incomprensiones. Describió sus estudios y conclusiones en el libro Un mal de la civilización orientado al público masivo y con escritura no tan académica.
Fue un paladín del antitabaquismo. Escribió notas periodísticas, elaboró folletos explicativos, protagonizó programas de radio, dio conferencias en escuelas y asociaciones vecinales, promovió la inclusión de programas preventivos en los centros educativos, confrontó con las publicidades de las tabacaleras que asociaban sus productos a actrices y actores famosos.
Nunca abandonó la docencia. Fue profesor en la Facultad de Medicina, en el Colegio Carlos Pellegrini, en la Universidad de Santiago de Chile, en la Universidad de San Andrés de La Paz, en el Instituto de Estudios Panamericanos y en la Eastern Research University de Wilmington, Delaware, Estados Unidos. Publicó más de 500 obras de interés científico, entre las cuales, se encontraban “El alcoholismo y sus lesiones”, “Biología del cáncer”, “El azufre oxidable en la orina de los cancerosos”; “El cáncer en la República Argentina: causas de su aumento”; “Tuberculosis de la mama”; “Mortalidad por cáncer en la ciudad de Buenos Aires”.
Su carrera se vio empañada al final por acusaciones de autoritarismo y uso excesivo de morfina en tratamientos y salpicada de diferencias políticas que determinaron su apartamiento de la dirección del Instituto. Ninguna claramente fundada pero que ayudaron a cierto descrédito. Falleció en el frío invierno de 1947.
Salú Ángel Roffo! Por tu tesón, tu lucha por la salud pública, tu aporte original a la biomedicina, tu prédica pionera y solitaria contra algunos hábitos que hoy se evitan para vivir más sanos.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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