La cantora que investigaba
Un día como hoy nacía pero de 1919 Leda Nery Valladares Frías, cantante, compositora, musicóloga, filósofa, escritora, poeta y arqueóloga del folklore, recopiladora fenomenal de la música originaria del norte argentino y guardiana de saberes muy antiguos de nuestra tierra.
Nació en 1919 en San Miguel de Tucumán. Hija de Aurora Frías, santiagueña, y de Fermín Valladares, escribano, poeta y melómano. Su infancia merodeó entre el blues, el jazz y la música clásica que se escuchaba en su casa. De muy pequeña comenzó sus estudios musicales de la mano de la profesora Sarah Carreras.
Se graduó en la Universidad Nacional de Tucumán, primero como profesora de Filosofía y luego como licenciada en Ciencias de la Educación. Antes de cumplir veinte años había formado su primer grupo musical: F.I.J.O.S (Folclóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas) con el pianista Adolfo Ábalos, el compositor Manuel Gómez Carrillo, el pianista Enrique “Mono” Villegas, el compositor y pianista Gustavo »Cuchi» Leguizamón y la cantante Louis Blue. Ella se presentaba baja el seudónimo de “Ann Key” y cantaba jazz en inglés por fonética.
A los 21 años descubrió la baguala, esa música añeja, misteriosa, que parece nacida dentro de las montañas, que impacta en el cuerpo por su base grave y lenta que impone la caja y su canto agudo. Fue en unos carnavales de Cafayate. Amor a primera vista. Influjo mágico. Necesidad vital de recuperar toda su fuerza para que no se perdiera en el vértigo cotidiano.
Se adueñó de un grabador y se impuso elaborar un registro minucioso de esas melodías olvidadas que nacían en las montañas y quebradas. Grabó a los cantores de patio y de valle. Perfeccionó su oído musical en ranchos, callejones, corrales y en campo abierto, desde Santiago del Estero hasta Ecuador. Reconstruyó un mapa de músicas que se estaban perdiendo, les dio visibilidad y rebrotó su extraña esencia multicolor.
Posteriormente, con esa compilación y otras investigaciones publicó un libro que llamó Mapa musical argentino. GPS esencial de música autóctona para no perderse en la inmensidad de ritmos hermosos que escuchamos a diario. O perderse con identidad propia…
A principios de 1950 se fue a vivir a Francia. Dos años más tarde, se encontró con María Elena Walsh en París. Otro amor a primera vista. Formaron el dúo “Leda y María” y recorrieron una buena parte de Europa con Chants d’Argentine y Sous le ciel de l’Argentine (Bajo los cielos de la Argentina). En 1956 el dúo regresó a la Argentina y, de a poco, hicieron pata ancha.
Arrancaron con dos volúmenes de Entre valles y quebradas. Luego, su primer éxito: Canciones del tiempo de Maricastaña, un compilado de antiguas canciones españolas. “Romance del enamorado y la muerte”, “Se murió el burro”, “Al olivo, al olivo”, “Tres morillas”, “En que nos parecemos”, “Ya se van los pastores”, “A la mar fui por naranjas”. Un lujo.
En 1960 grabaron un EP (un disco de reproducción extendida, muy largo para ser un simple y muy corto para ser un LP), Canciones de Tutú Marambá, con cuatro temas infantiles absolutamente disruptivos: «La vaca estudiosa», «Canción del pescador», «El Reino del Revés» y «Canción de Titina». En 1962, se presentaron en las Jornadas del Nuevo Mundo del Niño, en Necochea (luego en el Teatro General San Martín) y agrandaron el repertorio bajo el manto de un espectáculo llamado _Canciones para mirar: La familia polillal, “La pájara Pinta”, “Canción para vestirse”, “La mona Jacinta”, “Milonga del hornero”, “Canción de la vacuna”, “Canción del jardinero”, “Canción del estornudo”.
Letras novedosas y cercanas, ritmos impensados. Una fiesta para los/as bajitos de esa época.
La última presentación a dúo fue en otro espectáculo exquisito: _Doña Disparate y Bambuco- en el que aparecieron por primera vez el Mono Liso y la tortuga Manuelita. Luego, bifurcaron sus caminos.
A mediados de la década del ’60, Leda obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes y se dedicó a documentar una investigación sobre los copleros del norte argentino. Recuperó la voz y la música de Teresita Cruz, Marta Córdoba de Terán, Pepita Córdoba de Ramos Padilla, Gallo Cruz, entre otros.
En 1972 grabó Folklore de rancho junto a Anastasio Quiroga, Susana Lago, Dino Saluzzi y Guillermo Coto. Chacareras, zambas, vidalas, tonadas, bagualas, milongas, carnavalitos. Temas recopilados o propios que abarcaron gran parte de nuestro país y fue el anticipo de una tarea futura con jóvenes músicos.
En plena dictadura, estrechó esos vínculos y formó el Movimiento de Reconstrucción de la Cultura Argentina, en el que propició espectáculos colectivos e interdisciplinarios, unió artistas y estéticas diversas y ayudó a sintetizar sensibilidades. Transgresión provechosa con arte milenario.
Ese trabajo cristalizó, en primer lugar, con su participación y su asesoramiento musical a León Gieco y Gustavo Santaolalla en esa obra monumental que es De Ushuaia a La Quiaca. Más tarde, cuando juntó un universo impensado de músicos provenientes del folklore y el rock and roll que dio como resultado los dos volúmenes de Grito en el cielo.
Voces inéditas cantando vidalas, bagualas, tonadas como las de Pedro Aznar, Gustavo Cerati, Fito Páez, Federico Moura, Fabiana Cantilo, Roberto Catarineu, Raúl Carnota, León Gieco, comparsas varias, y otras más acostumbradas a esos ritmos como las de Suna Rocha, Liliana Herrero, Gustavo Santaolalla o Leopoldo Brizuela y consumados copleros y copleras del norte argentino.
En 1992 incursionó nuevamente en esa mixtura con músicos provenientes del rock o la canción y grabó América en cueros con Lito Nebbia, Suna Rocha, Jairo y Pedro Aznar, entre otros. Sus últimas investigaciones estuvieron dirigidas a las músicas étnicas de África, Asia y América Latina que estampó en numerosos documentos y grabaciones de gran valor artístico y etnográfico.
El mal de Alzheimer se cruzó en su camino. Prefirió retirarse silenciosamente y rodearse de sonidos que había ayudado a redescubrir o que había conocido en su largo trajinar de varias décadas.
Salú Leda! Por tu paciencia de arqueóloga para traernos músicas que estuvieron a punto de desaparecer en muchos ámbitos, por tu capacidad para unir generaciones musicales, por tu sensibilidad y perseverancia para abrir mundos, oídos y cabezas.
Ruben Ruiz
Secretario General