Un cacho de cultura
Un día como hoy pero de 1948 nacía Carlos Loiseau, dibujante e historietista argentino, creador de Clemente, Bartolo, La Mulatona, el hincha de Camerún, entre otros personajes, y que mantuvo una valiente lucha simbólica y comunicacional contra el discurso de la dictadura que invitaba a suspender la realidad y su difusor mediático, José María Muñoz, en la famosa “guerra de los papelitos” durante el Mundial de Futbol de 1978.
Nació en Salta pero a los pocos meses su familia se mudó al sur del gran Buenos Aires, donde vivió el resto de su vida. Al principio, recaló en Adrogué, donde pasó su infancia y primera adolescencia. Cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional de esa localidad y, luego, se mudó a Burzaco y a José Mármol. Nunca abandonó el sur del conurbano bonaerense.
Su afición por la historieta y el humor gráfico comenzó con la lectura de Hora Cero, Misterix, Frontera, Patoruzú o Rico Tipo. Rápidamente emergió su talento para reproducirlas en el papel. Corría el año 1966 y un amigo de la familia, Alberto Bróccoli, logró que lo convocaran como colaborador en la revista Tía Vicenta. La experiencia duró poco porque la dictadura de Onganía censuró la publicación luego que saliera la famosa tapa en que el dictador era representado como una morsa.
Al año siguiente, publicó su primera serie llamada “Artista, Flor, Ejecutivo” en la revista María Belén, dirigida por Landrú. En 1968 sus dibujos aparecieron en las secciones de Humor y de Política de la revista Análisis y ese mismo año ingresó al diario Clarín. Su profesionalismo se consolidó y sus creaciones fueron parte de otros medios: Adán, La Hipotenusa, Tío Landrú, Primera Plana, Semana gráfica, La bella gente, Siete días, Satiricón, Mengano, La jeringa.
Simultáneamente, realizó recordadas campañas para cigarrillos Parliament y en 1970 concretó su primer cortometraje de dibujos: Las invasiones inglesas, que pasó desapercibida. En esos años también recopiló sus trabajos en El libro largo de Caloi y Humor libre.
Hasta que el 7 de marzo 1973 apareció en Clarín la tira “Bartolo”, que tenía como personaje secundario a su creación más famosa: “Clemente”. Originalmente, la historieta trataba de las aventuras del nostálgico conductor de un tranvía de una sola rueda (Bartolo) acompañado por un absurdo ser sin alas, de cuerpo amarillo cruzado por rayas negras (Clemente). En pocos meses, el personaje secundario se comió la tira que se comenzó a llamar “Clemente y Bartolo” hasta la paulatina y silenciosa desaparición del susodicho conductor vial.
Clemente se convirtió en ídolo popular. Su postura canyengue, su picardía y sabiduría de barrio con cierto toque psicoanalítico, su complicidad con el lector, sus comentarios irónicos respecto a la realidad nacional y al futbol, su sagaz crítica política, su capacidad para filosofar y sacar conclusiones certeras, su humor absurdo y preciso, lo distinguieron como símbolo nacional.
El mundial ’78 lo convirtió en mascota de la expresión popular, lo catapultó como defensor de la alegría del pueblo y la rebeldía ante el poder. Fue una batalla simbólica que disputó una porción de la conciencia colectiva y ganó la simpatía de las mayorías. Caloi preparó un dispositivo visual y semántico complejo que debía parecer inofensivo. Los milicos debían creer que se trataba solo de un muñequito. La gente, debía percibirlo como una herramienta para enfrentar el disciplinamiento social y utilizarlo en la esfera pública sin miedo.
Todo comenzó con la campaña montada por la dictadura militar para presentar a la Argentina como un país ordenado, pulcro y sin sobresaltos, a pesar, de la represión feroz, los miles de despedidos/as y presos/as y las desapariciones masivas. La consigna de Clemente: “Tiren papelitos, muchachos”. Su bandera: “Argentina, campión…”. Muy simple. Cerca de la gente. Lejos de los deseos de la dictadura.
En el debut contra Hungría hubo pocos papelitos. Contra Francia aumentó el metraje desde la tribuna que da a avenida Figueroa Alcorta. Contra Italia se inundó el verde césped. A partir de los partidos disputados en Rosario los papelitos y los taquitos fueron imparables. En la final, el verde se cubrió de blanco y en el Autotrol apareció la figura de Clemente con su arenga: “Tiren papelitos, muchachos”. José María Muñoz (que en la tira era Murioz), derrotado. Los hinchas, los jugadores y Menotti (bautizado Masotti), agradecidos.
Continuó con su tira semanal de humor deportivo en El Gráfico y sus incursiones en campañas publicitarias para Terrabusi, Cervecería Quilmes, Molinos, Laboratorio ByK, Lotería de Jujuy, Quini 6, el Programa de Erradicación de la violencia en los estadios de futbol. En 1982, Clemente, hizo su primera aparición en televisión. Fueron unos cortos diarios emitidos por Canal 13 con guiones y canciones escritas por Caloi y Alejandro Dolina y la voz de Pelusa Sueiro. Gran duración, hasta 1989.
En 1990 creó “Caloi, en su tinta”, un ciclo dedicado a la difusión del cine de animación de autor. Se emitió durante más de una década por ATC y luego, por Canal A, en el cable. La respuesta del público fue formidable, inesperada, muy masiva.
Fue la base de una actividad multifacética. Recorrida del país con una pantalla inflable, clases magistrales con grandes realizadores, competencias y concursos, creación de la sección animación en el Festival de cine de Mar del Plata, generación de subvenciones que, hasta ese momento, no existían para la categoría. Entre junio y julio de 2002 reapareció Clemente. Fue un ciclo de microprogramas emitidos por canal 7, con animación 3D y dibujos de Tabaré.
A principios de esta década se le detectó un cáncer colorrectal que lo fue afectando progresivamente. No obstante, Caloi trabajó incansablemente con su esposa, la artista plástica María Verónica Ramírez, en una película que soñó durante largo tiempo.
Se llamó Ánima Buenos Aires, con dirección general y producción ejecutiva de Verónica. Son cuatro historias dirigidas por otros tantos maestros de la gráfica y la animación que describen rincones de Buenos Aires. “Mi Buenos Aires querido” de Caloi, “Bu-Bu” de Carlos Nine, “Meado por los perros” de Pablo y Florencia Faivre y “Claustrópolis” de Pablo Rodríguez Jáuregui. Una pareja de bailarines de tango, dirigida por Pablo Zaramella y Mario Rulloni, comunica los episodios con coreografías hechas en stencils que revelan lugares emblemáticos de la ciudad. La música de los capítulos estuvo a cargo de Rodolfo Mederos, Gustavo Mozzi y Fernando Kabusacki.
Una joya que, lamentablemente, pudo ser estrenada después de su fallecimiento.
También nos dejó una serie de publicaciones magistrales donde expresó su talento artístico sin solución de continuidad. Caloi, Clemente y el psicoanálisis, Con el deporte no se juega, Humor sagrado, Caloi sin palabras, El absurdo de Caloi, Los buenos aires, Los buenos oficios, Por humor al arte, Humor de media cancha, entre otros.
Salú Caloi! Eximio simplificador de situaciones en pocas imágenes, peronista convencido, fanático de River, poco conocido jugador de básquet en Gimnasia y Esgrima.
Un integrante insoslayable de nuestra popular imaginaria.
Ruben Ruiz
Secretario General