Ernesto “Che” Guevara
Un día como hoy pero de 1967 fue ejecutado Ernesto “Che” Guevara, médico, guerrillero, escritor y revolucionario argentino nacionalizado cubano. Pretendieron matarlo. Pero lo inmortalizaron. Su cara está en todas las remeras. Es un muerto que no para de nacer, parafraseando la letra de Murguita del Sur…
Nació en Rosario, pero su infancia transcurrió entre Buenos Aires, San Isidro y Caraguatí donde sus padres tenían una explotación yerbatera. A los dos años tuvo su primer ataque de asma que lo perseguiría toda su vida. Sus padres resolvieron mudarse a un lugar más apto para un niño con enfermedades respiratorias. Alta Gracia, provincia de Córdoba, fue el lugar elegido donde cursó sus estudios primarios (empezó en segundo directamente debido a sus ataques de asma). En esa ciudad, existía una buena cantidad de refugiados republicanos de la Guerra Civil Española, de quienes fue vecino y amigo. El secundario lo haría en la ciudad de Córdoba; en el Colegio Nacional de Montserrat y, luego, en el Colegio Nacional Deán Funes, del barrio de Nueva Córdoba.
Su enfermedad lo obligó a tener gran disciplina y autocontrol y lo convirtió en un lector voraz y un buen jugador de ajedrez. Fue aficionado a los libros de aventuras como Sandokán, Viaje al centro de la Tierra o Veinte mil leguas de viaje submarino; después incursionó en la poesía y la filosofía leyendo a Neruda, Sartre, Kafka, Camus o Freud. En esos años descubrió la literatura social latinoamericana con autores como Jorge Icaza y Miguel Ángel Asturias y comenzó su vínculo con autores decisivos en su vida: Carlos Marx, Federico Engels, Lenin, Ernest Mandel, Oskar Lange, Mahatma Gandhi y Nehru.
Terminado el secundario, ingresó a trabajar a la Dirección de Vialidad de la provincia de Córdoba: lo envían a Villa María a desempeñar tareas en la construcción de caminos. La empresa paterna quiebra, los padres de Ernesto se separan y retornan a Buenos Aires. En 1948 ingresó a la Facultad de Medicina de la UBA donde conoció a la militante comunista cordobesa Berta Gilda Infante, “Tita”, con quien mantendría una profunda amistad toda su vida. Comenzó a trabajar como asistente en una clínica especializada en alergias; paralelamente, juega al rugby en el SIC y luego en el Yporá Rubgy Club y en el Atalaya Polo club. Escribe también en la revista Tackle, bajo el seudónimo de Chang Cho.
El 1º de enero de 1950 inició un viaje de 4500 kms. En una bicicleta con un motor Cucciolo adherido; visita a su amigo Alberto Granado en San Francisco del Chañar y luego sigue viaje a Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis donde ve una pobreza reinante que lo sorprende. A su vuelta, el fabricante del motor le ofrece realizar una publicidad con su foto y el siguiente texto: “Ha funcionado a la perfección durante mi largo viaje y solo observé que hacia el final perdía compresión, razón por la cual la envío a usted para reparación”. Salió publicado en la edición del 19 de mayo de 1950 en la revista El Gráfico.
En 1951 es contratado como paramédico en la flota de YPF, se embarca y comienza un periplo que lo lleva desde Comodoro Rivadavia hasta Brasil, Guyana Británica, Trinidad y Tobago, Curazao y Venezuela. En 1952 comienza un viaje de 7 meses con su amigo Alberto Granado a bordo de su moto: La Poderosa II. Recorren el sur de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela. Conocieron las condiciones de vida de los pobladores del sur chileno, visitaron la mina de cobre de Chuquicamata, el Lago Titicaca, Tacna y Cusco. Inmensidad, paisajes majestuosos, miseria y dominación.
En Lima conocieron al médico Hugo Pesce, dirigente del PC peruano que tendría gran influencia en la vida futura del Che. Los invita a un leprosario en las afueras de la ciudad donde atienden a pacientes y viven dos meses. Continúan su viaje y se instalan en otro leprosario a orillas del rio Amazonas; conocieron la violencia colombiana y llegaron a Caracas. Alberto se queda a trabajar. Ernesto vuelva a Buenos Aires a finalizar la carrera de medicina que culmina en 1953.
Ese mismo año, emprendió un segundo viaje junto a su amigo Carlos Calica Ferrer. Se sintió atraído por la revolución guatemalteca y decidió ir allá. Se separó de su amigo. Ingresó a una Guatemala hirviente, con Jacobo Arbenz de presidente, reforma agraria incipiente, participación popular inédita, ataque feroz de EE UU, golpe de estado cruento fomentado por la United Fruit y partida obligada hacia México. Entretanto, había conocido a la exiliada peruana Hilda Gadea que sería su primera esposa.
En tierras charras se casó con Hilda, tuvieron una hija -Hilda Beatriz- y trabajó en el Hospital General y el Hospital Infantil de México DF como alergista. Al poco tiempo, conoció a un grupo de exiliados cubanos dirigidos por Fidel Castro junto a Raúl, Camilo Cienfuegos y Juan Almeida que tenían como objetivo derrocar al dictador cubano Fulgencio Batista. Le ofrecieron al Che unirse como médico, congeniaron rápidamente, se entrenaron y partieron un 25 de noviembre de 1956 en el yate Granma hacia Cuba. Fueron 82 compinches. El desembarco fue desastroso, fueron emboscados y se salvaron solo 12 combatientes. Se congregaron en Sierra Maestra y desde allí emprendieron el camino victorioso que los depositó en La Habana el 1º de enero de 1959 luego de infinidad de peripecias, aprendizajes, tensiones, maestría en la organización popular, audacia infinita y claridad en los fines.
Ernesto, el Che, no fue solo médico de esta expedición gloriosa. Se transformó en uno de sus jefes, en uno de los preferidos del pueblo cubano, en guía ético inflexible, en polemista imbatible de una revolución inesperada, en digno defensor de la teoría de la independencia y autonomía de los pueblos, en eficaz número nueve para definir discusiones con el imperialismo yanqui, firme número cinco para discutir sus convicciones con los soviéticos, antimperialista certero, ministro, zafrero y presidente del Banco Nacional, conductor irremplazable, guerrillero audaz y amigo de africanos, asiáticos y latinoamericanos, esposo de Aleida March -militante del Movimiento 26 de Julio- con quien tuvo 4 hijos, contrincante de la injusticia.
Su convicción de impulsar la revolución internacional y del papel de la lucha armada lo llevó a Bolivia. Esta vez falló. Las coordenadas saltaron en mil pedazos. Pero su dignidad y coraje quedaron intactos. La calma de su mirada ante quien lo iba a ejecutar y su indicación -herido y derrotado- fue su última pieza magistral: ¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!
Valiente, práctico, ético, buscador de una justicia todavía esquiva, incorruptible, imperfecto, del palo.
Salú Che!! Como dijo el escritor Víctor Montoya:
Así te recordamos, comandante, con la estrella en la boina y el porvenir en la mirada…
Ruben Ruiz
Secretario General